HELENA - CAPÍTULO 2

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-¡¿Con una rubia?!-Gritó María en medio de la cafetería, todos la miraban-¡Seguro que era mazo de fea! Y la más puta por supuesto.

Yo me reía mientras ella maldecía una y otra vez a Luis.

-Me sorprende que estés así de bien, Helena.

-He anulado mi humanidad como los vampiros, no siento dolor.

-Tú eres gilipollas.

-Te lo digo en serio, me he mentalizado. Aparte, ese chico me...

-Espera, espera, espera-Dijo levantando una mano- ¿Qué chico?

-El que apareció en mi casa.

-¿Que qué? ¡HELENA ES EL DESTINO!

-¿Pero qué dices?

-Que sí, que sí, cortas con Luis y ese mismo día aparece un chaval en tu piso. ¡Helena, la vida te sonríe!

-Tú eres tonta, si se había tirado a Laura la noche anterior. Y luego cuando vino a mi piso también o sea que...

-¿Laura la guarra? Flipo, pero si es feísima.

-Y el muy guapo.

Seguimos hablando del tema y poco a poco Luis empezaba a desaparecer de mi mente. Aquel domingo me lo pasé entero con María, yendo de tiendas y cenando fuera. Estaba haciendo todo lo posible por animarme y yo se lo agradecía de corazón.

Llegamos a las doce a mi piso, yo estaba agotada, pero al parecer María no, ya que propuso irnos a una discoteca que estaba por aquí cerca, en el mismo barrio.

-¡Vamos al Lobo! Venga Helena por favor.

Yo a regañadientes dije que sí y María empezó a gritar de emoción. Me empujó al armario, quería que me cambiara lo más rápido posible.

María lo tenía todo planeado desde el principio, se había comprado un conjunto esa tarde y a mí me había obligado a hacer lo mismo.

Ella se había comprado una falda y un top a juego, eran bastante bonitos. El top le subía las tetas hasta el cuello, normal, tenía demasiadas. La falda le hacía un culo espectacular, ya que era bastante ceñida. Me pidió unos tacones negros, todo junto le quedaba perfecto.

Yo en cambio me había comprado un vestido azul marino con vuelo en la falda, me quedaba perfecto con unos tacones dorados que me compré para la noche buena de hace dos años. María, agobiada ya, me arrastró hasta el baño y comenzó a plancharme el pelo. Ella se hizo una coleta con tupé y a mí me dejó el pelo tal cual, liso. Me negué en rotundo a que me pintara los ojos.

Salimos de mi piso a la una menos cuarto y en menos de diez minutos ya habíamos llegado a la discoteca.

Nada más llegar a la puerta María llamó al gorila que había en la entrada. Tenía un tatuaje que le cubría todo el cuello, intimidaba bastante.

-¡María!-Gritó el armario andante sin dejar de mirar su escote- ¡Hacia mucho que no te veía!

-¡Carlos! Es que me han cambiado el turno en el trabajo y claro... Bueno, nos vamos a poner a la cola.

Sabía perfectamente lo que estaba intentando hacer con esa voz de cordero degollado, quería colarnos sin tener que esperar esa cola que daba la vuelta a la manzana.

-Espera, espera-El tal Carlos nos hizo un gesto con la cabeza mientras quitaba la valla roja-. Pasar anda, no voy a dejar que dos bellezas hagan cola en mi local.

María y yo le dimos las gracias con la mejor sonrisa que teníamos y pasamos directamente al interior.

La música me retumbaba en los oídos y mientras que la gente nos apretaba o empujaba, todas las miradas se posaban en nosotras, bueno, en el escote de María.

El amor no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora