INTRODUCCIÓN

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Las consecuencias y repercusiones de múltiples guerras a lo largo de los siglos no culminan con el conteo de aquellos quienes dieron su vida en el campo de batalla, no se terminan reparando el impacto de cada bala y de cada cañón, o limpiando cada gota de sangre, no finaliza izando una bandera en territorio enemigo, no acaba con una firma plasmada sobre un papel que supuestamente asegura la paz. Todas esas guerras siguen vigentes en un espacio al cual no llega la luz de la esperanza y la consciencia de la mente humana. Aún se escucha el eco del disparo de la pistola y retumba la salida del cañón. Podrán pasar generaciones y generaciones, pero esa semilla que ya germinó en mi antecesor, la cultivaré yo, porque así somos, así es el hombre, así es un simple mortal.

No importa el cómo, vale más el causar daño, como sea, a mi adversario, título que se gana todo aquel que no piense como yo, que no defienda lo que defiendo, que no tenga una apariencia similar a la mía, o que simplemente haya pisado primero, al nacer, un territorio que no es sobre el que yo también nací. Las causas que llevan a atentar contra mi semejante pueden ser muchas, pero su si sola presencia significa un peligro inminente para mis intereses, siempre primero mis intereses, entonces debo actuar, y pronto para defender mi posición, mi status, mi imagen, mi capacidad de hacer lo que yo quiera sin que alguien, o algo, me lo impida o condicione.

Solo un mundo como el nuestro se puede convertir en el lugar perfecto para llevar a cabo el plan más malévolo. La población a nivel mundial sería testigo, y otros víctimas, del desarrollo de esta. Los niveles a los que se llegaría son inimaginables: la inmensidad de recursos utilizados, el número de personas movilizadas, la cantidad de gobiernos tomando medidas, decretando leyes, el dinero invertido, y las pobres almas usadas solo para satisfacer el gusto de los pocos. No importan los medios, el motivo que mueve las pasiones más infrahumanas era solo uno, el placer de tener el poder en las palmas de las manos y mirarla con una cara de excitación incontrolable y vergonzosa.

Es así que finalizando la segunda década del siglo XXI, las dos potencias de este planeta no olvidan la costumbre de sus antepasados: anteponerse al otro cuando sea y como sea. Sin darse el más mínimo tiempo de analizar la consecuencias de sus reprochables actos. Cómo si se tratase de un ciclo sin fin, nuevamente, los ajenos a esta disputa por el control total, son bienvenidos a un nuevo conflicto, donde el miedo ya no es por un arma, por un coche bomba, por un chantaje. Se está pasando el límite de lo que abarca la moral, y se está cayendo en un territorio abominable.

El gigante asiático y el imperio de occidente son los protagonistas esta ocasión. Como si se tratasen de dos jugadores ubicados frente a frente alrededor, no del mundo, sino de un tablero, donde las piezas no son de ajedrez, somos cada uno de nosotros, y donde somos vulnerables no a perder a nuestra reina, sino a perder nuestras vidas. Ellos nos mueven y manejan a su antojo, según les convenga. Y donde hay dinero, la palabra imposible no tiene cabida.

Uno de los numerosos laboratorios escondidos entre uno de los tantos frondosos bosques a lo largo del país del norte, sería el lugar perfecto para llevar a cabo lo que es y pudo llegar a ser. Solo es cuestión de hipnotizar a los seres sin alma que se prestaron a los titiriteros, apartarse a un lugar alejado y escondido, invertir todo lo necesario, absolutamente todo, trabajar y trabajar hasta lograr resultados, y, finalmente, salir al campo de batalla cargando el arma que apunta al país del este.

Se convertirá en la coartada perfecta para que el villano se transforme en el salvador. Pero muy rara vez todo resulta de acuerdo a lo planeado, o ¿olvidamos que esto es una guerra en el siglo XXI?

DETRÁS DE WUHANWhere stories live. Discover now