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A la mañana siguiente, el mexicano se despertó debido a unos fuertes rayos de sol que le llegaron directamente al rostro, al principio fue tenue, debido a que estaba tapado hasta la cabeza con las sábanas, pero de manera gradual dicha luz fue aumentando hasta que logró sacarlo de los brazos de morfeo. Por alguna razón se sentía muy cómodo, no sabía si era por el olor o por el tamaño de la cama, o ambos, pero al abrir los ojos pudo darse cuenta de que no era su habitación y que en efecto, estaba en la de Rusia.
Se incorporó en la cama de manera perezosa, analizó el lugar rápidamente y no pudo ver a su novio, pero casi al instante vio la puerta del balcón abierta y de esta salía un sutil humo. De seguro el más alto estaba ahí, pensó.
Se levantó de la cama, sintiendo el suelo frío bajo sus pies junto con una sensación de caída de cierta prenda que le quedaba bastante larga y grande. Solo en ese momento se percató de que estaba usando una camisa de Rusia, color blanca con rayas verticales de color azul claro, la cuál le llegaba a la altura de las rodillas.
Aparte de eso solo poseía sus bóxers lo cual lo hizo dudar de lo que había pasado la noche anterior pero cuando intento recordar, nada pudo llegar a su mente en lo absoluto. Estaba completamente borrado.
Dejando eso de lado, el latino caminó lentamente hasta la puerta del balcón y se asomó para verificar si sus sospechas eran certeras, encontrándose así con su novio fumando afuera, con una mano apoyada en la baranda y mirando el paisaje.

—Buenos días.—Dijo México.

De inmediato el más alto se giró y miró a su novio, dedicándole una tierna sonrisa.

—Buenos días, ¿Cómo dormiste?—Preguntó Rusia.
—Supongo que bien, aunque no entiendo muy bien porqué estoy aquí pero bueno.—Dijo el mexicano.
—Es una larga historia.—Dijo el ruso.
—¿Y en esa historia se incluye la razón de porqué estoy usando tu camisa?—Preguntó el latino.
—Anoche estabas muy borracho y vomitaste encima de tu ropa.—Dijo el euro asiático.
—Uy que asco.—Comentó México.
—Ya la envíe a la tintorería si eso te preguntas.—Dijo Rusia.
—Ayer debí pasar una gran borrachera.—Dijo el mexicano inocentemente.
—¿En serio no te acuerdas de nada de lo qué pasó?—Preguntó el ruso.

El latino negó con la cabeza mientras se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas.

—Pues supongo que te lo tendré que contar.—Dijo el euro asiático sentándose también en el suelo pero al frente del pequeño, y apagando su cigarrillo de paso.

El mexicano lo miró atentamente con una sonrisa llena de curiosidad, no se esperaba nada de lo que su novio estaba a punto de contarle.

—Bueno, ayer fuimos a una fiesta, ¿Recuerdas eso?—Dijo Rusia.
—Si...—Dijo México asintiendo con la cabeza.
—Pues todo transcurrió normal hasta que comenzaste a actuar algo raro.—Dijo el ruso.
—¿Raro? ¿A qué te refieres con eso?—Preguntó el mexicano.
—Fuera de tus sentidos, como muy borracho, pero no habías bebido tanto como para estarlo a ese nivel, lo cual es raro.—Explicó el euro asiático.
—¿Después de eso qué pasó?—Preguntó el latino.
—Te llevé a tu habitación, para que descansaras, pero me pediste que me quedara, y ahí fue cuando sucedió.—Dijo Rusia.
—¿Qué cosa?—Preguntó México.
—Antes de decirlo, me gustaría agradecerte por lo que hiciste, fue genial, me hiciste sentir como nunca nadie lo había hecho, no lo digo solo porqué estemos juntos, lo digo en serio. Sé que no fue en el mejor momento, ni en el mejor lugar y que es bastante malo que tus amigos se hayan enterado porque ahora vas a tener que explicarles toda la verdad, pero fuera de todo a pesar de tu estado, lograste que fuera un momento absolutamente mágico, que aunque no lo haya parecido ayer, lo aprecié de verdad.
De todas maneras, pude convencerte ayer de solo llegar hasta ahí, porqué sé que tú quieres esperar para eso y que sea especial, así que en ese caso no te preocupes, no has roto esa promesa personal.—Contó el ruso.

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