Capítulo 17

491 42 22
                                    

Capítulo 17. Verónica se autolesiona.

En el cuarto de JD, con la cortina cerrada y nada más que la luz que emanaba la hora del reloj electrónico en la mesita junto a la cama, Verónica dio la milésima vuelta de la noche, y desistió de la idea de dormir. ¿Ya habrían encontrado los cuerpos de Ram y Kurt? ¿Habría salido la noticia ya de su supuesto suicidio?

Tras echarle un vistazo al chico que, a su lado, dormía semidesnudo, la muchacha se puso de pie. Pronto, y procurando no hacer ningún ruido, recogió su brassier del piso y se lo colocó. Luego se puso la falda azul marino y la camisita negra, después agarró su suéter azul claro y se lo puso encima. Necesitaba salir de ahí. Pero necesitaba hacerlo sin despertar a JD. No quería saber qué haría si la encontraba fugándose a mitad de la noche, especialmente después de haber puesto la pistola debajo de su almohada antes de pedirle que hicieran el amor y luego fuesen a dormir.

Se acercó en silencio a la cama cuando vio la cajetilla de cigarros al lado de la cabeza del muchacho, y se apoyó en el colchón tan despacio como pudo. Acercó la mano a la caja roja, siendo tan silenciosa como le era posible, y la tomó de prisa. Pero JD fue más veloz. Cuando abrió los ojos de golpe, pegó un brinco y agarró la muñeca de la chica, apretujándola con fuerza al mismo tiempo que llevaba su otra mano bajo la almohada. Verónica se congeló en su lugar.

—Perdón —dijo entonces JD y la soltó, igual que el arma, y se sentó en la cama—. Me espanté, pensé que era alguien más.

—¿Quién más va a estar en tu cuarto a las cuatro de la mañana?

—No sé. Perdón. —Pausó. Verónica ya se había echado para atrás, dejando los cigarros en donde estaban. JD la vio de abajo hacia arriba y arqueó las cejas.— ¿A dónde vas?

—Afuera. Quería fumar. No puedo dormir.

—Ah. —Se salió de la cama.— Te acompaño. —Y se vistió a toda prisa. Se puso un pants gris y una playera blanca con letras japonesas en color negro, y de inmediato se colocó la gabardina encima. Verónica lo vio en silencio mientras él se iba de regreso a la cama y agarraba los cigarros, el encendedor, y se encaminaba a la puerta tras ponerse los zapatos. La muchacha lo siguió en silencio.— ¿Nos metemos al carro? Para que no te de frío. —Verónica asintió.

Dos minutos después, los dos estaban sentados en sus respectivos asientos del FORD, JD sosteniendo el cigarro apagado entre los dientes, y Verónica agarró el encendedor de metal, dejando que el fuego prendiera su propio tubito de papel. Miró por un par de segundos cómo éste se iluminaba de un brillante color naranja, desprendiendo un hilo de humo. Bajó el encendedor.

Esto no es un sueño, Verónica, le dijo su propia voz dentro de su cabeza. No es una pesadilla, como las veces que viste tu propio asesinato; ahora es real. Heather, Ram Kurt; los tres están muertos y es culpa tuya. Tú pediste a alguien que peleara por ti y se te concedió tu petición; no te atrevas a quejarte ahora. La culpa era demasiado grande. Y el dolor, también. Siempre se había considerado una buena persona, y aún así, había terminado por matar a tres adolescentes. Que además, aunque fuera por poco tiempo, habían sido sus amigos. Esto no es un sueño ni una pesadilla. Llevó el cigarro prendido hasta la palma de su mano derecha, y lo apretó con fuerza contra su piel, dejando escapar un grito que hizo a JD saltar en su lugar. De inmediato, el muchacho le agarró la mano como para detenerla, y la miró por dos segundos antes de acercarle su propio cigarro a la quemadura, dejándolo ahí hasta que éste se encendió.

HeathersWhere stories live. Discover now