Epílogo

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6 meses después.

Me desperté y miré el reloj. Me di cuenta de que me  había quedado dormida y se me había hecho tarde, por lo que me levanté lo más rápido que pude y me puse la primera ropa que vi en el armario. Me hice un moño, dejando dos mechones sueltos para que se viera más informal. Cogí un par de galletas de la mesa de la cocina para comérmelas por el camino y fui a la facultad andando deprisa.

No escuché música durante el camino porque sabía que me encontraría a Tomoyo, una chica de mi clase que se había convertido en mi mejor amiga desde que llegué a Kyoto. Efectivamente, al cruzar la esquina la vi, avanzando igual de apresurada que yo, hasta que nos encontramos.

—¡Buenos días!

—Hola, ¿has hecho ya tus maletas? —me preguntó.

Hoy era el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad, y yo estaba deseando volver a Osaka para poder ver a Heiji después de tres meses. Desde el día que me besó, dejamos las tonterías atrás y empezamos a salir. Al principio nos daba un poco de vergüenza ser cariñosos el uno con el otro, pero luego nos volvimos la pareja más pegajosa de Japón (pero solo cuando nadie nos veía). Por eso, nos dolió mucho tener que separarnos, pero al fin y al cabo me hacía mucha ilusión estudiar aquí, y no podía echarme atrás. Además, aquí había conocido a gente maravillosa, y no me arrepentía para nada.

—Sí, pero por desgracia cuando intenté comprar los billetes de tren no quedaban, y me voy a tener que esperar hasta el día 23, cuando ya se ha vuelto todo el mundo.

—Mira que te dije que no los intentaras comprar en el último momento...

—Lo sé, pero con los exámenes finales se me olvidó.

En ese momento llegamos a la facultad. Tomoyo se despidió y fue a su clase, mientras que yo fui a la mía. Solo iba a esta clase por la nota de asistencia, pues la profesora se dedicaba únicamente a leer una presentación de diapositivas que luego nos enviaba por correo electrónico. Me senté en última fila justo antes de que llegara la profesora y cerrara la puerta ruidosamente, dando a entender que nadie podría entrar a la clase si llegaba después de aquello, y le dio a un chico de primera fila un folio para firmar y confirmar que habíamos venido a clase.

Empecé a pensar en la extraña reacción de Heiji cuando le comenté el asunto de los billetes. Normalmente se habría enfadado y me habría llamado torpe y olvidadiza, pero en vez de eso se mostró indiferente, como si no le importase que fuéramos a estar una semana más de lo esperado en vernos. ¿Me habría dejado de querer? ¿Estaría con otra chica y se alegraba de poder estar más tiempo con ella? Mil preguntas, a cada cual más horrible, me asaltaron la cabeza. Sin darme cuenta, se me nubló la vista y sentí un nudo en la garganta. Pero no podía hacer nada.

Cuando se acabaron las clases, salí de la facultad con mis amigas, ya que habíamos decidido ir a tomar algo para despedirnos. Después de un rato, oí mi teléfono sonar y descolgué:

—¿Sí?

—Kazuha, hola, ¿qué tal?

—¿Heiji? No es que me moleste, pero ¿por qué me llamas?

—Quería comprobar si estabas en tu piso.

—Pues no, estoy en la calle con unos amigos.

—Vuelve a tu piso lo más rápido posible.

—¿Por qué?

Parecía celoso, lo cual me extrañaba. Heiji se solía poner celoso antes de que empezáramos a salir, pero después de eso no mostró ni un ápice, demostrando su confianza en mí.

—Solo hazlo, por favor.

Antes de que pudiera replicar, colgó. Odio que me dejen con la palabra en la boca, y aquella vez no fue menos, así que me levanté furiosa.

—Ey, ¿qué pasa? —me preguntó mi amiga Aiko.

—Me tengo que ir, tomad el dinero y  pagad por mí, por favor.

—¿Ha pasado algo?

—Que el ahou de mi novio me ha dicho que vuelva a mi piso por Dios sabe qué razón.

—¿Pero él no está en Osaka?

—Sí.

—¿Entonces?

—Sinceramente no tengo ni idea, pero he aprendido a hacer lo que me pide sin cuestionarlo, al final siempre tiene una razón para todo, al fin y al cabo.

Mis amigas me abrazaron, nos deseamos felices fiestas y yo me dirigí al apartamento.

Cuando llegué, me dirigí a mi habitación. Cuando encendí la luz me encontré con alguien. Me asusté tanto que por inercia le realicé una llave y lo tumbé.

—¡AH! 

—¿Heiji? ¡Oh dios mío! ¿Estás bien?

—Sí, sí... —murmuró mientras se levantaba, frotándose una rodilla.

Cuando vi que no mentía, mi preocupación se transformó rápidamente en una mezcla de enfado y alegría.

—¡Ahou! ¿Qué estabas haciendo aquí?

—Intentando darle una sorpresa a mi novia sin morir en el intento, y así me lo pagas. —dijo entre molesto y bromeando. —Vamos, ¿no le piensas dar un beso a tu ahou, que le ha cogido el coche sin permiso a sus padres solo para venir a recogerte?


¡Ahou! ¡MI ahou! {Heiji x Kazuha}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora