Capítulo 9. Gris

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When September Ends

Por KaedeRavensdale

Traducción por Alyssa S.

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Capítulo 9

Gris

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Cuando Harry se despertó, yacía acurrucado en una cama suave con satén pegado a su barbilla y unos brazos fuertes rodeando su cintura. El aliento de Tom rozaba contra su cuello en cálidas bocanadas. Los pájaros cantaban alegres en el exterior y la pálida luz del sol de la mañana se filtraba por la ventana de su habitación. Todo estaba bien. Nunca se había sentido así de bien en mucho tiempo.

El ojiverde se estiró, sus articulaciones soltaron estallidos satisfactorios mientras lo hacía, y se volteó aun en el suave agarre de su esposo para observarlo. Tom seguía dormido, su cabello era un desastre salvaje que rivalizaba con el suyo y su rostro reflejaba tranquilidad y serenidad. Los parpados revoloteaban un poco mientras soñaba. Él sonrió y extendió su mano para rozar con las yemas de sus dedos lo largo de sus mejillas y puente de su nariz, maravillándose ante el hombre que estaba a su lado.

Se sintió cómodo por primera vez en... no estaba seguro por cuánto tiempo. Seguro en el hecho que su vida había vuelto a ser estable. Que toda duda había desaparecido, a pesar de la voz traidora en su cabeza que seguía intentando decirle que estaba equivocado. Que Tom le estaba mintiendo. ¿Pero no fue así como funcionaba una ilusión? Él era quien decidía escuchar o no las voces en su cabeza. Tom nunca le ha mentido antes, ¿por qué debería creer que eso había cambiado?

Dejando de lado esos pensamientos para una futura consulta con el médico, echó un vistazo al reloj antes de levantar la mano para despertar a su esposo.

—¿Tom? — El hombre gruñó y se movió un poco, pero no se despertó. Harry volvió a intentar—. Tom, necesitas despertar. Es hora de que te vayas al trabajo.

Los ojos de su contrario se abrieron un momento después y le ofreció al cuervo una sonrisa medio dormida antes de sentarse. —Muy bien, amor. Si insistes.

—¿Si insisto? No fui quien elaboró ​​tu horario. No puedes llegar tarde.

—Como si alguien se atreviera a mencionarlo incluso si lo hiciera—No obstante, se levantó de la cama y se dirige al baño, deteniéndose solo el tiempo suficiente para tomar la ropa que se había puesto la noche anterior. —Los lunes son el mismo demonio.

Ser aún considerado enfermo tenía algunas ventajas. Harry se recostó contra la cama y rodó sobre su estómago, enterrando su rostro en la almohada que su esposo había usado. Olía a Tom.

Escuchó correr la ducha, sumergiéndose en un cálido aturdimiento hasta que se cortó el agua. Volvió a sentarse y esperó a que el otro saliera; cuando lo hizo, su cabello estaba húmedo, pero domesticado, y su camisa abotonada colgaba abierta sobre su pecho tonificado. Harry lo miró, sintiéndose enrojecer.

Tom se rió entre dientes, sonriendo, y se acercó. —¿Te gusta lo que ves?

—Me casé contigo.

El más alto se inclinó, tomando su barbilla con una de esas grandes manos callosas, y lo besó. Sus labios eran cálidos y suaves y sabía a la pasta de dientes que acababa de usar. Fue breve, pero Harry aún podía sentir como su cabeza daba vueltas cuando se retiró. —Volveré esta tarde, a las seis en punto. Cenaremos juntos y hablaremos de nuestro próximo viaje. ¿Estarás bien solo?

—Si —envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y lo atrajo hacia sí, Tom se relajó en ellos—; probablemente veré algo de televisión y luego cocinaré. Tú eres mejor cocinero que yo, pero tenemos libros de cocina, ¿no?

—Al menos un libro del que puedas imaginar. Después de todo, vives aquí —Él dijo—. Pórtate bien.

—Solo ve a trabajar, Tom.

El mayor volvió a sonreír, se alisó la camisa y salió. El moreno una vez más se acurrucó bajo el edredón con un resoplido. ¡Abogados!

Se levantó de la cama cerca del mediodía, bañándose antes de bajar las escaleras. Hojeó más de la mitad de los cientos de canales que tenían, viendo un puñado de documentales de crímenes y comedias románticas y, alrededor de las cinco, desenterró el libro de cocina antes mencionado e hizo lo primero para lo que descubrió que tenían los ingredientes; algún tipo de pasta con salsa blanca y camarones.

Hubiera resultado un millón de veces mejor si Tom hubiera sido el que lo hiciera, pero al menos podría estar seguro de que no causaría alguna intoxicación... sobre todo seguro.

Tom regresó a su casa tal vez cinco minutos después de haber terminado la pasta y, sin la chaqueta y la corbata, entró en la habitación. —Huele bien.

—Espero que sepa igual—le respondió—. Hay limón en la nevera, ¿me lo puedes traer? ¿Y tienes algún consejo sobre qué vino podría combinar con esto?

—Creo que lo mejor será que pasemos del vino por esta noche, amor. Después de todo, consumiremos mucho durante este fin de semana. Es nuestro aniversario —La puerta del refrigerador de acero inoxidable se cerró con un chasquido. Con limón en mano, Tom se sentó frente a Harry—. ¿Cómo estuvo tu día, cariño?

—Nada interesante. ¿Draco siguió siendo un imbécil?

Tom hizo una pausa con el tenedor a la mitad de su boca antes que el otro se queje: —¿Nos vamos este fin de semana? ¿A la cabaña?

—¿Lo recuerdas?

—¡Claro que sí! ¡Cómo podría olvidar esa maldita cabaña!

—Nunca puedo estar seguro de lo que olvidaste con la enfermedad o tus tratamientos—El mayor le respondió con calma.

Harry bajó los ojos. —Tienes razón. Lo siento.

Tom metió la mano debajo de la mesa y le cogió la mano suavemente. —Entiendo, Harry. No tienes por qué sentirte culpable.

La pasta necesitaba más sal. —¿Cuánto tiempo nos tomará llegar?

—Como seis horas, pero estoy seguro de que puedes recordar que el viaje vale la pena —dijo con una sonrisa—. Saldremos el jueves por la mañana y nos quedaremos hasta el martes siguiente.

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Próximo capítulo: Un lugar para ellos dos.

(O para mí, "un lugar para nosotros dos".)

When September Ends (Tomarry)Where stories live. Discover now