Capítulo 35.1

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Verónica entró de nuevo en aquel cuartucho y vio al joven hablando con Paloma.

—Ni de coña. —sentenció Felix cuando la vio.

Las dos chicas lo observaron con sentimientos que iban desde la desilusión hasta el enfado. Verónica bufó por lo bajo. Entendía perfectamente que no quisiesen entrar. Aquello era una locura. Pero, David iba a entrar en Maison la Noir en cuanto que se recuperase. Ella estaba convencida. Y allí los hombres de Baref lo estarían esperando.

—No puedes negarte. —siseó Paloma con un tono de voz amenazante—. Ahora que sabes lo que vamos a hacer, sólo puedes unirte a nosotras.

Él negó con la cabeza.

—No...

Verónica iba a asentir, a decir que estaba bien, que no tenía porqué entrar, que lo haría ella sola, en el instante en el que Eva entró con rostro decidido.

—Estoy dentro.

Los ojos de Verónica se iluminaron. ¡Eva le acababa de decir que estaba con ella! ¡Estaba dispuesta a entrar en ese sitio! ¡El plan volvía a tomar fuerza con su amiga! Verónica fue a abrazarla cuando la voz de Felix la paró en seco.

—No. —dijo con rotundidad—. Yo no. No pienso entrar en ese sitio. Eso es como ir a un matadero. Ni de coña.

Con Eva de vuelta, el plan seguía en pie. Verónica puso los ojos en blanco y se sintió mal al decir lo siguiente:

—Si no vienes no me quedará más remedio que contarle a Cobra lo que trataste de hacerme, y cuando él se entere te aseguro que desearás estar en Maison La Noir.

Felix la miró con rabia y dio un paso hacia ella, tenso.

—¿Me estás amenazando con matarme si no me uno a tu plan suicida?

Verónica dudó unos segundos en los que se preguntó a si misma cuándo se había vuelto tan manipuladora. Supuso que la situación así lo requería.

—Sí. —dijo al fin.

Negarlo era ridículo. Felix parecía furioso.

—No voy a dejar que me chantajees. —espetó avanzando hacia ella.

Tanto Paloma como Eva se pusieron tensas y se acercaron a Verónica, dispuestas a defenderla si hacía falta. Eva se sintió más en peligro cuando Paloma y ella se rozaron, pero aún así su mirada siguió fija en Felix.

—No es un chantaje. —prosiguió Verónica—. Si no entras con nosotras puedes delatarnos, por lo que entenderás que te haya mencionado a mi novio para que eso no ocurra. En cambio, si entras con nosotras y nos das tu palabra de no decir nada, te dejaremos en paz y encima te pagaremos.

Felix cambió la expresión de su rostro a la sorpresa cuando Verónica mencionó el verbo pagar. Un atisbo de codicia se reflejó en su sonrisa.

—¿Has dicho que me pagarás?

Verónica se cruzó de brazos y se acercó a él, sacando un poco el pecho al respirar con profundidad. La luz del móvil cayó sobre el rostro de Felix y Eva vio algo en él que le hizo dar un paso hacia atrás con repelús.

—Por eso no es un chantaje. Es un intercambio de intereses. Tú quieres dinero, y nosotras estamos dispuestas a dártelo a cambio de tu cooperación.

Felix comenzó a negar con la cabeza para, como si en algún recoveco de su mente mantuviese una lucha interna consigo de la que no era capaz de salir. Un silencio expectante sobrecogió al lugar, hasta que él volvió a hablar.

—No estoy dispuesto a arriesgar mi vida por cien ni quinientos euros, además...

—Cuatro mil euros. —dijo Verónica, empezando por un número algo más bajo que el verdadero dinero que estaba dispuesta a darle.

Una parte de ella temía que Felix se negase a colaborar, ya que no podía contarle nada de eso a David y perdería todo su poder sobre él. No es que le gustase sentirse poderosa con respecto a otras personas, pero en esa circunstancia en concreto en la que iban a entrar en un burdel habitado por tantísimos mafiosos, no tenía otra opción. Si le contaba a David que su vecino había tratado de violarla, él le contaría a David que ella le había pedido que entrase en Maison la Noir. Verónica se mantuvo todo lo seria e imponente que pudo, tratando de que Felix no supiese que era él quien manejaba la situación y no ninguna de las chicas ahí presentes.

—Cinco mil. —regateó él, haciendo que Verónica se relajase casi imperceptiblemente.

—Cuatro mil quinientos, y es mi última oferta. —le respondió tan seria que incluso Paloma se la quedó mirando.

Félix dudó unos instantes, pero acabó asintiendo después de roerse dos uñas.

—Hecho. —concluyó él—. Pero espero que sepas lo que estás haciendo.

Sus palabras calaron hondo en Verónica. ¿Sabía realmente lo que hacía? La respuesta era no. Clarísimo que no lo sabía.

—Recuérdame que haga negocios contigo cuando salgamos de esto, Vero. —le susurró Paloma.

Verónica sonrió y Eva hizo un gesto teatral antes de que Paloma le devolviese la bofetada sin previo aviso.

Os subo el último. Un abrazo grande <3

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