Capítulo 56 (María vuelve al presente).

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María pasó casi toda la tarde mirando en los armarios para ver que se ponía para la cena. Por más que buscó, no encontró nada que ponerse. Había cosas muy bonitas que Erica le dijo que había comprado para ella; pero nada que fuese parecido a lo que ella deseaba lucir esa noche.
M: (Pensando). Nada de esto me sirve. Quiero parecer espectacular esta noche. Quiero a ese hombre para mí y debo prepararme para conquistarlo.
Decidió salir a comprar un vestido especial para la velada, iría a la peluquería y al salón de belleza.
M: (Mientras se miraba en el espejo). ¡María! Debes prepararte para ganar esta batalla. Debes prepararte para luchar contra muchas mujeres; por que ese hombre es bellísimo por dentro y por fuera, seguro que muchas mujeres me lo van a querer ganar y no pienso permitirlo.
Bajaba las escaleras en dirección a la calle y se encontró con Erica, Víbian y Estrella que estaban tomando café en el salón.
V: ¿Dónde vas María?
M: Voy a comprar un vestido para esta noche. Quiero impresionar a Esteban.
Es: ¿Puedo ir contigo? Me apetece mucho hacerlo y así compraré algo para mí también. Para que Greco me vea guapa.
V: Yo también voy. Yo también quiero ponerme guapa para Javier.
Er: Iremos todas. A mí también me apetece impresionar a Carlos.
M: ¡Hombres de esta casa! Preparaos para el espectáculo que estas cuatro mujeres os darán esta noche.
Las cuatro mujeres salieron de la casa y cogieron el Jaguar de Esteban ya que él se había llevado el Mercedes de María. Decidieron ir directamente a la boutique más famosa de México. Querían lo más caro. Buscaban lo mejor.
En cuanto entraron, revolucionaron la boutique. Hasta Erica rejuveneció, contagiándose con la actitud de María y de las chicas. Se probaban una y otra vez, hasta que cada una encontró su vestido ideal; excepto María, que aún no se terminaba de decidir.
Finalmente, el vestido de María lo eligieron sus hijas. Aunque Erica no estaba muy de acuerdo con la elección.
M: ¿Tú que opinas Erica?
Er: Que a Carlos y a Esteban les dará un infarto cuando te vean con eso puesto.
M: pues eso es precisamente lo que quiero. Que se ponga tan nervioso, que no pueda apartar la vista de mí para mirar a otras.
Er: Y no será sólo él, el que no pueda apartar la vista de ti esta noche. Ningún hombre que se cruce contigo hoy, podrá dejar de hacerlo.
M: Perfecto. Entonces decidido, este será mi vestido para esta noche.
El vestido, estaba confeccionado en seda. La falda en color plata, formaba capa desde las caderas hasta más debajo de los tobillos y el cuerpo en seda negra con bordados en color plata y con un generoso escote que dejaba entrever parte de sus senos, se sujetaba a los hombros por dos tiras de circonitas que se cruzaban en la espalda y que terminaban una a cada lado de su cintura. Toda su espalda, los hombros y los laterales de su cuerpo, quedaban totalmente al descubierto.
Después entraron en un salón de belleza, donde tomaron una sauna, un buen baño relajante y después las maquillaron. Las dejaron listas para enamorar a cualquiera y más tarde la peluquería. Todas quedaron bellísimas, pero María; como siempre, sobresalía por entre todas ellas. Le habían recogido el pelo moldeado hacía atrás con una diadema de plata en forma de serpiente que se enredaba entre su cabello. Era el complemento perfecto para su vestido.
Sobre las 9 de la noche, las parejas empezaron a reunirse en el salón de la casa San Román. Se encontraban allí: Héctor que había invitado a Laura, Ángel y Alma, Estrella y Greco, Víbian y Javier, Carlos y Erica, Gerardo y Verónica, Leonel y Lupita, Luciano y Ana Rosa; Alex, que iba solo por que no quería complicarse la vida con una relación amorosa hasta no terminar sus estudios y Esteban que llegaba en ese momento y enseguida reparó en la ausencia de su esposa.
E: ¿Y María?
C: Ya sabes cómo es. Se estará dando los últimos retoques.
Entonces, María comenzó a bajar las escaleras. Todos los presentes en ese salón quedaron maravillados ante el derroche de belleza que se acercaba a ellos muy despacio, moviéndose muy delicadamente.
Erica se equivocó con Carlos; por que él no creyó que María fuese demasiado provocativa; por el contrario, se sintió muy orgulloso de la belleza de su hermana. Pero con Esteban, acertó de pleno. Al pobre hombre, por poco le da un infarto.
E: (Pensando). Tengo por esposa a una ninfa, a una exótica reina Egipcia. Es tan bella que el aura que desprende, hace daño a la vista. Tengo que hacer algo pronto. Necesito que sepa que es mi esposa; que me pertenece, que es mía. Necesito tenerla de nuevo entre mis brazos. Ayúdame, Dios mío. Tengo que recuperarla.
