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Paso toda la tarde en la plaza, hasta la noche, cuando termina mi cumpleaños.
Vuelvo a caminar, recorriendo la ciudad, sin un rumbo fijo. Siempre me gustó caminar, así que estoy durante varias horas haciéndolo, hasta que llego a una estación de servicio.
—Disculpe— me acerco a un trabajador, que me observa— ¿Sabe de algún hotel o...?
—Hay uno a tres manzanas de aquí — me dice el hombre.
—gracias— murmuro y luego, pido un café. Y otro. Y otro.
Ya amaneció, para cuando salgo, pero no me extraña. Luego de lo que pasó, nunca volví a dormir bien, así que me acostumbré a esto.
Siguiendo las indicaciones del hombre, camino las tres cuadras que me separan del hotel. Cuando llego, hay un hombre de al menos cuarenta años, fumando.
—hola.
—hola— carraspeo— quisiera una habitación, por favor.
—¿Por cuánto tiempo? — el hombre se lleva el cigarrillo a la boca y me observa.
—no lo sé, una semana— murmuro.
El hombre asiente, escribe algo en un libro frente a él y lo gira en mi dirección.
—completa tus datos, por favor.
Nombre — Killian Hasbún — Edad — dieciocho.
Le doy mi tarjeta y él cobra la semana completa. Luego, me da una llave.
—gracias.
—habitación siete— me dice— tienes un televisor y una ducha. El servicio de lavandería no está incluído. Oh, el desayuno se sirve de ocho a diez, aquí— asiento y la verdad, es que la televisión y la lavandería no podría importarme menos.
Solo quiero dormir.
Cuando llego a la habitación, dejo el bolso en una silla al lado de la puerta y cierro con llave. Me saco la camisa, saco el plástico que cubre el tatuaje y le paso la crema, tal como dijo el tatuador.
Luego, me dejo caer en la pequeña e incómoda cama, viendo la puerta entreabierta del baño y me duermo.
Esta noche, no tengo pesadillas.

Cuando me despierto al día siguiente, tardo en ubicarme. En la mesa de luz hay un reloj que marca las nueve de la mañana. Solo he dormido cinco horas y estoy en un hotel. He dejado el orfanato. Estoy solo. Soy libre.
Lo primero que hago, es darme un baño. Tengo cuidado con el tatuaje, pero me baño, consciente de cada parte de mi cuerpo, cuando salgo, me seco y me pongo ropa limpia. Luego, busco mi block de dibujos y bajo para desayunar. Es extraño que Amadeo no esté corriendo a mi lado, contándome qué soñó.
Sin embargo, no pienso mucho en eso y bajo. Veo al mismo hombre que en la madrugada me dio la habitación y algunas personas sentadas en diferentes mesas.
Busco una vacía y dejo mi bock con mi lápiz ahí, para buscar algo de comida. Me sirvo café, una tostada y vuelvo a mi mesa, pero me detengo. Hay una chica. Una chica está mirando mis dibujos.
—¿Qué haces? —tal vez soy hostil.
—yo... vi tu bock desde lejos, lo lamento—ella lo suelta —me llamo Laila.
—vete, por favor.
Por más que hayan pasado años, no puedo soportarlo, las mujeres me ponen nervioso.
—lo lamento— ella se va, casi corriendo.
Tal vez la asusté, pero no me importa. Me dejo caer en la silla, acomodo mi block, el café y mi lápiz y recuerdo que le prometí al tatuador que le haría un diseño, así que me pongo en ello. Luego de un rato, decido que lo mejor será salir de ahí y tal vez volver por la noche, para dormir.
Dejo el hotel y me detengo cuando llego a un parque, donde hay algunas máquinas de ejercicio. Me siento en un banco y veo a la gente correr, moverse y hacer ejercicio mientras yo dibujo. Me inspiro un poco en el cuerpo de un hombre de contextura similar a la del tatuador para dibujar la silueta del cuerpo. Tengo en mi cabeza los dibujos de las clases de biología del colegio, así que dibujo de memoria los órganos. También hago un cráneo, aunque no sé si Tyron esté tan loco como para hacerlo. Dibujo con detalle las venas, el corazón y los pulmones, debajo de las costillas. Cuando termino, me doy cuenta de que estoy solo.
Camino hasta una de las máquinas y dejo mis papeles y el lápiz al lado, mientras intento recordar cómo se usa. Solía hacer ejercicio, pero luego me aburrió. Aunque tal vez debería volver. Recuerdo que el ejercicio me cansaba y no podía pensar en nada más que en el cansancio cuando tocaba la cama, así que me dormía rápido.
No sé con exactitud cuánto tiempo pasa, pero estoy sudando y jadeando. Decido volver al hotel, bañarme y dormir.
Cuando salgo de la ducha, como si hubiera esperado, alguien golpea la puerta.
—ya voy— me pongo un pantalón de chándal y una camiseta antes de abrir. Es la chica de la mañana, la chismosa.
—yo... hola.
—hola— entrecierro la puerta, sin dejar que ella vea la habitación— ¿Qué quieres?
—te vi solo, pensé que tal vez...
—¿Tal vez?
