Día 3: Será en la próxima

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Advertencias: Royalty AU/Fantasy AU/Criaturas mitológicas/No quirks AU, o algo así/Muerte de un personaje.

Hace mucho, mucho tiempo, existió en Japón un bosque de larga extensión al que ningún humano se atrevía a ir. En este lugar habitaban varias clases de criaturas que ahora conocemos como "fantásticas o mitológicas". Según cuentan, por el reino más cercano se decía toda clase de cosas de ese desconocido lugar. Nadie tenía el valor de atravesar más que los primeros metros, llenos de árboles que permitían aún el paso de la luz. Sin embargo, llegado a un punto, el bosque se volvía en extremo espeso y no se podía pasar a menos que en serio se tuviera la determinación y la paciencia. Gracias al aspecto terrorífico de la espesa arboleda, se inventaron todo tipo de relatos, más que nada terroríficos para evitar que los más jóvenes quisiesen ir.

Pero ya conocemos esa parte de la historia gracias al relato poco conocido de dos pequeños que tuvieron las agallas de entrar a lo más espeso del bosque. Se trata de Sero y Bakugou, pero de esa historia ya han pasado muchos años...

El hierro se fundía con el gran calor de los hornos y Bakugou no podía hacer más que esperar a que estuviera en el punto preciso para sacarlo y moldearlo mientras secaba su sudor con la camisa que tenía, en algunas partes rota ya.

A sus 20 años trabajaba en el castillo como herrero, habiendo aprendido el oficio de su padre por mera necesidad, y cuando tuvo la edad, ya se encontraba soportando temperaturas exageradas. Aún recuerda la vez que desmayó por deshidratación a sus 15 años. Fue la única vez que le ocurrió. Ahora era uno de los mejores en el oficio y eso le solía costar caro por lo mucho que era requerido, pero al menos tenía sus ratos libres. Tiempo en el que se escapaba para ir a ver a Sero, quien se desempeñaba muy bien como comerciante en el mercado a las afueras del castillo.

Hasta la fecha, ambos seguían siendo los mejores de los amigos, y más con el secreto que compartían. Esa conexión extraña con dos criaturas que se encontraban más allá de la barrera de árboles.

Cada día Bakugou añoraba poder volver y varias veces era sacado de sus trances por el pelinergo, cuando este le encontraba observando el horizonte donde quedaba el bosque. Pero no podían evitarlo cuando sabían que ellos estaban ahí. Y Katsuki jamás entendería la magia que rodeaba ese terreno y por qué nunca podía ver en el cielo a algún dragón sobrevolando la arboleda. Simplemente parecía no haber algo más allá de la espesa naturaleza.

Sin embargo,  Sero y Bakugou lo sabían.

Ese día salió más tarde del taller por haber tenido que forjar una espada "muy especial" puesto que sería para el dichoso príncipe menor, el príncipe Shouto. ¿Para qué demonios un niño de 10 años necesitaría una espada?

Cuando acabó dicha obra de arte, esperó a que enfriara y fue a entregarla, para después salir del castillo, dispuesto a ir a casa de Sero y regresar a ese bosque. Habían pasado ya 10 años y no podía sacarse de la cabeza ese cabello rojizo, esas escamas escarlata, esos ojos tan inocentes y llenos de curiosidad... Quería ver nuevamente a Eijirou y cada vez que observaba el anillo de rubíes colgando en su cuello en una cadena deseaba verlo más.

— Cara plana — exclamó tratando de no ser tan ruidoso. Era muy entrada la noche y todo el lugar estaba desierto, así que daba un poco de miedo, pero no a Katsuki Bakugou. No, señor —. ¡Sero!

Aprovechó que la ventana del pelinegro estuviera abierta, por lo que tomó una piedra del camino y la aventó, escuchando pronto un quejido. Sonrió satisfecho y cruzó sus brazos esperando que su amigo se asomara por la ventana.

Después de unos segundos Sero salió sosteniendo un pequeño candelero oxidado con su respectiva vela iluminando escasamente la escena. El pelinegro, que ya estaba durmiendo frunció ligeramente el ceño al ver a su amigo y suspiró cansado, sosteniéndose de su barandal.

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⏰ Última actualización: Apr 14, 2021 ⏰

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