Capitulo XX.

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Seis meses después.

Ava.

Algunas veces suelo despertar a mitad de la noche con el pecho apretado y con la cabeza a estallar, siempre espero verlo a mi lado al despertar y junto a ese sentimiento, espero escuchar en medio de nuestros jadeos la manera tan real y sincera en la que me decía que me amaba, pero mi corazón se aprieta mucho más al darme cuenta que estoy deseando a alguien que siempre debió quedarse en un pasado. Mucho ha pasado desde la última vez que mis ojos vieron a Noel, dormir plácidamente con su cuerpo desnudo sobre la cama que hace milenios me perteneció y sin la mínima idea de lo que estaba ocurriendo en ese momento. Recuerdo aquella noche como si se tratara del día de ayer, aun no puedo sentir la champaña burbujear en mi boca o el frio de mi columna al estar en medio de la pista de baile, pero lo que más recuerdo y me reprocho por ello, es la forma tan real en la que Noel me tocó y me hizo sentir mujer. Mi mente solía recordarme una y otra vez en ese momento, y por si no fuera, algunas noches aun puedo sentir su perfume impregnado en mi cuerpo.

Siempre me faltarán las palabras para poder describir ese momento, pero también serán cortas las palabras para describir la paz y el amor que sentí en aquella enorme habitación. Esa noche de marzo comprobé lo que había tratado de ocultar por más de veinte años y mis deseos y anhelos más profundos se hicieron sentir en aquel vibrante y pasional momento, pero la vida es incierta, y yo sabía que tanta perfección no podía ser real. El primer timbre de la mañana de aquel domingo levanto mis alarmas, extendí mi mano somnolienta y con pocas fuerzas de caer en mi realidad, pero lo que relataba aquel mensaje cayó sobre mi como un balde de agua fría, robándome el aliento por completo. Corrí al baño, desesperada y con ganas de que ese hecho tan importante fuese sólo un error.

Hace unas semanas, la empresa había decidido hacerme unos exámenes debido a mi "mal" estado de salud, querían descartar cualquier enfermedad o problema que pudiese afectar mi puesto laboral. No puse resistencia pues yo sabía cuál era el verdadero motivo de mis desmayos espontáneos, pero para lo que no estaba preparada era para que me dijeran que estaba embarazada y que tenía por lo mínimo unas tres semanas. Había estado tan estresada y ocupada con mi trabajo, con el asunto de Noel y viviendo mis fantasías de niña que no había notado la ausencia de mi periodo y los claros síntomas de mi embarazo. El corazón se me hizo añicos, no sabía por dónde empezar todo esto, entré en pánico y guiada por la razón lo único prudente que pude hacer fue salir corriendo de aquella habitación y de aquel pueblo. Tomé el primer vuelo de vuelta a Madrid sin pensar en lo que dejaba atrás, debía ser responsable y consciente de que mi vida ya no se trataba de mí, sino de la vida que cargaba dentro de mí.

Lucía no me esperaba hasta el día siguiente, pero al tocar su puerta aquella noche de domingo supo que algo no andaba bien. La decisión que debía tomar era una de las más difíciles de mi vida, pero era una persona adulta y no debía darle vueltas al asunto. Regresaría a Colombia junto a Manuel, donde siempre debió estar mi corazón. Aquella noche tomé el primer vuelo que conseguí para Colombia, pero antes de partir le encargué a Lucía la difícil tarea de decirle a Noel lo que estaba ocurriendo, omitiendo el importante hecho de que estaba embarazada. Decirlo me quebró el corazón, no lograba entablar una palabra sin llorar o pensar en el daño que le estaba por hacerle a Noel. Yo no era capaz de mirarle, de decirle que teníamos que dejar morir un amor que nosotros habíamos hecho volver a florecer, que teníamos que matar la ilusión y la esperanza de revivir un amor que estuvo dormido por más de un milenio.

Una vez embarcada en aquel avión no volví a saber de Noel, o de Celestina. Tenía que borrar por completo cualquier cosa que me uniera a Madrid, no tuve tiempo de despedirme de mi amiga Anastasia o de mi padre, todo el mundo se me vino encima y a duras penas me asimilar la situación que me envolvía. Me tomó casi doce horas poder regresar a mi hogar y en ese transcurso de tiempo tuve que llorar y drenar toda la rabia y la impotencia que me daba saber que, aunque amase con locura a Noel, ya que eso hacía y era difícil ocultarlo, tenía que tomar una decisión razonable. El único hecho que verdaderamente me agobiaba era no poder conversarlo con él, tener que hacer las cosas de esta manera pues sería la única manera de no romper el único fragmento de corazón que aún seguía colgando en mi pecho. Creí haber sacado todo en ese viaje, pero al ver el rostro de Manuel fue imposible no quebrarme frente a él, en ese momento no supe por que lloraba, había tantas razones y todas ellas siempre aparecían al mismo tiempo en mi cabeza.

A una vida de tí. [Disponible en Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora