Ten Seconds

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Era... complicado.

Muy complicado.

¿Demasiado complicado?

Con alguien como Louis no se podía aspirar a la sencillez, eso estaba claro.

En fin, lo cierto es que de un tiempo a esta parte todo se estaba tornando... complicado. Partiendo del asesinato de Tem, las medidas y restricciones en la escuela, la desaparición de Haru y la participación del ciervo en una agrupación de leones de dudosa fiabilidad.

Quizá el termino "complicado" empezaba a quedarse corto para definir todo aquello que les rodeaba. 

Y quizá tampoco debería haber salido aquella noche de la escuela buscando la silueta de sus astas.

Todo era culpa de la luna, que parecía haber doblado su tamaño en cuestión de unas pocas horas. Reina serena entre sus súbditas las estrellas. 

Ojalá él pudiera compartir esa serenidad. Ojalá poder reducir la frecuencia de sus latidos cada vez que se acercaba a las inmediaciones de ese inmueble esperando ver... ¿qué?

Sí.

Un herbívoro asomado a la ventana.

Una triste imitación de la mayor tragedia de Shakespeare.

"Tregedia" sonaba peor que "complicado", eso desde luego. 

- Vaya, vaya, ¿a quién tenemos aquí?

Su garganta parecía estar cerrada cuando reconoció la voz, el olor de su interlocutor.

- Abuelita, abuelita... que orejas tan grandes tienes. 

Louis se estaba acercando a su escondrijo, no era la primera vez que daba con él de forma tan eficaz. Quizás su compañero empezaba a acostumbrarse a su olor, a la cadencia de su respiración.

- Son para oírte mejor.

El lobo salió a un claro de luna improvisado.

- Y que ojos tan grandes tienes. 

- Para verte mejor. 

Y menos de lo que realmente le gustaría, si hubiera de ser sincero.

- Y que boca tan grande tienes. 

El ciervo no le dio tiempo a contestar, atrapando su hocico un un beso rápido y salvaje.

Quizá no fuera el único afectado por la grandeza de la luna. 

Louis se apresuró a desabrocharle el citurón, a retirar todo tipo de barreras que pudieran suponer un impedimento para conseguir aquello que anhelaba.

En ese mismo sitio. En ese mismo momento.

Y aunque las garras del lobo hacía rato que acariciaban su pelaje por debajo de la camisa, lo notaba más dubitativo que de costumbre.

A pesar del ardor de su aliento, de su mirada de fuego.

- Louis...

- ¿Sí?

Un susurro contra su cuello, el roce de unos dientes planos.

- No quiero que siempre tenga que ser así.

- ¿Y como quieres que sea, entonces? 

Sus patas hurgaban más allá del ombligo del lobo, en busca de algo que llevarse a la boca. Un aperitivo de lo que tenía pensado esa noche. 

- No lo sé.

Viendo que su respuesta no parecía hacer mella en el entusiasmo del ciervo, lo apartó de sus intenciones, dejándolo contra la pared, la espalda apoyada sobre los ladrillos desgastados, sus garras aferrando las muñecas.

- ¿Qué quieres de mí, Legoshi? ¿Un amigo? ¿Un amante?

- No, es eso... Es complicado.

Complicado, complicado, complicado. Siempre complicado.

- Porque tú quieres verlo así. En serio, Legoshi, ¿por qué no te conformas con esto? Es... divertido, refrescante.

El ciervo intentaba zafarse de su agarre, pero no tenía nada que hacer. El lobo podía ser muy persuasivo si se lo proponía y además su determinación parecía haberse visto afectada por la respuesta de su compañero. 

Fruncía el ceño mientras se mordía el labio.

Esa actitud nunca traía nada bueno para Louis.

- Me gustaría probar algo. 

- Soy todo oídos. 

Louis arqueo la espalda, intentando forzar un contacto, que, por supuesto, el lobo detuvo dejando escapar un gruñido. 

- Jack me ha dicho que... por favor, no te rías, Louis. 

- No lo haré, venga. 

- La forma de saber lo que siente una persona es mirarse a los ojos. 

Un inicio de carcajada repentinamente detenido por el rubor que se extendía por las orejas de Legoshi. Lo cierto es que esa noche su aspecto quitaba el aliento: la luz de la luna le daba a su pelaje un aspecto plateado, sus ojos refulgían con una luz que hablaba de lo salvaje de su naturaleza, sus dientes parecían perlas mortales...

- Es una chorrada, pero me ha dicho que si dos personas aguantan 10 segundos mirándose a los ojos es que no sienten nada el uno por el otro, sin embargo el primero que aparte la vista es...

- ¿Eso quieres? ¿Que perdamos el tiempo mirándonos a los ojos como dos cachorros atontados?

- Sí.

Esa mirada no.

No era consciente de lo que provocaba en el ciervo enfrentarse a esos ojos que gritaban miedo,inseguridad y ternura.

- ... de acuerdo, vale...

Legoshi lo soltó para después volver a atarse el cinturón y colocarse la camisa. El ciervo hizo lo mismo, no quería faltarle al respeto.

- ¿Preparado?

- Vamos.

- Diez.

El lobo inició la cuenta atrás.

- Nueve.

- Ocho.

Los ojos de Louis eran castaños, el reflejo de un bosque en pleno otoño. A veces brillaban tanto como los de un niño, otras parecían esconder cientos de secretos.

- Siete. 

- Seis.

Aquello empezaba a ser complicado para el ciervo. Legoshi parecía sumergirse en su cabeza cuando lo miraba así, parecía entender más de lo que debería, saberlo todo y querer despojarlo de lo demás.

- Cinco.

Todos sus secretos.

- Cuatro.

La historia de su pasado.

- Tres.

Louis no pudo más.

- Esto es una tontería. 

Iba a marcharse cuando Legoshi lo agarró del brazo. Un deseo mudo.

Una sonrisa discreta, empapada de sentimentalismo.

Si algo no soportaba el ciervo era esa sensibilidad propia del carnívoro.

O la forma que tenía de abrazarlo, como si estuviera hecho de cristal. Un cervatillo en brazos de su depredador. 

Pero su miedo no residía en la posibilidad de ser devorado, no.

Sino en todo aquello que el lobo podría arrebatarle aquella noche a través del roce de su cuerpo.

Instinct [Beastars One Shots]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon