Ante ojos ajenos.

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La mañana pasa con un flujo de trabajo incesante.
Al mediodía tocan mi puerta y Luke entra con un enorme ramo de rosas blancas.
La tarjeta me saca una estúpida sonrisa.

Quiero detener el tiempo contigo.
Christian.

Suspiro con el corazón en un puño.
Es una frase preciosa.
Tocan la puerta y José asoma la cabeza. Sonríe enseñando su perfecta dentadura. Es un hombre muy guapo, de unos treinta año, pero nada comparado con mi ruso. Bueno, en realidad, nadie se compara a él.

-Hola, Ana.
Sonrío.

-Pasa, José. Te tengo un pre-contrato listo -le digo poniéndome de pie y recogiendo mi mesa.

-Gracias, Ana. Eres mi salvación -dice. Viene hacia mí y se lo tiendo.

-Nah. No ha sido nada que te cueste menos que un entrecot en Margot -propongo y él sonríe.

-Eso está hecho, ángel. ¿Querrás vino? ¿Postre? Incluimos la cena si quieres. -Sonrío con timidez dejándole sin aliento
-. ¿Y estas rosas? -pregunta.

-Ah. Se han equivocado -me limito a decir y él asiente.
Bajo la mirada guardando mi móvil en el bolso cuando me sobresalto con un golpe seco y veo a Christian en la puerta con cara de pocos amigos. Con una mano metida en el bolsillo y la otra aún en el aire de haberle pegado ese tal golpe a la puerta y una mirada aterradora dirigida hacia mí.
Palidezco hasta helarme.

-Buenas tardes, señor Grey -dice José amable.

-Buenas. Ana, tengo que hablar contigo -Abro la boca la contestarle y me corta-. Ya.
Le miro incrédula. Está realmente furioso.
¿Qué ha pasado con mi ruso cariñoso de esta mañana?
Miro a José.

- ¿Te importa darme unos minutos?
Asiente.

-Claro. Te veo fuera -dice-. Señor.
Asiente con la cabeza a Christian y se esfuma como el aire.
Miro al enorme hombre frente a mí. De por sí es enorme pero en estos momentos lo es más.

- ¿En qué puedo ayudarle señ...?

-Déjate de estupideces y llámame por mi nombre como lo hacías anoche mientras te deshacías en mis manos.
Trago saliva y me sonrojo de deseo al recordarlo.

-Por Dios, habla más bajo -le digo y él anda hacia mí.

- "¿Se han equivocado?" -repite con rabia mis palabras refiriéndose a las flores.

-Me ha pillado desprevenida. -Gruñe-. ¿Qué quieres que le diga?

- ¿Quién más a parte de tu novio te regalaría rosas?
Bufo.

-No pienso decir eso. -Aprieta los labios y exhala por la nariz conteniendo a duras penas su enfado-. Deja de regalarme flores.

-Te regalaré todas las flores que me dé la gana -dice arrogante.

-Claro, las normas son solo para mí. Tú haces lo que te sale de los cojones cuando te comen los celos.
Me mira perplejo y enfadado, y se enfurece aún más cuando va asimilando mis palabras.

-Celos... -gruñe en voz baja la palabra como si le quemara en la boca.

- ¿Ya no te importa mi seguridad?
Niega con un suspiro.

-No. Las cosas han cambiado.
Me cruzo de brazos a la defensiva.
El olor de su perfume me llega cuando se pone muy cerca.

-Christian... Me vuelves loca.
Sonríe con arrogancia y me rodea el cuerpo con sus brazos por la cintura y los hombros pegándome a él. Se inclina y me besa los labios castamente.

Cisne blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora