Admiración

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[Advertencias: mención de intento de suicidio]


A Jihoon no le gustaba mucho la palabra "reclutar" para lo que hacían en ese lugar, de cierta forma le hacía sentir como parte de alguna clase de secta religiosa de la que, honestamente, no habría sido parte jamás si de eso se tratara. Pero así era como se referían a buscar gente para el lugar, jóvenes con sueños por cumplir y talento por mostrar. Siguiendo esos términos, había sido Jeonghan quien lo había reclutado, hacía ya casi 3 años. Le daba vergüenza admitirlo, porque admiraba demasiado a Otoño (además era una persona demasiado intensa y encantadora como para decírselo a la cara) pero Jeonghan, quien en esa época lucía un pelo rojo muy intenso, lo había encontrado en el momento más bajo de su vida, casi como si lo hubiese salvado.

Solían reírse al respecto con los otros artistas del edificio, pues al parecer era regla de oro tener una especie de pasado trágico o algún trauma de infancia para ser parte de ellos. Jihoon no consideraba haber tenido la peor de las infancias, realmente habían algunos de ellos que habían sufrido reales miserias antes de haber encontrado Las estaciones. Venía de una familia de clase media, hijo único, infancia normal, había terminado bien la escuela e incluso había sido reconocido por su empeño en los deportes más de una vez. Sonaba como una infancia perfecta, pero siempre se había preguntado qué había salido mal en el camino, en algún punto de su juventud-adolescencia, donde todo esto había dejado de importar cada vez más, dejando a cambio un agujero cada vez más grande en su pecho.

El primer intento de suicidio, si lo pensaba actualmente, había sido bastante torpe, y sabía que si quisiera intentarlo ahora podría lograrlo mil veces más fácilmente. En aquel momento, el cual permanecía borroso y confuso ahora, estaba lo suficientemente desesperado como para haberlo intentado, pero lo suficientemente asustado como para no atreverse por completo. Había sido un corte en su muñeca, para nada profundo ni mucho menos mortal, pero lo suficiente como para sangrar y ensuciar tanto que su madre se preocuparía por qué tardaba tanto en el baño. Había muchas cosas de las que Jihoon se arrepentía en su vida, y una de ellas era haberle hecho pasar ese susto a su madre. Así comenzó a tomar sus medicamentos, tras análisis y terapias constantes con psicólogos para saber qué era aquello que generaba aquel agujero que Jihoon trataba tan duro de explicar, y que siempre sentía que nunca entendían.

Fue difícil para su madre permitirle que dejara la casa y se fuera a vivir solo a los 21 años, Jihoon lo entendía, pero se sentía lo suficientemente estable como para poder hacerse su propia vida sin depender de otras personas para no perder la cordura. No estaba curado, eso lo sabía, pero quería poder ser capaz de lograr una cosa en su vida y tal vez, solo tal vez, dedicarse al sueño que en secreto había tenido desde siempre, aún más que los deportes: la música.

Y así fue: ciudad nueva, departamento nuevo, gato nuevo y trabajo nuevo en una nueva cafetería local que buscaba desesperado alguien nuevo que atendiera la caja.

Llevaba 3 meses viviendo ahí cuando tuvo su primera recaída. Jihoon era tímido, y cuando eres tímido las dificultades para hacerte conocido como músico son aún mayores. Cada día, después de que su turno en la cafetería terminaba, se movía un par de estaciones con su guitarra al hombro y, juntando toda la fuerza posible, cantaba a un público apurado y estresado de ciudad que, por mucho que se esforzara en cantar fuerte y con confianza, jamás lo escuchaban. Se sentía tonto, se sentía pequeño e invisible, y ese agujero negro en su pecho que se mantenía escondido ahí comenzaba a crecer más y más. Mírenme, pensaba, tocando su guitarra y sintiendo el sudor acumularse en su nuca. Escúchenme, cantaba más fuerte, mientras su estómago se anudaba cada vez más fuerte. Y dejar de cantar de golpe, sin que nadie se diera cuenta, con el pitido en los oídos aniquilándole el cerebro, era una sensación que no querría darle a nadie jamás. Ese miedo, esa vergüenza, esa humillación hacia sí mismo. Mirando el metro que se acercaba a toda velocidad fueron tantas ideas las que pasaron por su cabeza. Tantas, como patadas en la nuca, como si lo impulsaran, lo empujaran a hacerlo.

Las estaciones [JiHan/Jicheol]Where stories live. Discover now