Capítulo 1

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Asagiri Gen era el Taikomochi más cotizado en todo el barrio rojo de la capital real. Su fama alcanzaba cada rincón del reino. Eso era un hecho. Aunque lo más correcto sería llamarlo Kagema por sus servicios, nadie osaria a llamarle así, además, no era como si trabajar en un kagemajaya. Tampoco negarian que su talento podia compararse con las más célebres Oiran de los más grandes reinos. Después de todo tenía el derecho de llamarse como le placiera, al igual que a sus contrapartes femeninas había entrenado muy duro y de forma estricta desde niño para adiestrarse en las artes del entretenimiento.

No bastaba con belleza, se necesitaba inteligencia, gracia y talento para llegar a su nivel. Se adiestro en danza, música, flores, poesía, literatura, caligrafía, la ceremonia del té, conversacion y, además se interesó en aprender sobre el arte de la guerra, la estrategia y sobre todo, de la esencia del pensamiento humano y como manipularlo. Por ello Gen era el mejor en su trabajo y ninguna refrescante Geisha o una venerable Oiran, podía llegar a su nivel de refinamiento, gracia e intelecto. Si queria llamarse Taikomochi nadie podía negarselo. Y podía cobrar más caro con ese título, por supuesto.

El burdel que lo había adquirido desde niño lo consideraba tan importante que ademas de sus ayudantes y aprendices, tenía su propio guardia personal. No era algo por lo que extrañarse, después de todo gracias a él paso de ser un lugar apenas sosteniéndose en la categoría alta, a ser el más lujoso e importante del reino.

Podía darse el lujo de seleccionar a sus clientes y en general podía ser perezoso cuanto quisiera. De todas formas, pese a no habar aceptado a ningún Danna jamás, el dinero le llovía por montones. Hombres y mujeres pagaban fortunas sólo para poder tener una cita y darle un vistazo, para solicitar que fuera el entendimiento en sus celebraciones, o simplemente tener el privilegio de beber el té y conversar con él.

Sí, Gen se había ganado a pulso todas las comodidades, podía disfrutar y dar un hondo respiro de vez en cuando. Pero tampoco podía dormirse en su laureles, después de todo, no estaría donde está sin su trabajo duro, no podía darse el lujo de ser descuidado. Y lo cierto era que en esta profesión la juventud lo era todo y no se podía desperdiciar, después su vida no sería tan cómoda o sencilla. Los cuencos de laca ganan pátina con los años y el uso, con ello eran considerados más estéticos y valiosos, las flores del barrio rojo no. Todos entendían eso, Gen no era la excepción.

Dicen que las camelias traen mala suerte porque las flores se caen enteras del tallo, como cabezas cortadas. La mayoría de las flores del barrio rojo, sus hermanos y hermanas, pensaban que era mejor caer enteras, como las cabezas cortadas de las camelias. Consideraban que era mejor que caer pétalo por pétalo hasta marchitarse. A Gen nunca le gustaron las camelias.

Además no podía olvidar que, por más bella y adornada que estuviera su alcoba, seguía siendo una jaula dorada a fin de cuentas. Aun si vivía como príncipe y tenía sedas más finas y costosas que las grandes damas, estaba permanentemente en deuda con sus dueños. Hasta que su juventud se terminará, hasta que cayera su cabeza, o incluso más, tal vez tendría que seguir trabajando hasta caer pétalo por pétalo después de todo.

Lo único bueno era que mientras más se marchitara, su trabajo probablemente se centraría más en animar y aconsejar a aquellos que lo pidieran, que lo quisieran. Aunque no era como si tuviera muchas opciones tampoco, y no era como si su deuda fuera a disminuir por ello, nadie se iría a apiadar de él. Sus sombríos pensamientos le hicieron soltar un pesado suspiro, no era como si no estuviera resignado, pero aún así, no era un pensamiento brillante.

"Estas demasiado lúgubre hoy. ¿No deberías acicalarte para tu visita? Te saldrán arrugas en la piel si te preocupas demasiado". La voz que sorprendió a Gen era suave, juvenil y ligeramente burlona.

Lo que deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora