Prólogo

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Maldito el momento en que pensé que era una buena idea ir justamente ese día a su casa.

Después de algo más de un año, se suponía que Alfred no debería haber tenido nada mío con él, aparte de un trozo de mi corazón que, me gustara o no, nunca volvería a ser exclusivamente mío.

Podría haberme quedado en casita cuando la alarma social empezó, pero no, tenía que demostrar que era capaz de gestionar yo solita una reunión en Universal sin Javier. El pobre tenía fiebre y estaba asustadísimo ante la posibilidad de tener el virus y contagiármelo y, como en ese momento aún no se habían cancelado los conciertos, no quiso arriesgarse a pegármelo.

Y ahí fue cuando unas malditas paletas separadas hicieron que volviera a perder la cabeza y cogiese unos papeles de un contrato que no era mío. En mi defensa, diré que no fue mi culpa que él estuviera en Universal justo en el momento en el que tenía que ir yo a recoger la documentación de mi nuevo proyecto antes de volver a Barcelona.

Y ahí estábamos, mirando la televisión, con la boca abierta y maldiciendo en nuestro interior el mensaje que estaba dando el presidente del gobierno desde Moncloa.

"La irresponsabilidad nos ha llevado a tener que tomar estas medidas excepcionales, aunque necesarias, para poder controlar los contagios de COVID-19, ya que la falta de seriedad en el cumplimiento de las medidas iniciales ha supuesto un aumento de los contagios en un 40%. Es por ello que, como presidente del gobierno, y al amparo del artículo 116 de la Constitución, hago entrar en vigor una nueva ley orgánica por la cual se prohíbe expresamente la salida del hogar o domicilio donde se encuentren desde este mismo instante.

Las compras de alimentación y fármacos serán realizadas por funcionarios de la administración pública debidamente equipados y protegidos, teniendo cada calle un funcionario asignado. Del mismo modo, en caso de requerir atención sanitaria, esta se recibirá en casa y, si fuera necesario algún desplazamiento, la persona enferma no podrá ser acompañada por nadie más que por el personal sanitario asignado.

Dada la gravedad de la situación, los científicos prevén que estas medidas se mantengan un mínimo de 20 días [...]".

No pude escuchar más. Apagué la televisión intentando asimilar la noticia.

20 días. 20 días con sus 20 noches y solamente con él. Porque sí, me había dejado el teléfono en casa. Que empiecen los juegos del hambre.

Odio que no te odioKde žijí příběhy. Začni objevovat