XI. Olvídate ya de abril

959 122 173
                                    

Para descansar la vista de los libros, Jotaro la desvió hacia el horizonte. Parpadeó al mirar la luz del cielo cubriendo los árboles de adentro y afuera de su jardín. Eso hizo que se percatara que los cerezos estaban volviendo a florecer, anunciando ya el inicio de la primavera; por ende no pudo evitar pensar en el hanami anterior. La había pasado con Kakyoin y sus padres, fue una velada agradable. También concluyó que sería el último hanami que pasaría en Japón por esos años que estaría en Nueva York. Había estado pensándolo ya por un buen tiempo y quería llevar a Kakyoin a un lugar especial y más privado para ellos y así no tener que pasarla junto a sus padres, comportándose como simples amigos.

Tal vez marzo era una fecha muy anticipada para planearlo, pero sentía que le debía un gran detalle a Kakyoin. Después de todo, este había ido a su cumpleaños con una hermosa artesanía de una ophiuroidea* disecada en un cristal transparente con una base de marfil, para así poderlo apoyar en uno de sus estantes. 

Por ese regalo, el domingo del almuerzo de cumpleaños de Jotaro había transcurrido con este sin poder apartar sus ojos de aquel ser marino tan bien conservado en el nítido cristal. Había sido un detalle genial de su chico y todavía podía recordar cómo este lo había acompañado a su habitación y, lindo como siempre, se paró en las puntas de sus pies para colocarlo en una zona visible del estante. Él no había podido resistirse a tomarlo por detrás y pedirle un momento de pasión.

Si lo pensaba bien, Kakyoin y él ya no se estaban reuniendo tan seguidamente y su cuerpo lo extrañaba. Igual entendía que era para poder esforzarse sin distracciones en esos últimos días de escuela y tal vez Kakyoin estaba despidiéndose correctamente de sus padres. Jotaro no podía ser egoísta, ya que se suponía que se iba a llevar al joven por unos buenos años a Nueva York con él.

Esa semana iba a ser de exámenes finales así que no podía seguir en sus divagaciones. Debía estudiar y darlos para no generar inconvenientes. Cuando haya dado el último examen ya podría permitirse decirle a Kakyoin sobre sus planes para el hanami de abril previo a su viaje definitivo a Norteamérica. Así pensó antes de volver a ingresar a su habitación, sentarse sobre su futón con la espalda contra la pared y tomar el libro por la página en la que se había quedado.

La mamá de Kakyoin estaba concernida. Aquella última semana de clases su hijo parecía tan ocupado y realizaba acciones que eran extrañas en conjunto. Hasta hace días había insistido en ir a comprar ropa de invierno. Ella sabía que el clima de Nueva York podía ser frío pero no al punto de que el joven se hiciese de calentadores de cuerpo, medias y casacas como para irse a la Antártida. Lo veía alistar su ropa y sus cosas con premura, sin saber exactamente por qué lo hacía con tanta prisa. ¿No esperaría a que pasasen las vacaciones para ir a la universidad?

También el chico repasaba un manual con el logo de la fundación una y otra vez, mientras desayunaba, almorzaba y cenaba. Parecía obsesionado con el tema en la cabeza. Su tiempo se consumía entre estudiar como siempre para la escuela y andar pendiente de aquel manual que les llegó por correo hace un mes aproximadamente. Cuando podía estar en la casa, la señora se lo encontraba solitario, en la sala; cosa rara pues usualmente llegaba con Jotaro a hacer sus cosas del colegio y relajarse. Y eso la ponía ansiosa. No quería ver a su hijo solitario y triste de nuevo. A veces llegó a preguntarle por Jotaro y pese a que Noriaki le aseguraba que estaba bien, algo en la mirada del joven parecía querer decirle algo.

Quizá el colmo para sus dudas y preocupaciones fue cuando entró al baño justo después de que el chico saliese. Pudo observar la balanza en el suelo y por curiosidad maternal, se inclinó para observar el peso de su hijo. Se llevó la mano a la boca, concernida.

-Oh, Noriaki... mi niño.-se levantó, no podía parar de tocarse la cara. Se apoyó un rato en la pared para respirar. Se preguntó qué sería. ¿Problemas de salud? ¿Qué sucedía con él? No podía guardárselo ya. Tuvo el presentimiento de que estaba sufriendo de algo. Fue al lavadero para refrescarse el rostro, pues se había alterado. No podía perder la compostura, tenía que subir a donde su hijo y conversar con él a buenos modos.

Todavía podemos decir "una vez más";「JotaKak」Where stories live. Discover now