Parte 3: Caída

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La luna brillaba pálidamente sobre la terraza, reflejándose en el suelo de madera pulida. Era el tercer verano que Sachiko pasaba sirviendo en el palacio del Daimyo; ese otoño cumpliría diecisiete años, y su señora diecinueve. Faltaba poco para que Kyoko contrajese matrimonio con el hijo del Emperador, y esa era una idea oscura que atenazaba con fuerza el corazón de Sachiko, sobre todo a sabiendas de que era algo que ella no podía cambiar. Cerró los ojos y dejó que la brisa estival removiese su cabello.

No habían sido pocas las veces que habían intentado matar a la hija del Daimyo, y por suerte, ella había sido lo bastante rápida para impedirlo. Y sin embargo, mientras más eficiente era ella en su trabajo más le atemorizaba la idea de que algún día el pulso le fallara y Kyoko se reuniera con sus ancestros.

Sachiko no había vuelto a ver a su padre desde aquella vez que se despidieron en la Escuela de Bushi. Tal vez fuera mejor así, ya que las restricciones de su puesto eran amplias: no podría tomar posesión de las tierras de su familia, no podría conocer varón o engendrar hijos. Pero lejos de entristecerla, la perspectiva de permanecer junto a Kyoko compensaba con creces todos aquellos sacrificios. Para Kyoko, ella no era una Bushi, ni una futura heredera, ni una jovencita con mal carácter. Kyoko no juzgaba sus palabras o acciones, no recriminaba sus errores. Tal vez por eso le tenía tanto miedo.

- Sachiko-chan.

Aquellas palabras habían llegado a arder en sus oídos pronunciadas por su voz empalagosa. Sachiko se giró y observó la silueta de Kyoko recortada en la puerta.

- Sachiko-chan.-repitió.- No has venido a verme esta noche. Estoy francamente decepcionada. Esperaba que tu compañía hiciera más amena la reunión con mis primas.

- Sumimasen, Kyoko-san.- Sachiko había tardado un año entero en aceptar llamarla por su nombre de pila.- Vuestro padre había reclamado mi presencia para unos asuntos de importancia. Mañana tendré que marcharme, pero espero estar de vuelta antes de la Tanabata.

- ¿Ya te marchas?- Kyoko había salido también a la terraza. En sus ojos se reflejaba un profundo disgusto. Sachiko tragó saliva. No le gustaba hacerla enfadar.- El invierno ha sido largo... no hace ni dos semanas que has llegado. Apenas si hemos salido a pasear.

- El invierno también ha sido largo para mí.- Sachiko agachó la cabeza. La estación fría siempre era difícil. Había empezado a rezar para que Kyoko estuviese sana a su regreso. Quería seguir con firmeza el Código del Bushido, quería recavar honor para sus ancestros... pero Sachiko no era capaz de quitarse de encima el sentimiento de culpa que la embargaba cuando pensaba en Kyoko. Al principio había intentado negárselo, se había odiado por ello. Pero la deseaba. Con todo su ser. Y sabía que no podría tenerla.

- Entonces quédate conmigo, Sachiko.

- Mi deber es obedecer las órdenes del Daimyo.- murmuró como única respuesta. Kyoko suspiró.

- Y tu deseo es quedarte entre mis brazos.

Sachiko alzó la cabeza, sorprendida. La sangre golpeaba sus sienes violentamente.

- ¿Realmente pensabas que no me daba cuenta Sachiko?- Kyoko la miraba con cierta dureza.- Pero no, no es eso lo que me duele. Realmente me molesta que no te hayas dado cuenta de que de la misma forma que yo he apuñalado tu corazón, joven guerrera, tú lo has hecho con el mío. No eres consciente de tu poder, de tu encanto. Desde el primer momento me habías atrapado. La joven tímida y silenciosa, tan correcta, tan educada, tan inalcanzable... Eres fuerte, Sachiko, todo lo que yo siempre quise ser. Tu libertad, a pesar de todo, es más grande que la mía. Y por eso deseaba estar siempre a tu lado, y beber de tu fuerza, de tu independencia y de tu serenidad.

Sachiko se sentía como si la hubieran abofeteado, incapaz de reaccionar. Movió la mandíbula para intentar responder, pero no fue capaz de emitir ningún sonido. Kyoko se acercó aún más a ella, y pudo percibir su olor tibio y dulce.

- Y no he sido la única que ha puesto sus ojos en ti. Los amigos de mi hermano han hecho generosas ofertas que mi padre ha tenido a bien rechazar bajo mi consejo. Al principio me sentía celosa; la posibilidad de que encontrases a alguien y te apartaras de mi lado era dolorosa. Pero luego te vi sufrir por mí, no dormir por mí, suspirar por mí. La suerte me sonreía.- Los ojos de Kyoko eran un hechizo poderoso.- Era perfecto. No puedo amar a ningún hombre porque estoy prometida al Emperador. Seré su esposa, daré a luz a sus hijos. Pero una mujer... una mujer no deja marcas, no levanta sospechas, no pone semillas en otro vientre. Soy feliz porque puedo tenerte, porque puedo desearte, Sachiko. Pueden emparejarme con todos los hombres del País Esmeralda, Sachiko, pero siempre voy a pertenecerte.

La joven samurai había permanecido muda. Tenía un nudo en la garganta que le impedía hablar; las lágrimas le quemaban en el fondo de los ojos. Instintivamente extendió los brazos y estrechó a Kyoko entre ellos. Las dos jóvenes tenían una estatura similar, de manera que para la hija del Daimyo fue fácil sorprender a Sachiko con un beso largo y húmedo.

- Sé que te irás igualmente, Sachiko-chan.- susurró Kyoko con dulzura.- Y puedo entender que es tu deber. Por eso tengo un regalo para ti.

Las dos jóvenes entraron en la pequeña habitación donde solían reunirse las cortesanas con la futura esposa del Emperador. Sobre la mesa había un pequeño bulto envuelto en seda roja. Las manos de Sachiko se deslizaron sobre él temblorosas, aún conmocionada por todo lo que estaba sucediendo. Si hubiera tenido el valor suficiente.... Y ahora se enfrentaba a la muerte, a la soledad. Eso nunca le había asustado, pero ahora tenía una razón más poderosa que nunca para regresar.

La seda se deslizó suavemente hasta el suelo, descubriendo poco a poco una hermosa katana cuya empuñadura y vaina eran de un blanco impoluto, tan brillante que dañaba la vista. Sachiko no pudo evitar la tentación de desenvainarla; la hoja era finísima, perfecta, y cerca de la guardia llevaba grabado el kanji "Kyoko".

- Kyoko, yo...

- No voy a perder mi tiempo ofreciéndotela las tres veces de cortesía. Lo único que quiero es que la abraces como me abrazarías a mí las noches que duermas lejos de mi calor. Hikari-no-jutsu es una promesa, Sachiko. La promesa de que pase lo que pase, te esperaré.- Kyoko cogió el arma y se la colocó sobre el regazo. – Pero a cambio esta noche, Sachiko-chan... Esta noche eres mía. Y ni la mismísima Amateratsu podrá arrancarte de mi lecho.

LA GUARDIA DE LA GRULLAWhere stories live. Discover now