Parte 2: Honor

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Hacía rato que las luces se habían puesto; Sachiko caminaba con paso ligero por uno de los interminables pasillos del palacio del Daimyo. La habían ataviado con un kimono suave de color azul, y habían sujetado sus cabellos con un velo de seda blanca. Si debía de formar parte de la corte de Kurēn Kyoko, aunque fuera en calidad de guardia, debía presentar una apariencia correcta.

Sachiko había atraído muchas miradas al legar al palacio, tanto por su juventud como por su belleza serena y fría, con cierto aire de insolencia que, no obstante, resultaba peculiarmente atractivo. Esto había contribuido a acrecentar los nervios que la muchacha sentía. Al menos le dejaban conservar su katana, un arma sencilla que le habían proporcionado en la Escuela Kurēn, sin apenas decoración en la empuñadura o la vaina, pero con una hoja precisa, lo cual aportaba algo de seguridad a la muchacha.

Sachiko se arrodilló frente a la puerta que le habían indicado y llamó calmadamente. Le sudaban las palmas de las manos y temía cometer un error al entrar en la habitación, pero abrió correctamente la hoja de la puerta y no olvidó el protocolo. En el interior de la estancia había un grupo de jóvenes reunidas en torno a una mesa pequeña.

Todas eran mayores que ella, eso le fue fácil adivinarlo. Algunas tenían cierto parecido físico, y vestían kimonos ostentosos decorados profusamente con motivos florales. Sin embargo, los ojos de Sachiko se detuvieron en una de ellas en concreto.

Tenía el pelo largo, oscuro y aceitado, y despedía un intenso olor a rosas frescas. Su kimono coral era más sencillo que el de las otras jóvenes, pero su calidad era infinitamente superior: las grullas bordadas sobre el fondo anaranjado estaban dibujadas con hilo de oro. Su rostro era casi perfecto, con los ojos grandes y sorprendentemente grises, las pestañas tupidas, las cejas perfectamente delineadas. Algo se removió dentro de Sachiko cuando sus ojos pasaron por los labios de la joven: había algo obsceno en ellos. Supo a ciencia cierta sólo con verla que ella era Kurēn Kyoko, la prometida del Emperador. Al recordarlo, le invadió la incomodidad. Sachiko se arrodilló formalmente ante Kyoko.

- No te inclines así ante mí, Sachiko-chan. Odio las formalidades.- la joven samurai se sorprendió al ser llamada por su nombre de pila. No sabría determinar si le gustaba.- En esta habitación estamos entre amigas. Guarda el respeto para cuando me acompañes en calidad de guardia. Hoy eres mi invitada.

Kyoko instó a la muchacha a sentarse frente a ella. La mesa estaba plagada de dulces y frutas azucaradas; también había varias botellas vacías de sake. La tez sonrojada de las muchachas sugería que estaban ebrias. Sachiko rechazó el sake que le ofrecieron.

- Mi hermano habla muy bien de ti, Sachiko-chan. Dice que eres realmente ágil con la espada. Espero que algún día nos hagas una demostración.- Kyoko bebió un largo trago de sake.

- Será un honor para mí, Kurēn-sama.- acertó a balbucear Sachiko. Jamás había pensado que un grupo de mujeres podía ser tan desinhibido en la intimidad.

- Oh, por favor, no me llames así. Mi nombre es Kyoko. Más de la mitad de este palacio se apellida Kurēn, y nunca sé si me están hablando a mí.- La hija del Daimyo sonrió con calidez.- ¿Esa katana es el arma con que vas a defenderme?

Sachiko llevó la mano a la empuñadura, acariciándola instintivamente.

- Esa es mi misión, mi señora.

- ¿Podría verla?

Sachiko desenganchó la funda de la katana del obi-age y la colocó sobre su regazo. Se sintió ligeramente avergonzada por la sencillez del arma, pero las otras jóvenes parecieron encantadas. Una de ellas acercó su mano para alcanzar la empuñadura, lo que aceleró súbitamente el corazón de Sachiko. No obstante, Kyoko fue rápida y golpeo fuertemente la mano de la cortesana con su abanico.

- ¡Qué falta de respeto!- la hija del Daimyo había fruncido el ceño graciosamente.- Achacaré tal grosería hacia mi invitada a que tienes mas sake dentro que cualquier otra cosa, Doji Mineko, pero no quiero volver a presenciar una descortesía semejante.- Kyoko suspiró resignada.- Ya me has hecho enfadar. ¡Vete! ¡Marchaos todas de aquí! La noche estaba siendo perfecta. Dejadme a solas con Sachiko-chan.

Las jóvenes abandonaron la habitación apresuradamente a excepción de Sachiko, que se hallaba enormemente sorprendida. No habría esperado tanta determinación en la hija de un noble, y agradecía enormemente el no haberse visto en la encrucijada de la afrenta que podría haber significado el que la ebria cortesana hubiera tocado su espada, pero se preguntaba hasta qué punto sería bueno que la futura esposa del Emperador tuviera ese temperamento. Acaso estaría demasiado consentida.

- Cuando llevas toda tu vida encerrada con tanta gente, y todas se deshacen por cumplir tus deseos, terminas por odiarlas.- Kyoko parecía algo abatida.- Siempre me dicen lo que quiero oír. Sus palabras se han convertido en veneno para mí. Por eso, Sachiko-chan, espero que tú siempre me digas lo que piensas.

Se hizo un incómodo silencio entre ambas jóvenes. Sachiko no sabía como reaccionar. Si bien había sido educada con firmeza, las sutilezas de la vida diaria femenina habían sido una lección que había estudiado brevemente. Finalmente, Kyoko se levantó para sentarse junto a ella, rompiendo el silencio, y le puso en las manos una peineta de marfil.

- Quiero que me cepilles el pelo antes de irme a dormir, y luego podrás marcharte.- Kyoko desprendió las agujas que sujetaban su larga melena.- Lamento que hayas presenciado todo esto, pero tienes que entender... yo... necesito alguien en quien confiar, Sachiko-chan.

La joven no respondió, sino que se limitó a deslizar el peine con suavidad por la larga melena de la hija del Daimyo. Se preguntó a sí misma cuántos hombres no habrían muerto o asesinado por la suave curva que dibujaba la nuca de Kurēn Kyoko, cuántos Daimyos de otros clanes no habrían sido esclavizados por la dulce mirada de sus iris grises, si su destino no hubiera estado ligado al del Emperador.

LA GUARDIA DE LA GRULLAWhere stories live. Discover now