CAP I

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Cuarenta y dos días antes…

Ding Dong

Una voz varonil se hizo paso a la vez que se escuchaban unos pasos ligeros dirigirse a la entrada.

“¡Voy!”

Su estómago le empezó a hacer cosquillas al reconocer su voz. Hacía tanto tiempo que no lo veía que aún se le cruzaba el pensamiento de que todo eso se tratase al final de un sueño.

Pero la amplia y brillante sonrisa que tanto le gustaba le dio la bienvenida y le hizo volver a la realidad.

“¡Shinichi!” Le saludó abalanzándose en sus brazos para abrazarle con fuerza y miedo a que volviese a desaparecer a la vez que sus ojos se volvían vidriosos. “¿Realmente vas a quedarte esta vez?” Le preguntó con los ojos brillantes, deseando con todas sus fuerzas que se tratase de la definitiva.

Él le devolvió el abrazo y le besó la coronilla con cariño. “Sí, voy a quedarme esta vez.” Le contestó sonriendo.

Después de esa ausencia, tenerle de nuevo entre sus brazos, era de las cosas más reconfortantes. Apoyó su cabeza en su pecho e inhaló ese olor que desprendía que conseguía calmar siempre sus nervios.

“¿Puedo pasar?” Le preguntó separándose de él. “Cómo Ai volvió con su familia recientemente, he intuido que el profesor ha vuelto a comer mal, así que le he traído comida saludable.” Dijo amablemente.

El detective se tensó ante sus palabras y su mirada cambió a una bastante más seria. “Claro, pasa.”

Entró a la casa y se dirigió a la cocina, donde el profesor estaba acabando de secar unas tazas con un trapo.

“Buenas tardes profesor.” Le saludó amablemente.

“Oh, Ran, que sorpresa. Pensaba que ya os habíais ido. Shinichi me había comentado que salías a comer fuera.” Le dijo Agasa con una sonrisa divertida, causando que ella se sonrojara.

“Em…Sí. Solo quería pasar para darle esto.” Le dijo tímidamente acercándole la olla. “Cómo Ai ya no está con usted, he pensado que no le iría mal una ayuda con la cocina.” Le dijo amablemente.

“Oh.” Dijo él sorprendido. “Gracias.” Contestó un poco incomodo por su gesto.

¿Qué les pasaba a esos dos?¿Le molestaba que me fuese ofrecido a hacerle la comida?

“¿Aún no se ha ido el estúpido detective?” Preguntó entrando por la cocina con molestia una voz femenina totalmente nueva para ella.

Ran se giró y la sorpresa le impactó cuando sus ojos toparon con los de ella.

¿Quién era esa mujer?

Una joven, de lo que creía que tendría su edad, apareció por la cocina interrumpiendo sin querer su conversación. Su aspecto le era realmente familiar pero estaba segura de que no se habían visto nunca. Su mirada era fría y distante y su aspecto no parecía de una persona nacida en Japón. Era muy guapa pero había algo de ella que de buenas a primeras le echaba para atrás.

“Ran ha traído la comida.” Le dijo el profesor a la joven con una sonrisa incomoda.

Kudo se puso serio en cuanto ella apareció, sus ojos la miraban bastante molesto y sus puños se apretaron cuando le captó rodando los ojos.
La morena fue a abrir la boca para poder presentarse y quitarse esa incógnita que sentía, pero Shinichi le cogió del brazo y la sacó rápido de la cocina.

“Nos vamos.”

Ran se dejó arrastrar hasta el exterior de la casa, sin saber bien ni que acababa de pasar ni quien se trataba que era esa mujer.


Treinta y ocho días antes...


Su sangre corría con furia por sus venas y sus manos agarraban con fuerza la pistola que aún humeaba. En sus oídos solo podía retumbar el disparo que acababa de sonar y su cuerpo se apoyó apenas sin fuerza contra la pared a la vez que lo hacía el cuerpo de su ponente, pero el suyo caía ya sin vida.

Estaba muerta.

La lluvia caía con fuerza contra su cara, haciendo que su propia sangre y la que le había salpicado corriera por su cara mezclándose con el agua de la lluvia. Su respiración estaba agitada y su mano derecha, que aún sostenía el arma, temblaba con fuerza mientras apretaba su costado adolorido.

Clin clin

Un ruido metálico llamó su atención y volvió a incorporarse cómo pudo para comprobar su alrededor con la pistola de nuevo en alto.

“¿Quién hay?” Preguntó amenazante.

Pero no recibió respuesta.

Las sirenas de policía empezaron a sonar cada vez más cerca de ahí, así que decidió ignorar ese ruido y empezó a buscar una salida entre esos callejones. Se acercó a su oponente y le quitó la chaqueta que llevaba puesta para ponérsela ella y se puso la capucha para intentar camuflarse un poco. Trepó rápido como pudo una valla metálica cercana y desapareció entre la oscuridad sin dejar rastro.

Lo que ella no sabía era que una joven espectadora karateca, estaba escondida muy cerca de ahí, captando todo lo que acababa de suceder.

Amar en silencioWhere stories live. Discover now