Capítulo 28|2

356 34 3
                                    

Me toma por sorpresa. Lo miro con el ceño fruncido tratando de averiguar si escuché lo que estoy segura que escuché o solo me confundí por el ruido de la música. Su rostro serio me indica que sí es cierto.

—¿Hablas en serio?

Didier rueda los ojos, toma mi mano y nos saca de la improvisada pista de baile y del salón, dejando a todos atrás. Lo sigo con curiosidad. Abre la puerta que está al final del pasillo y nos mete a ambos dentro del baño, cerrando con pestillo detrás de nosotros.

—No te preguntaría si no estuviese hablando en serio.— me dice con esa voz de obvio que hablo en serio, idiota.— ¿Qué dices?

Lo miro, luego miro nuestras manos aún cogidas. Se percata de eso y da un paso atrás alejándose con cautela.

—¿Por qué?

—¿Por qué qué?

—¿Por qué quieres que seamos follamigos? Digo, esas cosas no se preguntan... solo se dan y ya. Creo.

—Porque quiero y me apetece. Tampoco es para tanto, solo estoy diciéndote de ser follamigos, no te estoy pidiendo matrimonio ni nada.

Ruedo los ojos.— Ya lo sé, genio. Mi pregunta es, ¿por qué crees que yo querría ser tu follamiga? Que yo sepa ni siquiera nos caemos tan bien.

—Pero follamos.

—Pero follamos.— corroboro cruzándome de brazos y ladeando la cabeza.

—¿No es obvio?— lo miro negando. Suspira, se vuelve a acercar a mí pero esta vez me coge de las caderas con ambas manos.— Puede que hayamos comenzado con el pie izquierdo, y no nos conozcamos mucho, pero no te voy a negar: coger contigo es espectacular. ¿Por qué desperdiciar la oportunidad? En la cama somos compatibles, como no lo había sido con nadie nunca. Y, siendo follamigos, podríamos follar cada vez que tengamos ganas, o el otro tenga ganas.

A medida que habla susurrante sus manos traviesas bajan a mi trasero y las deja ahí, sonriendo con picardía.

—Hay miles de razones por las que me parece una mala idea.— le digo mirando algunos lunares esparcidos por su rostro, luego sonrío.— Pero hay unas pocas por las que me parece una idea genial, así que sí. Quiero ser tu follamiga.

Esta vez soy yo quien se acerca a besarlo con ganas. Entrelazo los brazos detrás de su cuello a la vez que él abre la boca dejando que mi lengua invada la suya.

Nos separamos jadeando.

—Hay que aclarar unas cosas antes que nada.— me apresuro en aclarar.

Didier rueda los ojos. Me aparto de él para mantenerme sensata unos segundos.

—¿Cuáles?

—¿Sabes lo que significa ser follamigos, verdad?

Resopla.— ¿Me crees idiota?— enarco una ceja.— Si lo sé, Hela. Nadie sabrá que lo somos. No nos celaremos ni intentaremos poner celoso al otro. Fuera de la cama debemos ser y actuar como amigos, no somos una pareja, es la parte "amigo" del estatus "follamigo". Cuando queramos quedar con el otro solo debemos pedirlo, sin dar excusas idiotas ni rodeos. No somos telepolvo, nos veremos siempre y cuando el otro no tenga planes o esté ocupado. La confianza aquí da igual, si el otro no quiere contarte algo íntimo está en su derecho a no hacerlo, la privacidad es importante.

—Bien.— sonrio cuando termina de decir todo aburrido.— Solo hay otra cosa que quiero que quede claro: no busco exclusividad, y no la doy. Seremos follamigos, no novios, así que no hay fidelidad que guardar. Eso sí, siempre que estés con otra persona debes protegerte, porque como me pegues alguna enfermedad...

St. Paul's School (Terminada)Where stories live. Discover now