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Minho no tiene muy claro cuántas veces ha visitado Marte, era  uno de los planetas donde más le gustaba ir y de hecho uno junto a Mercurio, que usualmente recorría por ser los más pequeños, sin duda, puede decir que lo conoce al pie de la letra o por lo menos la mayoría del mismo. Le parece un lugar sumamente acogedor y de hermosos paisajes con su característico color rojizo.

Sin embargo esta vez su ida, no tenía como propósito una aventura. El heredero a la Luna necesitaba de la ayuda de la única persona que conocía en toda la galaxia tenía el don de duplicar los objetos.

Choi San había escogido como don aquel extraño poder, aunque Lee no entendía muy bien el porqué, ya que tampoco es como que él de mechones rojos lo explicara; le parecía bastante útil en ese momento. A diferencia del Sol, la Luna y las estrellas, no todos los planetas eran coronados a los diecinueve, de hecho tampoco era restringido que se cumplieran los preestablecidos, si algún guardián sentía que su hijo era apto podían hacerlo en cualquier momento, para el Sol por ejemplo, fue antes debido que su madre se sentía bastante cansada y Jeongin, Seungmin y San aún  siendo menores, ya eran los guardianes - el último hace una semana atrás-  por tanto debido a se peso quedaba más a una elección de cada uno, de hecho aunque se viera un poco injusto, los demás podían acceder a un don - diferente a su deseo - que se les otorgaba únicamente a los siete planetas desde sus dieciséis, aunque, los otros tres eran los únicos con la habilidad de integrar o borrar  recuerdos en las personas.

— Hoy es tu día de suerte — San hace su aparición por la puerta y Lee ríe al saber a lo que se refiere.

— ¿Por qué no te has escapado?

— Justamente mi querido amigo.

La razón por la que ambos se llevaban tan bien, no era solo una cuestión de aficiones o ideas parecidas, sino también al gusto por escapar; pero si Minho era un desastre con ese tema, San no tenía palabras que lo describieran.

Aun cuando le había enviado un mensaje de que ocupaba su ayuda para un asunto, no podía confiar de que este se quedaría en casa, cuando a Choi se le ocurría irse simplemente lo hacía y no existía poder que lo detuviera.

— Pero vamos a lo importante — ambos han comenzado a caminar por el lugar. Si hay algo de lo que el mayor vive enamorado, es del jardín de aquel palacio — ¿Qué necesitas?

Lee lleva su mano hasta el bolsillo de su pantalón en busca de la cajita en donde guardaba el objeto que necesita se duplique por aquella magia.

El menor cree por donde va la situación y lo confirma al ver cómo abre la tapa. Todos los planetas poseen un anillo que se otorgaba a sus quince, creado a base de la piedra del mismo, cada guardián sin embargo poseía uno distinto, no era algo que pasará de generación en generación, sino que era único. Como concepción divina su significado era de protección y conservaba la mayoría del tiempo una buena parte de la energía de su astro por si en algún momento este caía enfermo y al ser su guardián imprescindible no era algo que podía suceder.

— Necesito que lo dupliques.

Marte no obstante, baja la tapa. — Estas loco — dice mientras niega  — No puedo.

Aquel anillo no era ningún juguete, al ser único, conservaba también los dones y peticiones de su heredero. Es decir que si Choi duplicaba el suyo por ejemplo, asimismo su poder y eso era algo que sabía muy bien no podía hacer.

— Yo todavía no he pedido mi deseo.

— ¿Ya sabes sobre el deseo? —el chico  suspira al recordarlo, alguna vez tuvo una reunión con su padre diciéndole que la Luna le había pedido no revelar datos a su hijo, le sorprendía sin embargo que Minho a ese punto no supiera de aquello, y pese a que no era la persona que acatará todas las órdenes, no quería ir contra el mandato de otro planeta y menos de la Luna.

By The Moon ஜ Minsung Where stories live. Discover now