|Treintayocho|

909 79 59
                                    


Sebastián

Caminé con Amelia en brazos hasta el parque, dejé a mi "hija" en un columpio y acomodé en mis manos las cadenas.

— Mamá dará a luz el viernes, ¿estas emocionada? – alejó con un suspiro el cabello de su rostro y metió a su boca su pulgar. – Tendrás un hermanito princesa.

Asintió agitando sus pies y yo la elevé en el aire, Amelia era mi princesa, pero claro, no era mi hija biológica.

— ¿Cómo quieres que se llame tu hermanito, Lia? – rió al llegar a lo alto y balbuceó un nombre. — ¿Mateo?

— Si – sonrió y me indicó a detener el columpio, la tomé en brazos y dejé sus pies en el suelo, siempre cerca de ella por si caía.

— Con cuidado Amelia, tu madre me mata si se entera que llegaste herida a casa – Ella rió y corrió hasta mi para lanzarse a mis brazos, la abracé y dejé un pequeño beso en su frente.– ¿Extrañas a tu padre?

Rascó su ojito izquierdo y apoyó su cabeza en mi hombro, besé su cabello y caminé hasta casa, Tini abrió la puerta, su rostro estaba húmedo y sus manos en su vientre, mierda.

— ¿Va a nacer?

— ¡¿Vos que crees?!

— ¿Quieres que..

— Deja de hablar y llévame al hospital – asentí y corrí hasta el coche para dejar a Amelia en su asiento, ayudé a Tini a subir y conduje a gran velocidad. Cuando llegamos al hospital, ayudé a bajar a Tini y tomé a Amelia en brazos, corrí hasta las puertas.

— Ayúdenme, chica en labor de parto – dos enfermeras con una camilla corrieron hasta afuera y se llevaron a Tini, marqué el número de mis amigos, estaba nervioso, debía estar con Tini, pero no podía entrar con Amelia.

Jay y Christian llegaron corriendo hasta mí y me sonrieron nerviosos.

— Debo entrar, cuiden a Amelia por favor – asintieron y yo corrí hasta la sala de parto, me coloqué la ropa azulada y entré viendo a Tini, respiraba con irritación y médicos iban de allá para acá con herramientas médicas. – Ya estoy aquí amor.

— Cállate.

— Todo está bien amor – tomé su mano y la besé varias veces, el doctor Rodríguez llegó y acomodó en sus manos unos guantes blancos, me sonrió, pero Tini soltó un grito.

— Empecemos con esto – acercó la silla y yo inmediatamente miré a Tini, si seguía viendo el proceso, iba a terminar desmayado en el suelo. – Necesito que pujes Martina.

— No puedo hacerlo – dijo ella en un sollozó, me agaché al sentir un apretón en mi mano, mierda, que dolor.

— Vamos amor, tú puedes, puja – Tini asintió y mientras yo contaba hasta 3 ella tomó un bocado de aire, apretó los dientes e hizo todas sus fuerzas, conté 6 veces hasta que una señal de la cabeza hizo sonreír a mi chica.

— Vamos linda, tú puedes.

— AHHH – apretó un poco mi mano y enfermeras limpiaron su frente.

— Último intento, Martina – dijo Álvaro, yo besé la mano de Tini y ella pujó con más fuerzas, un lloriqueo se escuchó y yo, por alguna razón, me lancé al suelo, desmayándome.

(...)

— ¿Joven? – fue lo primero que escuché al despertar, el doctor Rodríguez reía y Tini con cansancio me sonrió, tenía en sus brazos al pequeño Mateo.

Mateo Obando Stoessel, sonaba perfecto, sus ojos marrones, pestañas largas y curveadas, sus labios delgados y finos, su nariz, respingada y pequeña y por ultimo sus mejillas rojizas.

— Es perfecto.

— Sebas – me levanté del asiento y la miré, ella me sonrió. – Es nuestro bebé.

— ¿Cómo se llama? – preguntó una enfermera, otra se llevó a mi hijo. – Amelia quería que se llamara Mateo.

— Mateo Obando.. me gusta.

— Mateo Obando Stoessel – dije con seguridad, la mano de Tini se aferró a la mía y elevó sus labios, la di un suave beso.

— Ya no tengo vientre.

— Ya no más.

Suspiró riendo y acomodó su cabeza en la almohada, sus parpados se cerraban mientras yo acariciaba su cabello, cuando estaba completa dormida, salí alejando mi cabello de la frente, Jay fue el primero en mirarme, me sonrió ampliamente.

— Es un varón, lo hemos llamado Mateo – Amelia aplaudió y metió sus manitas a su boca.

— ¿Ha salido todo bien?

— Si, está en su peso normal, ha salido fuerte y sano.

— ¿Podemos verlo? – asentí y me agaché para ver a Amelia, tomé sus manitas y la miré a los ojos.

— ¿Mamá? — me preguntó señalándome el pasillo, era una nenita muy inteligente. Asentí.

— Ya ha nacido tu hermanito Amelia — ella sonrío y me abrazó, acepté su abrazo gustoso, era una niña muy tierna, mi niña.

Tenías que ser TÚ | Sebastini ✔️Where stories live. Discover now