Parte 8 En el hospital del 13

2K 154 14
                                    

Cuando desperté en la camilla del hospital Haymitch estaba sentado a los pies de mi cama. Estaba muy enfadado y yo no pude evitar sentirme satisfecha por ello. Él me sacaba de quicio constantemente así que esas pequeñas victorias lo eran todo para mí.

- La próxima vez que te quites el pinganillo te voy a poner este casco que solo se abre con una llave, mi llave. Y si no te voy a insertar un maldito chip en el cerebro para que me escuches las 24 horas del día.

- Paso de tenerte en mi cabeza, dame el pinganillo –él me miro amenazadoramente.

- Katniss te hablo enserio. Como sigas comportándote así...

- ¿Qué? ¿No queríais un símbolo de la rebelión? ¡Aquí estoy! Soy rebelde, soy el sinsajo –me pareció un comentario divertido pero Haymitch dio un golpe a la cama. Eso me asustó.

- ¡Eres una estúpida niña consentida! ¿No te das cuenta? –me estaba gritando a escasos centímetros de mi cara– A este paso nadie te dará su apoyo y ya no podremos protegerte, ¿lo entiendes?

- Hice lo que debía –dije seria. Haymitch se levantó de la cama dando un golpe.

- Menos mal que al final pudimos sacar a Peeta, estaríamos perdidos solo contigo... –dijo en voz baja yendo hacia la puerta.

- ¿Cómo que "al final"? ¿No teníais intención de sacarlo? –él se detuvo, no me respondió.

Pensé rápido, recordé ese día en la arena. En el último momento Peeta y yo nos habíamos negado a separarnos y nos quedamos a hacer guardia con Beetee mientras Johanna y Finnick iban a colocar el cable. Cuando disparé la flecha Peeta corrió a mi lado. Nos cogieron a los dos con el mismo gancho.

- Ese día hiciste una cosa bien y fue no separarte de él –me dijo muy serio–. Solo podíamos sacarte a ti, tú eras el objetivo. Si Peeta no hubiera estado contigo se habría quedado en la arena, como pasó con Finnick.

Sentí cómo mi corazón se empequeñecía hasta desaparecer dentro de mi pecho. Siempre supe que esa misión de rescate fue un milagro, una hazaña que nadie nunca habría imaginado ser capaz de hacer. Habíamos estado tan cerca de la muerte que la habíamos aceptado, yo misma estaba dispuesta a matar a Peeta y luego suicidarme para que el Capitolio no nos cogiera. Pero ahora, imaginarme mi vida sin Peeta a mi lado me parecía insoportable.

- ¿Habrías tenidos los cojones de hacer eso? –le grité a Haymitch– ¿A pesar de haberme prometido que lo salvarías a él antes que a mí? ¿Hubieras entregado a Peeta al Capitolio? –ahora era yo la que gritaba.

- La guerra nunca es justa –dijo sin mirarme y yendo hacia la puerta.

- No, no te atrevas a irte –estaba intentando levantarme pero me tenían atada con demasiados cables–. Creí que Peeta te importaba, creí que le querías. ¿Hubieras sido capaz de eso? –sentí el ya conocido escozor en los ojos que anunciaba que las lágrimas aparecerían pronto. Me concentré para impedirlo pero no pude hacer desaparecer esa quemazón.

- Si te lo he contado no es para que me eches nada en cara ¡sino para que valores la posición privilegiada en la que te encuentras! –estaba muy cabreado pero más lo estaba yo.

- ¡Y una mierda! –di un fuerte talonazo a la cama–. Me voy a ir al maldito bosque, ¡os las tendréis que apañar sin Sinsajo! –grité tan fuerte como pude y Haymitch salió dando un fuerte portazo. Empecé a llorar de rabia. Jamás había dejado de ser un muñeco en manos de alguien, no nos salvaron por compasión, no nos ofrecieron libertad en ningún momento.

Juntos en el 13 (Juegos del Hambre)Where stories live. Discover now