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Hagamos una pausa y volvamos el reloj un par de días antes, más específicamente, volvamos al viernes

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Hagamos una pausa y volvamos el reloj un par de días antes, más específicamente, volvamos al viernes.

Caleb había pasado una muy mala noche pensando, una y otra vez, en su conversación con Nathaniel y lo que éste le había dicho con la mayor de todas las malicias.

Él sabía que era mala idea seguir su consejo, caer de nuevo en su juego, en su experimento "amoritivo", pero él tenía toda la razón.

A estas alturas el riesgo era, en verdad, ninguno: ya todos sabían lo que tenían que saber, ya todos estaban al tanto de lo que habían estado ocultando el príncipe y él. Ya solo quedaba darle una conclusión al juego previo y empezar el partido de grandes ligas.

–¿Y si me rechaza? –preguntó Caleb al aire deambulando a ciegas, de un lado a otro, oculto dentro del, todavía vacío, salón de clase.

–¿Y si no? –contra pregunta la idea vistiendo, de nuevo, el rostro y la voz de Nathaniel; –¿Lo vas a dejar ir por una simple y cobarde falta de confianza? ¡Vamos, amigo mío! ¡Puedes hacerlo mejor!

Estaba nervioso.

Las directas palabras de aquel Nathaniel imaginario eran, como siempre, un balazo justo en el corazón, un disparo que le mataba toda capacidad de razonamiento y toda necesidad de retractarse. Dos pájaros de un tiro.

Escucharlo era, por dar un ejemplo, como saltar en bungie, pero sin bungie. ¿Se entiende?

La idea sabía cómo y cuándo abrir la compuerta del avión en movimiento y empujarlo sin paracaídas para, luego, verlo caer en picada y sin frenos.

Y justo eso había empezado a maquinar aquella idea, aquel maléfico Nathaniel imaginario que solo está en su cabeza y que, en las peores situaciones, viene a hacer de las suyas solo para atormentarlo.

Pero él insistía en que la cosa, o el efecto de la cosa, la fulana idea, tenía ese rostro simplemente porque quería culparlo a él y solo a él de su estado emocional.

Aquel imaginario debería ser él mismo.

Aquella voz debería ser la suya.

Aquella figura que surgía de su tan insistente y malintencionada imaginación debería ser un reflejo de sí mismo y no una burda copia de su mejor amigo.

–Entonces ¿lo harás? –le pregunta el falso Nathaniel, sonriéndole mientras lo guía hasta la puerta; –¿Conquistaremos ese frágil imperio?

–Definitivamente –respondió Caleb con una sonrisa más calmada y la mirada menos intranquila.

–¡Eso quería escuchar!¡Será mejor que...!

–Pero lo haré a mi manera –dijo súbitamente interrumpiendo al invasivo fantasma; –Así que te aconsejo sentarte a mirar nada más. Éste no es asunto tuyo.

Sensible e insensato -Privilegio- ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora