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– ¡Oh por Dios!– exclamo no muy fuerte, no quería llamar la atención de muchas personas, solo la suya.

– ¡Perdón! – responde alarmado. Levanto la vista y miro sus ojos los cuales están exageradamente abiertos. Se ve apenado – No te vi.

Era el unico momento que estaba feliz de que no me hubiera visto. O mi plan se hubiera ido al carajo.

– No te preocupes – hago una mueca volviendo mi vista a mi escote el cual se marcaba por la remera pegada a mis pechos – esto es un desastre – murmuro y sacudo mi mano mojada.

– Lo siento, enserio, yo no quise, discúlpame. No te vi – está nervioso, me gusta que este nervioso pero me gusta más su penetrante mirada sobre mis pechos.

Sonrío internamente victoriosa y sabiendo que se había creído toda mi actuación, agradezco mentalmente a mi madre quien me llevo obligada a esas clases de teatro. Para algo sirvieron.

– Yo tampoco veía por donde iba – digo disculpándome.

– Es blanca – señala tontamente con su dedo índice.

Solo asiento e intento entablar una conversación.

– ¿Calum Hood, cierto? – pregunto fingiendo que no tengo su nombre escrito en toda mi carpeta del instituto  o en todo mi diario intimo, o que juego a ponerle su apellido a nuestros futuros hijos.

– Sí.

– Soy Paloma Mendes – Una puntada de dolor surge cuando él frunce el ceño y comienza a pensar y se ve algo desorientado –  la hija de Pamela – informo intentando sonreír aunque sé que no he fingido eso muy bien.

– Por supuesto – asiente.

Él ni siquiera me recordaba cuando yo no lo podía quitar de mi mente.

Hijo de puta.

De repente mi mente se nubla blanca, no sé que más hacer, estoy algo cegada que olvido mi plan.

– Mi chaqueta en el salón de pintura, podría prestártela – propone mientras su mano se posa en mi cintura haciendo que nos dirijamos al respectivo salón. No espera respuesta, mis piernas parecen tener vida propia.

Como por arte de magia mi cerebro vuelve a trabajar y una idea cruza. El salón de pintura era el mismo salón donde trabajaba así que lo conocía, sabía que era espacioso, que había varias mesas, que había varias latas de pintura, como sabía que era el salón más apartado de todos, sabia donde escondían la llave.

Me adelante y subí rápido las escaleras dejándolo atrás, tomo la llave rápidamente, aquella que se escondía en la maceta del lado de afuera ya que era utilizada para ingresar al salón los sábados o domingos cuando los alumnos necesitaban espacio para trabajar o para recuperar algún trabajo.

Sostengo la puerta para él mientras se dirige a la pared que contenía algunos casilleros, busca una llavecita de su bolsillo y la inserta en el casillero número 16 mientras disimuladamente cierro con llave la puerta y la oculto en mi bolsillo trasero.

– Sí, esto te va a servir – dice con su chaqueta de cuero ya en su mano, voltea a verme y se sorprende ligeramente.

– Sí, tal vez – digo suavemente mientras dejo que mi remera se deslice entre mis dedos para caer al suelo.

Doy unos pequeños pasos hacia él, incluso intento caminar sensualmente y cuando estoy frente a él, mis ojos viajan a  mi sujetador negro.

Paradise © C.H {Daddy}Where stories live. Discover now