Era ya media noche cuando sentí cómo las primeras lágrimas escapaban de mis ojos, bajando por mis enrojecidas mejillas. Pero ya no pensaba hacer nada para impedirlo.
Carraspeé para sonar seguro al hablar.
—¿Dónde estás? —inquirí, esperando una respuesta que sabía que iba a tardar.
Al otro lado de la línea se encontraba YiFan, mi exnovio, quién sabe en qué situación. Yo había estado evitando todos los mensajes que me había mandado desde la última vez que hablamos, pero en cuanto entró una llamada por mi teléfono, supe que algo había pasado.
A decir verdad, podría haberle bloqueado. Cuando él me dejó, tiempo atrás, no tardé en bloquearle por casi todas las redes sociales para no sufrir más recibiendo sus mensajes. Por alguna razón, esta vez no tuve el valor de hacerlo.
—Ya no puedo más —titubeó, y yo sólo podía pensar en lo peor.
—Eso debería decirlo yo —musité, con afán orgulloso. Sabía que no debería haber contestado, sabía que todo esto iba a perjudicarme más tarde, que me iba a arrepentir. Sin embargo, mi preocupación por él era más grande que todo aquello en esos momentos.
—Lo sé, lo sé perfectamente Tao, y me odio por eso —dijo, su respiración sonaba entrecortada—. Yo, no sé qué hacer... Nada vale la pena.
—¿¡Pero qué estás diciendo!? —sollocé, casi en un grito—. No digas eso más, Kris, en serio, ¿dónde mierda estás?
—¿Qué más da? Si no estás, nada importa, no vale la pena.
Escuchar sus palabras únicamente hacían que me sintiera peor. Salí de mi casa, sin saber adónde ir, y de alguna forma, el frío viento nocturno chocando contra mi cara me devolvió una pizca de serenidad.
—YiFan, para, por favor —hablé, firme—. Si me dices dónde estás, podemos hablar, ¿vale? Tú sólo dímelo y yo iré contigo.
Por un momento ambos nos quedamos en completo silencio; uno que él finalmente rompió con un profundo suspiro. Mis labios se curvaron en una tenue sonrisa, estando más relajado al saber que él hablaría.
—Estoy en la calle —dijo por fin—. Yo, estaba en el bar... tú sabes, ése que está al lado de mi casa. Pero me han echado, y ahora estoy solo en la calle porque soy un imbécil qu-
—No te muevas —le interrumpí—
Comencé a correr, sin poder dejar de pensar en él por el camino. Miles de recuerdos inundaron mi cabeza... Lo feliz que fui mientras estuvimos juntos, lo mal que lo pasé cuando me dejó, todo lo que me esforcé por superarlo.
Me había costado tanto desacostumbrarme a todo él.
Habían pasado demasiadas cosas, pero Kris nunca se rindió y cuando volvimos a hablarnos, me di cuenta de que mis sentimientos no iban a cambiar. Después de todo, aquí estaba yo, corriendo en su busca. Porque en ningún momento había dejado de quererle, ni de preocuparme por él, y sabía que por mucho que lo intentara nunca podría dejar de pensar en él.
Fue por eso que cuando le vi, sentado en el bordillo con las manos ensangrentadas, la mirada perdida y un cigarrillo entre sus labios, sentí mi corazón estrujarse dentro de mi pecho. YiFan no se veía vulnerable, no. Yo lo describiría como abatido, más bien.
—Mierda, YiFan, ¿qué te ha pasado? —exclamé mirando sus manos.
—No es nada... —musitó, cogiendo el cigarro con una mano mientras expulsaba todo el humo—. Me he peleado con alguien y me han echado, eso es todo.