Capítulo 18: Caza

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Habían pasado varios días desde la marcha de Bakugō y tus tareas rutinarias no habían hecho más que ampliarse. Considerando que él te pidió que evitaras andar sola por el bosque durante su ausencia te centraste en las responsabilidades del hogar y no en tus paseos esporádicos hacia la casa de la curandera, así que durante las siguientes semanas la anciana que vivía en lo profundo del bosque podría sustentarse con lo almacenado en su amplia despensa.

Sin el pretexto de esos viajes para pasar el rato con Bakugō y cumplir con la responsabilidad de visitar a la vieja Chiyo, tu madre aprovechó para tenerte más tiempo con ella cumpliendo con tus labores y ayudándola con los quehaceres habituales. Además, con el clima mejorando y la floración en pleno auge, la primavera traía consigo buenas cosechas y días más soleados que aportaban más energía y temperaturas más agradables.

Esa mañana concluiste con los últimos arreglos del jardín, adecentando los nuevos brotes florales y las hierbas como menta, hierbabuena y manzanilla que usabais para cocinar. Chiyo te había enseñado un poco de botánica como compensación por los recados que le hacías, pues sus cortas piernas y la avanzada edad no le permitían dar paseos tan largos como antes... Por ello y aprovechando tu juventud, te mostró sus libros de vegetación e hizo un trueque con sus conocimientos para así beneficiaros ambas.

Habías tomado unas pocas hojas para guardarlas en botes de cristal y especiar los alimentos, así que volviste al interior de tu morada para dejar los recipientes en las alacenas. Abriste los postigos de las ventanas para que los brillantes rayos del sol y la brisa fresca se colasen en la sala, sacándote una pequeña sonrisa cuando los aromas de la primavera te envolvieron, cosquilleando tu nariz con matices afrutados.

Luego, te acercaste al balde de agua y lavaste tus manos para eliminar los rastros de tierra y savia de las plantas; seguidamente refrescaste tu rostro al ahuecar el agua impoluta con las palmas de tus manos y conducir el líquido a tus mejillas y tu frente, suspirando de alivio por la sensación. No es que hiciera un calor sofocante y excesivo, pero tras llevar un rato arrodillada sobre la hierba y con el sol caldeando tu espalda necesitabas un soplo de aire y limpiar el sudor de tu piel.

Sabiendo que tu madre había agarrado los barreños para hacer la colada, puesto que escuchabas el agua correr en el exterior, subiste al piso superior para cambiar tu vestido a uno más liviano y sin mangas que llegaba por encima de las rodillas. Después regresaste a la cocina para dejar tu atuendo sucio en una pila de ropa que estaba por lavar y recorriste la sala con la mirada, viendo qué más faltaba por hacer.

Hasta que tus ojos se fijaron en unas galletas que tu madre horneó la tarde anterior y que sería un desperdicio que se endurecieran por no comerse. Ella se las acabaría dando en migajas a las golondrinas de ser así, pero el gusanillo de la gula picó en tu estómago y decidiste que te merecías un pequeño premio por tu trabajo matutino.

Agarraste el tarro de galletas y tomaste asiento junto a la mesa del comedor, desenroscando la tapa para introducir la mano y pinzar con tus dedos el primer manjar que te llevaste a la boca. Saboreaste el gusto de la naranja y la miel en la oblea y un suspiro satisfactorio acompañó a la sonrisa que aún conservabas, pues el dulce sabía infinitamente mejor cuando era tu cuerpo quien lo pedía como si se tratara de un antojo.

—¿Otra vez estás comiendo? —la voz risueña de tu madre te sobresaltó y abriste los ojos mientras volteabas el rostro a un lado para mirarla.

—¿Qué quieres decir con "otra vez", mamá? —le devolviste la pregunta con una ceja enarcada a la par que chupabas las yemas de tus dedos para eliminar la sensación viscosa de la miel— He estado toda la mañana arrodillada en el jardín cuidando de las plantas, así que me tomé un dulce como recompensa.

My little red temptation (+18) [Katsuki Bakugou x lectora]Where stories live. Discover now