Prólogo

1.5K 41 0
                                    

Con el ambiente tenso, y el silencio que podía producir su esposo, Cristal se mantuvo quieta en la cama. Hacía días que las cosas en su matrimonio parecían perecer, había cosas que le molestaban más que un día soleado y caluroso. C omo era el hecho de oler ese perfume dulce que desprendía la ropa de su esposo, o el brillo que tenía pegado en su ropa, así como los rastros de maquillaje en su cuello. Todo eso solo significaba una cosa, y no era tonta, lo sabía a la perfección, pero el amor que aún podía sentir hacia Lucas le impedía ver esos puntos con más claridad. Por qué para ella su matrimonio aún era lo primordial, aún podía sentirse como una adolescente enamorada, aun su corazón brincaba como niño en trampolín con sólo verle. Sus manos temblaban al tenerlo cerca, sus nervios subían hará su boca cada vez que lo miraba cerca. Aún podía sentirse tinta en su presencia, pero con todo lo que ocurría su corazón dolía. Dolía por qué prefería ignorar las veces en las que llegó tarde, por qué prefería borrar esas dolorosas memorias donde él le mentía respecto a su trabajo. 

No podía sólo echar a la basura ocho años de matrimonio, no era fácil. Pues su juventud, junto a los mejores años de su vida estaban allí, puestos a merced de su esposo. Se enamora de él cuando tenía sólo diecinueve años, cuando iba en la facultad. Y con una simple mirada Cristal cayó a sus pies, tal y como el resto de las mujeres que lo veían, pero ella fue afortunada, pues fue la única que logró cautivar al Moreno, fue la novia de él hasta los veintidós. Eran la pareja perfecta, las cuatro facultades conocían de su relación, y todos decían que eran la mejor pareja, ellos y otra pareja más que compartían un lazo de amistad. 

Sus años de noviazgo eran sacados de un libro romántico, siempre mantenían la llama del amor prendida, los dos ponían de su parte, los dos hacían los imposible por estar siempre juntos. Él incluso le pidió matrimonio de la forma más romántica. Por que él sabía cómo sorprenderla, sólo él sabía cómo manejar su estado de ánimo. Y ese día, donde aceptó ser la esposa de Lucas, fue el comienzo de otra historia. Por qué ahora la mujer más dichosa del mundo, era una maldita bendición. Se sentía en el paraíso. Todo su mundo se volvía mágico estando con él, nada era oscuro o malo, sólo eran ellos dos. Solo ellos dos contra el mundo, contra todo, y si era posible contra un dios. Él era su mundo, sólo eso. Y con ello estaba más que conforme, nada podía pasar, nada podía estropearlo. Nada podría ir mal. O eso pensó, por que ahora ya no lo conocía ya no era él, ya no era el hombre del cual ella se enamoro. Ya no existía más. Y eso le estaba quemando como las brasas, todo era más simple. 

La inconsciencia de sus emociones revoloteando su mente y cuerpo eran agobiantes. El temer está de más, por que siente pavor en pensá que su esposo le deje a su suerte. Le duele saber que posiblemente él no sienta ni cosquillas o le mire como antes, vaya, sabía que ya no contaba con la juventud, ni con la firmeza de su cuerpo o la belleza de una flor joven. Es una mujer adulta, madura, con marcas de la vida; como esas líneas pálidas que recorren sus caderas, o ese exceso de piel que se forma en sus piernas y que al caminar se forman bultos de piel. Odia mucho esos gorditos de su espalda, su vientre abultado sin forma o sus pechos un poco caídos. ¿Por qué ahora miraba todo aquello? O si, por que ya no se sentía lo suficientemente hermosa ni aceptable para él. 

Lucas no parece tener problemas con los años, incluso se había puesto más guapo, más maduro. Parece un perfecto vino, uno con la consistencia más pulcra y la más sabrosa sensación en la boca, pero con ese ardor o picor que dejan en la garganta. Él es pesado, no hay duda. Aún lado de su esposo ella es la que se descuido.


—¿Cristal? — le llamó por quinta vez el hombre—Solo déjalo así, ya. — le pidió molesto como siempre. 

Su pelea fue la más estúpida, una razón extraña. ¿Motivo? Bueno, cristal no entiende el mundo rítmico que conlleva un abogado de prestigio. O eso fue lo que él le dijo. Pero para cristal esa noche merecía un buen sexo, uno que le quitara esos momentos de tensión, por que no recuerda cuando tuvieron sexo, pareciera e fue hace casi ocho meses, el mismo tiempo que tiene la hermosa, joven, inteligente y simpática socia de trabajo en la firma de abogados donde trabaja Lucas. 

—Lucas… — el hombre respondió con un sonido ahogado, cosa que fue fácil para ella poder entender como un “¿Qué?” —tengamos sexo. 

—¿Qué? — abrió sus oscuros ojos son poder entender a su opaca esposa. No es que le diera alguna reacción el tener sexo con su esposa, pero hace bastante tiempo que no tiene una erección por verla desnuda, tampoco siente deseo ni ganas—Deja de decir tonterías y duérmete, son casi la dos de la madrugada. — sentenció creyendo que aquello quedaría de esta manera tan extraña. 


El silencio gobernó unos minutos más. Cristal seguía sentada a orilla de cama, con la cabeza metida entre sus pensamientos para nada juiciosos. 

—¿Es que ya no te parezco atractiva? — aquello que salió de su boca no fue muy bien pensado, por que al terminar la pregunta selló sus labios en una forma apurada. 

Lucas volvió a despertar con aquella pregunta, se cuestionó en segundos. ¿Ya no? Eso fue lo primero, sus ojos volvieron al lugar donde estaba Cristal. Le miró sin que ella se diera cuenta. Vio que la pijama que usaba ese día-que por cierto jamás noto-era un camisón poco ajustado a su cuerpo, dejando a flote esas caderas anchas y unas curvas casi marcadas, pero con inconsistencias. Solo eso bastó para poder volver hacerse esa pregunta, ¿le parece aún atractiva? Ni una erección, ni emoción surgió en su interior. 


—No pienses de esa forma, date valor en todo esto. — no tuvo el valor suficiente para decir la verdad, así que lo evadió con algún comentario hiriente pero motivador. 


—Dormiré en la sala. — anunció ella. Las lágrimas acumuladas en sus ojos, junto a la pesadez en su corazón provocaron que su voz saliera diferente, ahogada, dolorosa con miedo. 

Lucas supo que la regó, no es su intención decir o hacerla sentir mal, pero verdaderamente no siente lo mismo. Sus sentimientos ahora van dirigidos a otra belleza exótica que le cautivó desde el primer día le vio.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Amor Y TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora