12. La fama, trenzas y sábado de churros

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Era sábado, me desperté por el sonido de un pájaro cantando en mi ventana y cogí el móvil. Tenía +99 notificaciones tanto en Instagram como en Twitter. Me costó mucho tiempo acostumbrarme a esta sensación, me costó más tiempo acostumbrarme a la fama en general.

Yo me hice conocida a pasos pequeños, empecé por un concurso comarcal de televisión, más tarde con un single de música comercial que acabó teniendo éxito y cuando todos me consideraban una flor de un día saqué un álbum que asombrosamente tuvo muy buena acogida, pasé de actuar en pequeños bares, hoteles o concursos de talentos a llenar el Wizink Center y el Palau Sant Jordi por mi cuenta. Definitivamente lo que no me esperaba es que mi sueño me hiciera renunciar a muchas otras cosas, cosas que había podido volver a hacer ahora que la prensa no sabía dónde vivía mi hermana.
No podía salir a comprar porque por el camino me paraban mínimo cinco personas, adoraba a mis fans, pero a veces solo querías salir a tomar el aire sin que nadie te molestara.

La fama no es algo a lo que me acabara acostumbrando, pero me tocaba vivir con ello y a la gente de mi alrededor también, les solía agradecer todos los días sus esfuerzos, no era fácil que te pararan por la calle sin ser famoso y la única amiga de siempre que sobrevivió a todo esto fue Tamara.

El primer paso era que me vieran con una persona tomando algo, después la cara de esa persona en todas partes y después el odio o comentarios fuera de lugar "no estés con tal persona" "¿la tía esa fea con Samantha quién es?" "el nuevo ligue de Samantha" "no te acerques a Sam". No culpaba a aquellos que simplemente preferían poner distancia, era normal.

Elia abrió la puerta de mi habitación y saltó sobre la cama metiéndose bajo las sabanas y abrazándose a mi brazo derecho fuertemente.

- ¿Cómo estás monito?

- Ayer no viniste a leerme un cuento. – puso su mejor cara de pena.

- Ya, perdón, Sergio y yo cogimos comida para llevar y cenamos en su casa. – le imité la cara – ¿me perdonas?

- Sí – sonrió – pero me tienes que dar una recopesa.

- Uy, ¿qué recompensa quieres tú?

- ¡Quiero desayunar churros! – se puso de pie y empezó a dar saltos en la cama hasta que le cogí las piernas y se cayó tumbada a mi lado.

- Anda mira quién viene – Elia se puso seria y miró a la puerta – EL MONSTRUO DE LAS COSQUILLAS – le hice cosquillas por todo el cuerpo mientras ella se iba moviendo por toda la cama y me daba pequeñas patadas para que parara.

- Para Tita Samanzi... para – dijo entre risas – se me va a escapar el pipi – me empecé a reír con ella y paré.

- Dame un beso super grande o el monstruo vuelve – Elia abrió los ojos de par en par y me rodeo el cuello con sus bracitos para darme uno de sus besos estruja huesos.

- Ya está – dijo quitándose los pelos rubios que se le habían metido en la boca durante el ataque de cosquillas.

- Pues venga a vestirse que tenemos que ir a por churros. – Elia pegó un gritito y se fue dando saltitos hacia su habitación, yo la seguí de cerca.

Mi hermana trabajaba todo el día hoy a cambio de tener domingos y martes libres a partir de la semana siguiente, hoy era un día para Elia y para mí.

Abrí su armario y saqué una camiseta roja con un gato dibujado y unos tejanos, la vestí y la peiné. Después me acompañó a mi habitación y le dejé mi móvil para jugar a un juego mientras yo me preparaba. Salí minutos mas tarde del baño y me la encontré estirada en la cama con el móvil en el suelo y su cabeza colgando hacia abajo.

Polo Opuesto { Flamantha }Where stories live. Discover now