M: (Dando una vuelta delante de él) ¿Te gusto?
Hubiera querido demostrarle con hechos todo lo que le gustaba y hacerla suya allí mismo, delante de todos. Cerró los puños para poder contenerse, para poder evitar perder el poco control sobre sí mismo que aún le quedaba.
Alex, se dio cuenta de lo que estaba sufriendo su padre y decidió intervenir a tiempo. Agarró a su padre por los hombros.
Alex: Vamos ya Esteban que se nos hace tarde para la cena.
María estuvo toda la noche sin parar de hablar. Le daba conversación a todo el mundo. A los camareros, al metre, a varios amigos que le presentaron Héctor y Estrella e incluso a dos jovencitos que hechizados por su belleza, se atrevieron a sacarla a bailar.
Esteban ardía de celos. Sus entrañas, se habían convertido en un volcán a punto de explotar y pobre del que pillara de por medio.
Decidió salir de allí. Tenía que calmarse u ocurriría una desgracia. Sentía ganas de tumbarla en sus rodillas y darle unas buenas cachetadas en el trasero. Salió al jardín dispuesto a dar un paseo para tranquilizarse, para calmar el ardor que sentía en su sangre. Llegó hasta un pequeño mirador que daba a una enorme cascada que terminaba en un precioso lago donde se reflejaba el brillo de la luna en cuarto creciente. Se apoyó en la barandilla del mirador mirando al lago; cerró los ojos e inspirando profundamente decidió relajarse escuchando el sonido de los grillos en la oscuridad. Cuando abrió los ojos de nuevo, se sorprendió al ver a María mirándole preocupada.
M: ¿Qué te ocurre Esteban? No has abierto la boca en toda la noche.
Ella esperaba una respuesta que él nunca le dio.
M: ¡Ves! Ni si quiera me hablas ¿Estás enfadado conmigo?
E: Será mejor que te vallas. Deseo estar solo.
M: Pero ¿Qué es lo te pasa? ¿Por qué me hablas así?
E: (Ya no pudo aguantar mas y sus celos estallaron). Disfrutas que otro hombre se pueda enamorar de ti ¿Verdad? Sí; lo disfrutas y te gusta sentir su admiración, su afecto. (La sujeta por ambos brazos y la atrae hacía sí). Pero no lo voy a permitir, ¿me oyes?, no lo voy a permitir (La zarandea).
M: (Ella dio media vuelta intentando separarse de él). ¡ESTEBAN!
Esteban; la atrajo de nuevo hacía él, la miró directamente a los ojos y la besó apasionadamente, temiendo la reacción que ese beso pudiera ocasionar en ella. Pero ya no podo soportarlo más; necesitaba saciar el apetito que sentía en su corazón, la sed de saborear su boca, de tenerla de nuevo entre sus brazos. En un principio, María luchó a empujones por resistirse a su beso, pero después; en su preciosa cabeza se hizo la luz. Su boca reconoció a la de su esposo. Era él. Esteban. Su marido. Era su esposo el que la estaba besando; y dejó de luchar para responder a ese beso con pasión, con entrega absoluta. Ya no existía el miedo ni la confusión. Se sentía muy segura y relajada entre sus brazos y en ese momento; todos los recuerdos volvieron a su mente.
Esteban la separó un momento de sus labios.
E: (Suplicando). María vuelve a mí. Necesito que vuelvas.
M: (Muy emocionada el ver la desesperación en los ojos de su marido, acaricia el pelo de su nuca). Está bien mi amor. Ya estoy de regreso.
E: (Sin poder creer lo que estaba escuchando) ¿María?
M: Sí, Mi vida. Soy yo María. Tu esposa.
Al ver la incredulidad en la cara de su marido, maría le besó muy dulcemente al principio y con ansia después. Quería demostrarle que estaba de vuelta, que al igual que él; ella también lo había extrañado y que necesitaba de él tanto o más que él de ella. Entonces algo comenzó a moverse en el interior de su vientre. Tomó la mano de su esposo y la posó cerca de su ombligo.
M: Mira mi amor. Tus hijos también te dan la bienvenida.
Algo se movió bajo la palma de su mano. Entonces él la tomó entre sus brazos, acercándose a un banco que se encontraba en el borde del mirador. Sentó a María en sus rodillas y bajó la cabeza hasta su vientre.
E: Gracias, pequeños. Gracias por dejarme sentir la ternura de sentirlos sobre la piel de mis manos.
Miró a su mujer. Ella lo miraba con muchísimo cariño.
E: Y a ti, mi preciado tesoro. También quiero darte las gracias por permitirme la dicha de sentir de nuevo entre mis manos el milagro de la vida, que representan las semillas de nuestro amor.
Dos lágrimas resbalaron por las mejillas de ella; las mismas que él se bebió a través de sus besos.
M: ¿Qué haces mi vida? Las lágrimas están saladas no debes beberlas, pueden hacerte daño.
E: Nada que venga de ti, será malo para mí. Tus lágrimas saben dulce, como la dulzura del amor que has demostrado sentir por mí.
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