—tal vez estabas aburrido— dice finalmente. Sus mejillas se ponen rojas, no sé por qué— me llamo Laila.
oh, mierda, ¿Le gusto?
—lo sé, lo dijiste en la mañana— murmuro. Ella sonríe.
—claro, sí. Tú no dijiste tu nombre.
—Killian.
—qué lindo nombre—dice— yo... pensé que tal vez podríamos pasar tiempo juntos.
—no creo que sea buena idea— murmuro—¿Está tu familia aquí?
—no, yo... vine con amigas.
—bien, entonces ve con ellas— digo, intentando cerrar la puerta de la habitación.
—espera— ella pone su mano sobre la mía y el usual hormigueo desagradable se instala en mi piel— yo, mira, sé que esto es extraño, pero...
—lo es.
—pero— ella repite— perdí una apuesta, ¿Bien? Mis amigas y yo te vimos anoche y ellas pensaron que sería divertido que yo te sedujera.
—¿Por qué harías eso?
—porque soy virgen.
—bien, estás completamente loca— digo, empujando nuevamente la puerta— buenas noche.
—espera, solo... déjame entrar, les mentiré, les diré que lo hicimos y me iré— murmura— solo cinco minutos.
Ella no puede hacerme daño. Su cuerpo es mucho más pequeño que el mío y además, soy fuerte.
—bien, entra.
Sin embargo, aunque estoy confiado de que no podrá hacerme daño, tenerla en mi habitación me pone nervioso.
—sé que esto es raro— repite.
—lo cierto es que sí.
—aunque me imagino que debes estar acostumbrado— ella me da una sonrisa y un sonrojo— quiero decir, eres lindo, imagino que habrás estado con muchas chicas.
—¿Qué te hace creer eso? — la observo con los brazos cruzados, mientras ella se sienta en el borde de mi cama.
—yo... lo supuse.
—bien, no supongas— gruño, repentinamente nervioso.
Nunca me importó mi vida sexual, porque siempre supe que esta se había roto de alguna forma. No me importaba tocarme a mí mismo de vez en cuando, lo admito, pero involucrar otro cuerpo, a otra persona en el proceso, me parece imposible.
—¿Tú también eres virgen?
—¿Por qué eso debería ser de tu incumbencia?
—no es que lo sea, pero... ¿Por qué no hacemos un trato?
—¿Un trato? — la miro con una ceja arqueada.
—si, yo... tú y yo.
—eso no pasará.
—¿Por qué?
—porque no me agradan las mujeres.
Ella me mira con los ojos muy abiertos.
—oh, por Dios, ¿Eres gay?
—no, solo no me agradan— la observo mientras ella se para y se acerca— ¿Qué haces?
—¿Por qué no lo intentamos? — ella se pone en puntas de pie, muy cerca mío y creo que va a besarme.
La miro detenidamente. Laila es bonita, tiene un cuerpo bonito y no parece dañina.
—bien— ella sonríe— pero pondremos límites.
—¿Límites? — ella me mira sin entender.
—no puedes tocarme— digo. Ella me aún más confundida— y no tengo condones, así que será otro día.
—yo sí tengo— ella saca del bolsillo de su pantalón una tira de tres preservativos y los deja sobre mi cama— ¿Por qué no puedo tocarte?
—porque no me gusta.
Ella se muerde el labio y por un segundo, creo que se irá.
—está bien.
—bien.
—bien, ¿Entonces?
—no lo sé, nunca hice esto— le digo.
Ella se ríe.
—está bien, yo... creo que deberíamos sacarnos la ropa.
—¿Por qué quieres hacerlo conmigo?
—creo que eres lindo.
—¿Y el amor? ¿Por qué no follas con alguien que ames o te ame?
Susan probablemente me tiraría de la oreja por decir la palabra follar.
—porque no creo que el sexo y el amor tengan que ir juntos— dice, quitándose la camiseta de tirantes. Ni siquiera noté que no tenía sostén— tu turno.
Con un poco de dudas, levanto mi camiseta.
Ella mira mi tatuaje, aún fresco y sonríe.
—¿Qué sigue?
Ambos nos quitamos los pantalones, sin despegar nuestros ojos.
—creo que podríamos besarnos.
—si, besarnos suena bien—murmuro.
Ella se acerca y cuando levanta sus manos, las retengo. Se muerde el labio inferior, sin decir nada y, sin insistir con sus manos, acerca sus labios a los míos. Entonces, nos besamos.
Lo demás, ocurre de alguna forma extraña y automática. Ella no insiste en tocarme, pero yo me encargo de tocar cada parte de su cuerpo, intentando recordar su figura. Mi cuerpo reacciona, mi pene se levanta, mi pulso se acelera y para cuando quiero razonar lo que estoy haciendo, tengo un condón puesto y estoy sobre el delicado cuerpo de Laila.
Aprendí dos cosas muy importantes esta noche. Dos cosas que, sin saberlo, me marcarían de hoy en adelante.
Las mujeres usan a los hombres. Laila lo hizo conmigo.
Se puede follar sin amor y eso es lo que haría a partir de ahora.

Detrás de cámara | Fuera del set #1.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora