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La casa de la señora Styles me fascinó. Era blanca, las molduras y la ornamentación color lavanda y la puerta principal de un tono azul huevo de petirrojo. Una tiene que respetar, cuando no temer, a una mujer que tiene las agallas de pintar su casa con esos colores. El porche, que abarcaba dos lados de la casa, era amplio y elegante, lleno de helechos y palmas, con unos ventiladores instalados para que corriera una suave brisa cuando la naturaleza dejaba de hacer su trabajo. Rosas de distintos tonos lanzaban destellos de color. Unas gardenias de color verde oscuro, cargadas de flores blancas, adornaban los dos lados de la escalera.

Pero Harry no aparcó en la calle para que entráramos por la puerta principal. Siguió por la entrada de los coches y aparcó detrás de la casa. Me condujo hasta la puerta de atrás que daba a un pequeño vestíbulo y luego a la cocina, que había sido modernizada sin sacrificar el antiguo estilo. Su madre nos esperaba ahí dentro.

Roberta Styles no era el tipo de mujer a la que se podría describir como robusta. Era alta y delgada, y llevaba el pelo corto y un peinado muy chic. Harry había heredado de ella los ojos verdes y penetrantes y su pelo oscuro. El de ella ya no era oscuro y, en lugar de dejar que encaneciera, se había teñido de rubio. Aunque todavía era muy temprano, ni siquiera eran las ocho, ya se había maquillado y se había puesto unos pendientes. Sin embargo, no se había vestido especialmente. Llevaba un pantalón corto color café claro, una camiseta color aqua y unas hawaianas normal y corrientes. Tenía las uñas de los pies pintadas de color rojo bombero y en el pie izquierdo lucía una cadenita.

Era mi tipo de mujer.

—____, cariño, no me lo podía creer cuando Harry me dijo que te habían disparado —dijo, abrazándome muy suavemente—. ¿Cómo te sientes? ¿Quieres un poco de café, o una taza de té?

Era así de sencillo, y yo tenía ganas de que me mimaran. Ya que a mi propia madre se lo tenían prohibido, la madre de Harry había ocupado su lugar.

—Un té me parece estupendo —dije, y ella se giró de inmediato hacia la pila, llenó de agua una tetera de diseño antiguo y la puso al fuego.

—Yo te habría preparado té si me lo hubieras pedido —dijo Harry, frunciendo el ceño—. Creía que te gustaba el café.

—Me gusta el café. Pero también me gusta el té. Además, ya he tomado café.

—El té da una sensación que no da el café —explicó la señora Styles—. Tú siéntate a la mesa, ____, y no intentes hacer nada. Todavía debes sentirte un poco débil.

—Estoy mucho mejor que anoche —dije. Le obedecí y me senté a la mesa de madera—. En realidad, hoy me siento bastante normal. Anoche fue… —dije, y acabé haciendo un gesto de más o menos con la mano.

—Ya me lo imagino. Harry, tú vete al trabajo. Tienes que atrapar a ese chalado y no lo conseguirás quedándote aquí sentado en mi cocina. ____ estará muy bien conmigo.

Daba la impresión de que Harry se mostraba reacio a partir.

—Aunque tengas que ir a cualquier sitio, ella debe quedarse aquí —le dijo a su madre—. No quiero que por ahora vean a _____ en público.

—Lo sé. Ya me lo habías dicho.

—No tiene por qué hacer nada que la canse después de haber perdido tanta sangre ayer.

—Lo sé. Ya me lo habías dicho.

—Es probable que intente convencerte para que…

—¡Harry! ¡Ya lo sé! —dijo ella, exasperada—. Ya hemos hablado de todo esto por teléfono. ¿Acaso crees que me estoy volviendo senil?

Muerto de Amor (1)Where stories live. Discover now