Capitulo 34

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~25 DE JUNIO~

-Me voy al agua.

-Eh, aún no te has puesto protector. – Dije antes de que se alejara más. – Regresa, Dawson. Voy a echarte protector solar en la espalda.

-Sí, mamá. –Volvió a regañadientes para tumbarse boca abajo en lo que yo cogía el protector y me sentaba sobre su trasero para alcanzar su espalda.

Después de desayunar, y queriendo aprovechar nuestro último día aquí, habíamos decidido bajar a la playa y tumbarnos sobre una cama balinesa blanca que estaban a disposición del hotel. Esto era el paraíso en pocas palabras.

-¿No te duele? –Dije pasando las manos suavemente por su espalda al ver todas aquellas marcas rojas que había en ella.

-¿El qué? –Preguntó girando la cabeza hacia atrás para mirarme de reojo.

-Los arañones... –Murmuré sintiendo mis mejillas sonrojar. –Lo siento...

-Ah, no te disculpes por algo por lo que ni siquiera me había dado cuenta que tenía. Si anoche no me quejé, significa que sólo sentí placer.

-Daw... –Murmuré terminando de extender la crema. –Ya está. Gírate para hacerlo por delante. –Apoyé las rodillas sobre el colchón para que él pudiera girarse sin necesidad de tener que levantarme. –Madre mía, vas a tener que atarme las manos la próxima vez...

-¿Ah, sí? ¿Quiéres jugar a esos jueguitos? –Preguntó divertido mientras que yo solo tenía ojos para todas aquellas marcas, aunque en menor cantidad, que habían en sus hombros y parte de sus brazos. –O quizás debas cortarte las uñas.

-¿Qué? De eso nada. –Rió mientras que yo terminaba de extenderle el protector ofendida.

Mis uñas eran sagradas. Siempre las había llevado largas y arregladas. A lo mejor me las cortaba un poco más o un poco menos dependiendo de si se me partían o no, pero siempre largas. Muchas personas no creían que fueran mías por la longitud de éstas, pero sí, eran naturales y estaba orgullosa de ellas, aunque me daba rabia todos los que decían que por tener las uñas así, no hacías nada en tu casa. Emm... ¿Hola? ¿Podemos parar ya con esos  prejuicios absurdos? ¿O es qué tenerlas largas o postizas no era lo mismo? Porque si nos guiabamos por esa regla de tres, muchas mujeres no hacían nada en sus casas por tener uñas postizas, y eso era una vil mentira. El todo es acostumbrarse. No juzgues sin saber, que tú no sepas hacer nada con uñas largas, no es mi problema.

-¿A dónde te fuiste? –Salí de mis pensamientos dándome cuenta de que había detenido mis movimientos. –No me digas que entraste en un debate contigo misma.

-Mejor dejémoslo ahí. –Rió mientras que me echaba protector en la palma de la mano para rodarme sobre su torso y poder echárselo en la cara con los dedos. –Y deja de reírte si no quieres que te deje como un indio.

-No serías capaz...

-No me tientes. –Extendí la crema por su nariz, mejillas, barbilla y frente. –Ya está. Ahora solo tienes que esperarte mínimo veinte minutos para que te haga efecto. ¿Quiéres ponerte en los pies también?

-No, no. ¿Pero ahora qué hago yo durante tanto tiempo?

-Pues ponerme a mi. Yo no te voy a decir que no. –Hicimos un relevo de posiciones antes de acomodarme sobre el colchón boca abajo y apartarme el pelo recogido en una trenza. –Puedes darme un masaje también, no voy a negarme.

Lazos De SangreWhere stories live. Discover now