MartinaFroté mis ojos al sentir una puerta abrirse, Fran con una caja de herramientas me sonrió alegre y acercó sus labios a mi frente para luego acariciar mi vientre abultado.
— ¿Cómo está la princesita?
— Estoy bien.
— Le preguntaba a Amelia – fruncí el ceño y golpeé divertida el hombro de mi amigo, estaba cansada, Amelia no me había dejado dormir en toda la noche con sus golpecitos y movimientos.
— Creo que ya quiere nacer — le dije.
— ¿Crees que nazca a los 7 meses?
— Depende de esta pequeña, ella sabrá si esta lista para conocer el mundo a los 7 meses – acaricié mi vientre y cubrí mis hombros con las sabanas.
— ¿Estabas durmiendo?
— Si.
— Lastima flaca, me arruinaste una cita, ahora te arruino tu hora de belleza, vamos, levántate que tengo mucho que hacer.
— Sos malo.
— Pero aún así me amas.
— No responderé esa pregunta.
— No era una pregunta, te lo estaba afirmando – dijo Fran soltando una carcajada y rodeo mis hombros para darme un abrazo. – Bajaré para tomar desayuno con Mariana, vos descansa y cuando estés lista baja.
— Gracias – cerró con cuidado la puerta y yo pude descansar por lo menos una hora, me di una ducha y me coloqué un vestido floreado y un suéter blanco con botones acaramelado, sequé mi cabello y apliqué un poco de maquillaje en mi rostro para iluminarlo – Buenos días.
— Diría buenas tardes, ¿pudiste descansar algo? – preguntó mi madre entregándome un plato con hot cakes y frutos secos, asentí.
— Si, falta sólo dos semanas para volver a ver a Lia.
— ¿Queres que te acompañe? – preguntó Fran tomando un sorbo de su jugo, hice una mueca y negué.
— Tenés examen ese día – golpeo la mesa dramáticamente y sacudió su cinturón de herramientas.
— Será mejor que empiece a trabajar, necesitaré que subas para decirme dónde colocarás las repisas.
— Dale – Fran se alejó de nosotras y yo continúe devorando mi desayuno, mi celular empezó a sonar y una sonrisa apareció cuando vi el nombre de Sebastián en el.
— Hola, Tini, ya he salido de la universidad, me estoy dirigiendo a tu casa — me dijo.
— Dale, gracias por ayudarme.
— No hay de que – respondió, pude sentir su dulce sonrisa y mis piernas temblaron por un segundo al pensar que esa sonrisa iba dirigida a mi.
— Adiós.
— Adiós, saluda a Amelia y a Mariana – tapé mi teléfono.
— Sebastián te manda saludos.
— ¿Vendrá a casa? — me preguntó ella.
— Si – mi madre tomó mi teléfono y empezó a tener una charla con Sebastián, de que tenía un caso sobre el seguro de su auto que fue cancelado y no tenía un abogado que la defendiera. Puras mentiras, mamá solo quería ver a Sebastián. – Iré arriba, si Sebastián llega dile que estoy con Fran en mi habitación.
— Okey – subí las escaleras y sonreí al ver la cuna de Amelia ya lista, me acerqué a la mejilla de Fran y le plantee un beso ruidoso, él rió.
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