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—Lo primero que vamos a hacer, es que tú confíes en mi— Diana me mira, parada justo frente a mi— sin confianza, esto no funciona, Killian.

—de acuerdo.

—le tienes miedo al tacto.

—no es miedo, solo...

—es miedo, Killian— insiste— así que vamos a empezar por ahí.

—no sé si estoy listo para que me toques— le digo, cuando ella se acerca.

—si no quisieras cambiar eso, no te hubieras aparecido en mi puerta como lo hiciste— dice— en el fondo, quieres sanar.

La observo por unos cuantos segundos, intentando descubrir si puedo cubrir en ella o no. Diana es mi psicóloga, se supone que su trabajo es ayudar a las personas, pero... ¿No hablamos de que los alter ego intentan hacer lo que nosotros no podemos hacer? ¿Qué tal si su alter ego quiere dañar?

Sin embargo, no tengo nada que perder. Perdí todo lo que pudiera tener algún tipo de valor en mi vida, hasta mi libro de Bukowski. Solo tengo un bolso, con ropa, un frasco con marihuana, papelillos, y... ni siquiera tengo mis dibujos, los olvidé en la residencia.

Así que espero. Ella se acerca, con sus manos a la vista, de nuevo, como si quisiera mostrarme que no tiene un arma, como si quisiera demostrar que no hay nada dañino en ella y yo, estoy tan cagado, tan jodido en mi propia mierda, que me quedo quieto y dejo que ella ponga su mano en mi mejilla.

—Diana...

—¿Lo ves? Esto puede ser bueno para ambos, Killian— ella me da una sonrisa leve.

—No creo que lo sea— murmuro— no creo que pueda.

—tienes que confiar, por favor, ¿Si? — aprieto los labios al escucharla— haz un intento, solo uno.

Ella está tan cerca, que puedo ver que sus ojos tienen pequeñas motas marrones y que sus ojeras, están maquilladas. Tal vez, solo tal vez, pueda confiar en Diana.

—está bien—respondo finalmente.

—bien, vamos a empezar de a poco, ¿Sí?

Asiento, comenzando a sentir el usual hormigueo que me produce el tacto de cualquier mujer, porque, así fuera Susan o Sandra — mujeres en las que de algún modo confié — desde que pasó lo que pasó con mi madre... y mis "tías". Todas ellas me rompieron de algún modo.

—¿Qué vamos a hacer? — pregunto, al ver que Diana luce expectante a algo que, supongo, yo tendré que hacer.

—¿Qué es lo que más te cuesta?

—el tacto, Diana, ya lo sabes.

—si, pero, ¿Qué parte? — ella me da un repaso rápido con los ojos— ¿Qué parte es la que más te incomoda?

—yo... no lo sé— murmuro, porque en realidad, me molesta que me toquen todo el cuerpo, cualquier parte, me hace sentir sucio, de alguna forma— todo el cuerpo, en general— y luego, tratando de pensar, sigo— el... el pecho, creo que es lo que más me molesta.

En realidad, el orden automático de los lugares, llega a mi cabeza en el mismo orden en el que me hice los tatuajes. Creo que Diana no sabe sobre mi armadura, ni por qué cada tatuaje, porque tal vez ella no crea que sean relevantes y que solo están para decorar, pero no es as así. Me protegen.

—¿El pecho? — asiento— bien, entonces, quítate la camisa.

—¿Qué?— la miro incrédulo— no voy a sacarme la ropa.

Diana me mira exasperada.

—¿Quieres ayuda o no? — cuando me quedo callado, ella sigue— no voy a esperar para siempre, Killian, tienes que decidir.

Detrás de cámara | Fuera del set #1.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora