2. ESTE SEÑOR SONRÍE MUCHO

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La alarma de mi madre me asustó, no estaba acostumbrada a ese sonido y al haber dormido muy cerca del borde, rodé y me caí al suelo. Buena forma de empezar el día.

Oí la risa de mi madre desde el otro lado de la habitación, al parecer llevaba despierta un rato porque ya estaba vestida. Iba muy elegante, el pelo rubio recogido en un moño y unos pantalones de vestir blancos junto con una americana del mismo color, que llevaba abierta con una camiseta negra.

— ¿Qué hora es?—pregunté frotándome el codo derecho y levantándome algo dolorida del suelo.

—Son ya las doce, quería dejarte dormir.

Debía haber dormido al menos nueve horas pero me notaba cansada.

—Yo ya he desayunado—me informó—te he subido un vaso de leche y un croissant. No podemos perder mucho más tiempo y Henry nos está esperando.

— ¿Henry?—pregunté confundida.

—Bueno, el señor Williams.

Negué con la cabeza sin saber de quién narices me estaba hablando. Mi madre suspiró rendida.

—El director del BTS.

—Ah, vale.

— ¿No te has leído el enlace de internet que te mandé?

—Eh, no.

—No sé ni porque me molesto—murmuró—. Venga desayuna y vístete.

— ¿Hace falta que hoy lleve el uniforme?—pregunté.

—Hoy no darás clase así que no será necesario.

Menos mal.

Como no tenía ganas de pensar mucho, abrí la maleta y me puse la misma ropa de ayer. Nos comparabas a mi madre y a mí y ella parecía sacada de una revista de moda mientras que yo me veía… normal. Solo por el pelo rubio podíamos parecer madre e hija, aunque hay gente que decía que nos dábamos cierto aire en la cara, que yo no sabía de donde lo sacaban.

Acabé el desayuno y tras asearme y recoger lo poco que había sacado de la maleta, dejamos el hotel. Mi madre paró un taxi en la puerta y nos metimos dentro, rumbo a mi nuevo destino.

Apenas intercambiamos unas pocas frases durante el trayecto que fue algo largo porque el sitio estaba a las afueras de Londres, así que cuando llegamos al BTS casi me sentí aliviada. Eso duró hasta que vi a un montón de chicos de varias edades, algunos con su uniforme y hablando alegremente los unos con los otros. Esa sería mi cárcel, desde hoy, domingo dos de julio, hasta el domingo veintisiete de agosto, ocho semanas enteras. Solo quería irme a casa con Sam otra vez. Todo el recinto, que por cierto era enorme, estaba rodeado por una verja gris y alta, seguramente para que nadie escapara. El taxi nos dejó fuera de la valla, en un parking donde había más coches, seguramente de otros alumnos y profesores.

—No cojas la maleta—me avisó mi madre—primero vamos a hablar con Henry para que nos enseñe este sitio.

—Espere aquí—le dijo al taxista—no tardaremos mucho.

El hombre se encogió de hombros, seguramente poco preocupado porque iba a cobrar igualmente el tiempo que estuviera allí esperando.

Aunque quería odiar este lugar con todas mis fuerzas tuve que admitir cuando entramos por la puerta que era impresionante, las fotos que había visto por Internet no le hacían justicia. El edificio principal era una especie de castillo de piedra gris algo antiguo pero se notaba que estaba remodelado. Si eso no era suficiente, todo el suelo estaba recubierto por un césped natural muy verde y caminos de piedras. Unos cuántos árboles que daban sombra y pequeños rincones con flores. Detrás del castillo se podían ver unos edificios más modernos, pero no me dio tiempo a echar un vistazo porque mi madre me arrastró por el camino principal hasta el edificio, donde entramos por una gran puerta de madera.

Por dentro era un sitio muy bonito y a pesar de su aspecto externo, el interior era muy moderno. Suelo de baldosas negras y paredes de ladrillos blancas, por todo el pasillo principal estaba cubierto por grandes ventanales en una pared desde donde se veía el jardín.

Nos dirigimos al despacho del director, lo supe porque había un cartel en la puerta de madera donde lo indicaba. Mi madre llamó y una voz grave indicó que pasáramos. Abrió la puerta y nos encontramos ante un señor no muy mayor, de la edad de mi madre aproximadamente, cuarenta y pocos. Tenía el pelo oscuro sin canas aparentes, unos ojos marrones y la nariz grande. Se podía apreciar que había sido apuesto en su juventud.

Estaba sentado detrás de un escritorio y cuando nos vio se levantó con una sonrisa, era bastante alto, mucho más que mi madre, aunque eso tampoco era muy difícil. Yo había salido alta como mi padre. Se dirigió a nosotras sin perder la sonrisa y dio un rápido abrazo a mi madre.

—Cuánto tiempo Maryse, que alegría que hayáis venido—dijo él.

—Lo mismo digo Henry—contestó mi madre—la charla que tuvimos por teléfono no fue suficiente para ponernos al día.

Henry, digo el señor Williams, pareció notar mi presencia otra vez porque se giró hacia mí.

—Tú debes de ser Emma, has crecido mucho, que mayor estás.

Vale, este señor me estaba dando mal rollo. Puse mala cara pero él no lo notó porque siguió hablando. Tenía un acento británico y una forma de hablar muy fina.

—No te acordarás de mí, pero te cuidaba a veces cuando eras muy pequeña, así que me alegro de tenerte aquí.

Siguió sonriendo a pesar de que yo no le devolví la sonrisa. En serio, ya valía.
Nos indicó que nos sentáramos en dos sillas giratorias que había delante de su escritorio y sacó mi expediente de un cajón. Que ilusión, mamá debía haberlo enviado.

—He estado mirando tu expediente Emma y la verdad es que me sorprendió que tu madre contactara conmigo. Tienes una ficha impecable, buenísimas notas y ninguna falta hasta hace un año.

Nos echó una mirada antes de proseguir.

—Eso me llamó la atención, de repente tenías faltas de disciplina y de asistencia pero seguías manteniendo tu media.
Yo ya sabía a qué se refería, hace un año había cambiado y me había hartado de seguir siendo la hija mimada de mi madre por una serie de circunstancias. Pero tampoco quería tirar mi futuro por la borda, no era estúpida, seguí estudiando, la verdad es que no tenía mucho problema.

—Lo sé—dije hablado por primera vez—lo he vivido.

Sabía que estaba siendo un poco borde pero me estaba poniendo nerviosa con tanta atención.

—Cómo iba diciendo, el BTS es un colegio de verano—querrá decir cárcel—para personas con problemas para estudiar o que directamente no quieren hacerlo y causan algún problema. No es tu caso y no solemos admitir a este tipo de personas, pero debido a estas pequeñas faltas y a que conozco a tu madre hemos hecho una excepción.

—Genial—contesté con ironía.

El señor Williams siguió hablando, comentó que todo serían clases de repaso fundamentalmente sobre lo aprendido en el curso.

Esto no podía ir a peor, además de que no quería estar aquí, había entrado por enchufe e iba a tener que estar dando clases de repaso sobre cosas que ya sabía y controlaba bastante bien. Maldito el día en que a mi madre se le ocurrió llamar a este señor.

—Las clases, las habitaciones y el comedor se encuentran en este edificio. Tienes una compañera de cuarto...
Lo interrumpí antes de que siguiera hablando.

— ¿Comparto cuarto con una compañera?

—Sí, claro, todas las habitaciones son dobles.

Vale, la cosa sí que podía haber ido a peor.

—Ahora te indicaré donde está. Y no te preocupes, la señorita Grey, tu compañera hace las mismas materias que tú, así que ella te dará tu horario y te acabará de indicar donde tienes que ir en cada clase.

El señor Williams se puso de pie de golpe y sonriendo otra vez añadió:

—Y ahora si os parece vamos a buscar tus cosas y os acabo de enseñar este sitio.

Salimos del despacho y nos dirigimos al taxi a por mis cosas. Mientras íbamos por el camino principal el señor Williams me fue señalando que era cada edificio. Debió ver que no tenía muchas ganas de hacer un tour porque no nos recorrimos todo el campus. Me volvió a repetir que las habitaciones se encontraban en las dos plantas de arriba del castillo, que si que era como lo llamaban aunque técnicamente no lo fuera, y el comedor y las aulas en la planta baja. Luego señaló un edificio contiguo de dos plantas que era el gimnasio, donde había un poco de todo, hasta una piscina climatizada. A su lado se encontraba otro e indicó que ese tenía tres salas para los alumnos y una biblioteca. Además de otro edificio que era una sala de música aunque no era muy utilizado. Este sitio debía ser muy caro de pagar. Y luego me dijo que más allá había una pista de atletismo con un campo de lacrosse, que al parecer era el deporte que todos debían practicar porque hacían ligas con otros internados.

—Tenemos equipo de animadores—me comentó—por si te quieres apuntar.

Al finalizar la frase me guiñó un ojo.

Miré a mi madre con cara de horror, ja, ja, ja, yo de animadora, el hombre tenía sentido del humor.

—Creo que pasaré por el momento.

—Como quieras, pero siempre admiten gente nueva.

Por fortuna llegamos al taxi y dejamos la conversación, sacamos mi maleta grande de color turquesa y una mochila con otras cosas imprescindibles. Como cargador de móvil y cascos para ver series. Después volvimos con todo al castillo.

—Aquí tienes la llave de la habitación—me dijo el señor Williams tendiéndome una llave con llavero y un número, el 115—. Significa que es la habitación 15 de la primera planta. La de los chicos es la segunda.

Esto ya parecía un hotel.

— ¿Emma quieres que te acompañemos hasta la habitación?—se ofreció mi madre.

—Mejor que no, puedo sola.

No tenía ganas de que me acompañase ninguno de los dos porque ya estábamos acaparando demasiadas miradas. No quería que nadie reconociera a mi madre y yo ya fuera calificada como la hija de Maryse Myers. Además ir por todas partes acompañada del director tampoco ayudaba mucho.

—Vale, ve a dejar la maleta y bajas a despedirte de mí, estaré en el coche.
Antes de que pudiera irme el señor Williams me paró.

—Emma siento decírtelo pero los móviles están prohibidos porque no queremos distracciones, tendrás que entregármelo.

Que predecible, por suerte iba preparada. Puse un poco cara de pena y de que se le va a hacer y saqué mi móvil viejo del bolsillo de mi mochila, el mío estaba guardado en la maleta. Menos mal que mi madre no prestaba mucha atención y no se enteró de que entregaba otro.

Después me indicó por donde llegar a mi futuro cuarto. Las habitaciones impares estaban en la parte izquierda, así que me dirigí por ese pasillo y cogí el ascensor del fondo, ya que con todo el equipaje no podía subir por las escaleras.

El ascensor me dejó en un pasillo ancho, las mismas baldosas negras pero la pared estaba pintada de azul cielo. Avancé unos metros hacia la derecha siguiendo los números de las habitaciones, 107, 109, 111... Las puertas tenían dos carteles decorados en los que ponía quién estaba en cada habitación. Sky, Melissa, Molly, Emily... Ese último nombre me recordó a mi mejor, digo, ex mejor amiga Emily Gardener, la borré automáticamente de mi mente, no quería pensar en ella. Algunas puertas solo tenían uno, suponía que había chicas que aún no habían llegado al BTS.

De pronto llegué a una parte más ancha, allí había un atrio, donde llegaban las escaleras desde el piso de abajo y también se veía la planta de los chicos arriba. La puerta de la 113 estaba justo delante de las escaleras y la 115 al lado.En mi puerta de madera había un cartel que ponía en letras mayúsculas y moradas "Olivia", así que ese era el nombre de mi compañera de cuarto, Olivia Grey. Antes solo sabía el apellido porque al parecer en el BTS tienen la costumbre de llamarse entre sí por los apellidos, al menos de alumnos a profesores y viceversa.

Iba a llamar a la puerta, pero pensé que sería mejor que me acostumbrarse a que ese iba a ser mi cuarto, por lo que metí la llave en la cerradura y abrí la puerta. Ojalá hubiera llamado, porque menuda escena me encontré.

Ante mis ojos, mi futura compañera de cuarto estaba en su cama liándose con un tío sin camiseta. Definitivamente, esto iba a ser una experiencia interesante.

No será la última vezWhere stories live. Discover now