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Esa noche tuve una pesadilla, lo cual no era nada raro si se tiene en cuenta todo lo que me había ocurrido. Puede que ya hubiera tenido varias pesadillas, pero mi subconsciente descarta ciertas cosas con la misma facilidad con que yo lo hago en estado consciente. No suelo tener pesadillas. Mis sueños suelen ser sobre cuestiones de todos los días, con pequeños detalles curiosos porque para eso están los sueños, ¿no? Por ejemplo, yo estoy en Cuerpos Colosales con un montón de papeleo de que ocuparme, pero los clientes no paran de interrumpirme porque la mitad quiere que los deje desnudarse para hacer los ejercicios en las bicicletas estáticas, mientras que la otra mitad opina que aquello sería una grosería, lo cual es verdad. Ese es el tipo de cosas con que sueño.

No soñé que me disparaban. No había nada que soñar con eso, excepto el ruido y la quemazón en el brazo, lo cual no da para mucho. Sin embargo, el accidente de coche conservaba miles de detalles en mi subconsciente. No soñé que me saltaba otra señal de Stop. Al contrario, iba con mi Mercedes rojo, el que tenía cuando me divorcié de Jason y que luego cambié por el blanco. Iba por un puente colgante muy alto cuando, de pronto, perdía el control del coche y empezaba a dar vueltas. Todos los otros coches me golpeaban y cada golpe me acercaba más y más al borde del puente. Y de pronto supe que el próximo que me diera me lanzaría al vacío. Vi cómo se acercaba ese último coche a cámara lenta. Después, el impacto, un golpe muy fuerte que empujaba el Mercedes hasta la barrera y lo hacía caer.

Me desperté con un sobresalto, con el corazón desbocado y temblando de pies a cabeza. Era yo la que temblaba, no mi corazón. Quizá también temblara mi corazón, pero no había manera de saberlo. Sólo sentía que me martilleaba. Y Harry estaba inclinado sobre mí, su gran sombra protectora en la oscuridad de la habitación.

Me acarició el vientre, me cogió por la cintura y me estrechó en sus brazos.

—¿Una pesadilla?

—A mi coche lo empujaban por un puente —murmuré. Seguía medio dormida—. Un desastre.

—Ya, me lo imagino. —Harry tenía su propia técnica para reconfortarme, que consistía en taparme con su propio cuerpo. Le rodeé la cintura con las piernas y lo acerqué a mí.

—¿Te sientes bien como para hacer esto? —inquirió, aunque era un pelín tarde para preguntar porque sentí que ya se deslizaba dentro de mí.

—Sí —contesté de todos modos.

Tuvo mucho cuidado, o al menos lo intentó. Se mantuvo apoyado sobre los antebrazos, moviéndose lenta y regularmente, hasta el final, cuando dejó de ser lento y regular. Pero no me hizo daño. Y si me hizo daño, estaba demasiado excitada para darme cuenta.

El día siguiente fue una especie de repetición del día anterior, con la diferencia de que hice más estiramientos y yoga y me sentí mucho mejor. El brazo izquierdo todavía me dolía si intentaba recoger alguna cosa, lo cual forzaba el músculo, pero podía manejarlo bastante bien si lo hacía con movimientos lentos y sin gestos bruscos.

Vi que el arbusto que Harry me había comprado sobreviviría, si bien necesitaría una semana entera de cuidados y mimos antes de que aguantara el brusco cambio de plantarlo en el jardín. Puede que Harry no entendiera la idea de planta de interior, pero la había comprado para mí y le tomé cariño a la pobre criatura. Empezaba a tener una especie de claustrofobia debido a mi estado de inactividad, así que salí al jardín y miré dónde podría plantarlo. Debido a lo antigua que era la casa, la vegetación de los alrededores estaba muy crecida, pero sólo había arbustos y ninguna flor, y pensé que vendría bien algo de color. No era la estación adecuada para las flores. Quizás el próximo año…

El calor y el sol le agradaron a mi piel. Estaba aburrida de ser una inválida y ansiaba sentir el subidón de unos buenos ejercicios. Tenía tantas ganas de volver al trabajo que me dolía y me enfadaba no poder satisfacer mi deseo.

Muerto de Amor (1)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