Capítulo 8

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Viernes 20 de marzo.

Natalia no era una persona a la que le resultara demasiado difícil hacerse a los cambios, pero lo cierto es que ese viernes— después de las fallas— le costó horrores incorporarse de nuevo a la rutina universitaria. Quizá tendría mucho que ver con el hecho de que odiaba madrugar para impartir menos de dos horas de clase con el profesor que se le antojaba más insoportable de toda la carrera.

Por esa razón, después de que Peter se demorara casi una hora en leer cuatro párrafos del texto que iban trabajando en clase, casi sufre un orgasmo cuando el británico les permitió marcharse con todo un fin de semana por delante esperándola.

Decidió salir por la larga rampa infinita con forma de caracol desde la segunda planta del aulario sólo para permitirse el gozo de fundir un cigarrillo entre sus labios

Cuando aterrizó sobre el suelo firme del Campus, lo tenía a la mitad, y lo hubiese terminado si no fuera porque su estómago rugió pidiendo comida. Nunca desayunaba antes de salir de casa, le resultaba impensable ingerir comida nada más levantarse, así que siempre esperaba a su segunda hora para romper el ayuno en la cafetería.

Normalmente un bocadillo de bacon y un Bi Frutas verde. Algunas veces se daba el lujo de pedir también una bolsa de Maltesers, pero no sería ese día. Tristemente, solo llevaba dinero encima para el bocadillo y poco más.

Entonces, tras arrojar el cigarro al suelo y hacerlo añicos con la suela gorda de sus zapatillas, se montó en su skate y de esa forma redujo la distancia hasta el edificio en el que se encontraba su destino, cediendo ante las peticiones de su estómago vacío.

Lo cierto es que pensaba en el desayuno y la boca le salivaba. Estaba hambrienta.

Se bajó del patinete, pisándolo para agarrarlo y llevarlo bajo el brazo. Cruzó las puertas de aquel local y en cuanto entró, el olor a café le acaricio la nariz. No era demasiado amante de esa esencia, salvo en época de exámenes cuando lo necesitaba como combustible para empollar.

No obstante, en ese momento actuó como fuerte estímulo para su hambre colosal.

Aligeró el paso por esa razón y chasqueó la lengua cuando divisó la barra abarrotada de alumnos y profesores ansiosos por satisfacer su hambre matutina. Si es que debería haberse terminado el cigarro... Ahora estaría ahí sufriendo hasta que el barullo se disipara.

Decidió que lo más sensato era ir pillando mesa y paseó la mirada alrededor de todo el lugar, pero sus ojos dieron con unos del color del fuego que arrasaban con la misma intensidad que esa materia. A tal punto lo hizo que tuvo que pararse en seco para ordenarle a sus pulmones que continuaran su funcionamiento.

Alba Reche... No había podido quitársela de la cabeza durante todo el día anterior, después de que se despidieran en su portal la última noche de fallas. Su presencia era tan potencial que difícilmente sería capaz de borrarla en unas semanas.

Ni de broma.

¿Qué hacía después de lo del otro día? ¿Se acercaba? ¿No se acercaba? ¿Le saludaba con la mano y continuaba a lo suyo? No creía que fuera lo más correcto tras pasar la Nit del foc juntas... Después de que se ofreciera a invitarlas a cenar y a acompañarles hasta su casa a las tantas de la madrugada...

No, tenía que acercarse aunque después se quedase cual ameba sin saber qué decir. Le dio la orden a sus largas piernas y echó a andar hacia ella, que pareció sorprendida cuando la vio caminando en su dirección.

Para variar, su compañera Julia Medina se encontraba a su lado degustando un bocadillo de tortilla como el que tenía la rubia en sus propias manos. En la lejanía y mientras recortaba la distancia, vio como su profesora se limpiaba la boca con una servilleta sin despegar sus ojos de los de ella.

Cruzando el límiteWhere stories live. Discover now