Epílogo parte 6

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En cuanto entró a la casa sabía que algo no andaba bien, eran las nueve y media de la noche y al parecer los niños ya estaban dormidos. Se quitó la chaqueta, la guardó en el armario del recibidor y fue directa a la cocina, necesitaba beber algo cuanto antes. 

Sacó el Rioja que tenían a medias en la nevera y se echó un poco en una copa. Justo cuando iba a llevarse a los labios la copa observó movimiento en el salón. 

— ¿Alba, eres tu? — Preguntó mientras andaba hacia el salón.

— Si, soy yo. — La encontró sentada en el sofá, tenía una mirada cansada.

— ¿Pasó algo? ¿Los niños están bien? — Se acercó preocupada hacia ella. 

— Llamaron del colegio esta tarde. 

— ¿Qué? — El corazón empezó a latirle rápidamente. Dejó la copa en la mesa y posó su mano sobre la de Alba. Ésta se giró rápidamente apartando su mano.

— Llamaron para preguntar por qué no habíamos ido a recoger a los niños, Natalia. 

Oh. Mierda.

— Joder, lo siento, se me olvidó por completo. — Se frotó la sien sin saber muy bien cómo disculparse. Alba la miraba totalmente enfadada. — Con esto de la producción del nuevo disco pierdo la noción del tiempo y..

— Es la segunda vez que te pasa este mes.

— Ya sabes cómo es todo esto, una vez que te metes en el estudio pierdes la noción del tiempo. — Vio que Alba se cruzaba de brazos y desviaba la mirada.

— No es solo eso, el otro día tampoco fuiste al recital de ballet de Marilia. Dijimos que los niños iban a ser nuestra prioridad a partir de ahora y aquí solo veo a una persona haciendo todo el sacrificio.

— Alba, nunca te pedí que pusieras en pausa tu carrera por..

— Ya lo sé — La interrumpió. — Y no te estoy pidiendo que tu también lo hagas, simplemente no quiero estar sola en esto.

— Cariño, no estás sola.— Se sentó a su lado y posó una de sus manos en la rodilla de Alba. Pero ésta se alejó de ella.

— Pues así es como me siento. Estoy harta de ver a los niños decepcionados porque no estás aquí para contarte lo que han hecho en clase o que por ejemplo, Carlos tuvo una presentación hoy en su clase de quién era su persona favorita en el mundo y dijo que eran sus mamás. — Vio como se le escapaba una lágrima por el rostro y quiso levantar su mano para acariciarla, pero sabía que no era el momento. 

Natalia sintió un profundo dolor en el pecho al ver a Alba de aquella manera. Sabía que lo había hecho mal pero no sabía cómo remediarlo.

— Lo siento, no volverá a pasar, te lo prometo. — Era lo único que se le ocurría decir.

— Ahora no puedo creerte, estoy enfadada, Natalia. — Alba la miró una última vez antes de levantarse. — Me voy a la cama, tienes la cena en la nevera. Mañana hablamos. 

Natalia dejó caer la cabeza hacia atrás y se quedó apoyada en el sofá mirando al techo, intentando descubrir en qué momento había descuidado su labor como madre y como esposa. Escuchó unos pasos y su corazón dio un brinco pensando que Alba había vuelto.

— ¿Mami? — Era Carlos. 

— Hola, mi amor ¿qué haces despierto? — Se recompuso y abrió sus brazos para que Carlos fuera corriendo a ellos, dándole un fuerte abrazo. Inhaló ese olor tan característico de su hijo que le recordaba al hogar.

Nunca estuve fingiendo | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora