La bruja de plata

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-Uhffs,- Gimió el hombre envolviéndose en su gruesa capa de lana- Hace mucho frío y no se escucha  un alma en esta noche a excepción de los espectros-se quejó tembloroso.

- Sólo es el ulular del viento que congela tus orejas, Bethenir.- Se burló el viejo  pastor lanzando una rama a la trémula llama de la hoguera que les mantenía calientes. La pradera junto al lago Esgaroth estaba cubierta por una niebla helada que sembraba imágenes de fantasmagoría en los pastores que cuidaban su esmirriado rebaño junto a la sombra del bosque bajo la montaña solitaria. Ambos hombres del lago estaban somnolientos y abstraidos.

De pronto una voz clara como la plata  a sus espaldas, los hizo volverse con los pelos de punta hacia el sendero. 

-La hermosura de la luna se derrama,
¡Ay Ithil! ¡Ay Elbereth Giltoniel!
Que vuestro esplendor me sea guía fiel- cantaba la hermosa voz.

Tintineó la canción con  el rutilar de las estrellas. Por un momento pensó el viejo Garinthor que podían ser los elfos. Pero más sorprendente que  la voz era la figura que la acompañaba: Era una  anciana mujer por sus cabellos grises entretejidos en una trenza bajo una capucha de lana cruda que habría visto mejores tiempos igual que su dueña. Andaba lentamente, majestuosamente diría casi, como si el tiempo no corriera para ella, en la mano un bastón tejido de cañas y un  zurrón de tela sobre su cuerpo frágil.

-Saludos maeses pastores. ¿Me permitis acompañaros y acercarme al fuego para calentar estos pobres huesos?- Se dirigió con tiento la vieja al par de hombres.

El más curtido la estudió con sospecha. Bajo la capa cubría un rostro de rasgos nobles, casi atemporales, la cabeza ladeada con  gesto expectante, sin servilismo, con la gracia innata de otras edades y lejanos reinos. Lo más extraordinario de todo, pensó eran  los ojos brillantes con el fulgor de las estrellas que contradecían las canas en sus cabellos. Muy extraña anciana, una bruja tal vez.  Antes que pudiera echarla de mala manera, Berethir de corazón más cálido y de naturaleza abierta, ya le había extendido una mano en invitación al pequeño fuego. El viejo Garinthor resongó entre dientes, pero no pudo ya rechazarla.

- Venga abuela, venga. Que no se diga que por nuestra culpa se congeló la venerable madre de alguno-. La conminó el joven pastor.

Este  por su parte  con corazón compasivo notó la fragilidad y el ligero castañear de la vieja y  le cedió su puesto a la lumbre. Tras de lo cual, para mal humor del viejo Garinthor, le tendió un tazón de madera humeante. La mujer lo aceptó con un gesto  dulce y dedos largos, cubiertos de vendajes, seguro por años de sufrimiento, supuso Berethir. Silenciosa, la mujer  bebió a sorbos largos. Garinthor la estudiaba sin decir palabra, mirándola de reojo. La contradictoria mujer era un enigma.  No llevaba señales distintivas, más sus gestos estaban llenos de una gracia natural ajena a una simple mortal, y con todo tiritaba como hoja al viento, arropada en su raida capa de lana gris.  Luego de la humilde cena, el hombre se atrevió a preguntarle:

- Buena mujer, estos no son parajes para hacer visitas de abuelas, ni paseos nocturnos. El bosque oscuro se llergue ante nosotros esta noche más  tenebroso que de costumbre. ¿Por qué  ha venido hasta este rincón del lago? ¿ Se ha extraviado acaso?¿ha olvidado su rumbo?-

- Un poco de las dos seguramente mi joven amigo y ninguna-. Repuso la anciana mujer saliendo de las ensoñaciones en que estaba sumergida, de pronto enfocando su atención con sus pupilas brillantes.- Más mi camino no lo he equivocado. Me dirijo al bosque oscuro.- Contestó con tal férrea determinación que dejó a los hombres confusos en sus rústicos asientos. Al parecer la vieja dama estaba algo loca, supuso apesadumbrado el joven Berethir, así que intentó disuadirla suavemente.

- Buena señora, usted no debe ser de por aquí, todos en Esgaroth saben que el bosque negro es un lugar tenebroso donde no es aconsejable una caminata para una anciana solitaria. Desde hace siglos el Rey Elfo cerró las fronteras de su reino legendario y la muerte ronda en los senderos. Sólo en las antiguas canciones se recuerda el magnífico bosque élfico, la salas labradas en ricas gemas con las maravillosas artes de los Silvanos. Tras la desgracia acaecida hace ya muchos edades, el bosque como su señor han borrado a los ojos mortales sus caminos.  Solo las arañas, los lobos y los espectros se ocupan de los despitados que olvidan estas advertencias.- Dijo con voz grave para hacerla entrar en razón.

La Bruja de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora