No. 3 || Darling, you know I can't Stay

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El problema con la luz es que, cuando te acostumbras demasiado a ella, no puedes ver nada cuando esta se va.

Sin embargo, si alguien le hubiera dicho eso a Bruce Wayne hace seis meses, él, sin pestañear, habría respondido:

–Pues, en todo caso, compra una linterna.

No obstante, de nuevo, hoy no era hace seis meses.

Bruce observó sus manos, sin observarlas realmente. Todo, igual a un cuadro abstracto, cambiaba con alarmante rapidez a su alrededor. Ojos azules, fríos, cabello negro y bolígrafos de punta fina. Su nombre, su escritorio. Trajes, la navaja de afeitar. La cama de nuevo y... ¿La ventana? Quizás. Juntas ejecutivas, personas preguntando cosas que él sabía, pero, otra vez ¿Lo hacía? ¿De verdad sabía?

–Señor Wayne...

–Bruce...

–Amo Bruce...

–Papá.

Más bolígrafos. Madera. Cheques, opalina.

Y, oh ¿Qué era eso?

Su sonrisa.

Cierto, su sonrisa.

Y, después, vacío.

–Señor Wayne ¿Podría firmar estos papeles cuando...?

Su cama de nuevo. La ventana, otra vez, jardines.

Girar y estar, girar y no existir. Sábanas. La sala de estar en la mansión. Ojos índigos, piel morena y... manos pálidas.

–Está bien, es normal –alguien habla. Tenis rojos, cortadas en las rodillas–, todos nos tropezamos a veces.

–Entiende que yo no me tropecé, Drake –y alguien más responde. Cabello negro, brazos cruzados.

Un sonido gentil en respuesta, hombros bajo un suéter grande de lana. Cuclillas a ras de suelo.

–Ya veo... Esto va a arder –un aviso y, en respuesta, siseos. Palabras de consuelo en el silencio.

–¿Qué son esas cosas? –la pregunta es osca, infantil.

En medio, un botiquín. A los lados, los muebles de la sala.

–Banditas decoradas –iris pálidos, labios durazno, partidos, y bolsas de sueño hinchadas sobre las mejillas–, ya no tengo de las normales.

–Tsk.

Agua de rosa en cabellos lisos con aroma a burdel, una mirada clara posada sobre él. Vergüenza. Un paso atrás por parte de Bruce. Oculto en el estudio. La ventana una vez más. La seguridad de que hay una sonrisa al otro lado del pasillo, cuando no la hay.

Vacío.

Sin embargo, ahí está ¿No es cierto? Ahí está su sonrisa.

¿Qué día es?

–Llegas tarde –y la misma voz que coloca banditas lo dice, mientras los platos de la cena son recogidos de la mesa.

–¿Los vegetales a un lado, amo Todd?

–No seas pesado, Tim –la voz es jovial, cansina, trae una chaqueta de aviador, mientras se sienta–. Sí, por favor, Alfred –ceño arrugado de pronto, confundido– ¿En dónde está Damián?

–Arriba, alistándose para dormir –Tim responde.

–Pero, es viernes.

–Jason... hoy es lunes –y lo dice tan bajito, dolido, mientras traga. Agua de rosas en sus mejillas chiclosas por todos los amantes de horas sin dormir que se han instalado en ellas.

BatFamily One Shots || Los 29 Días Más DolorososWhere stories live. Discover now