IV

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Camino por las calles de Sighisoara guiado por Ileana. No hablamos. Lo único que rompe el silencio de esa gélida mañana de sábado es el crepitar de nuestras pisadas sobre la nieve.

Nos dirigimos a la plaza principal de la ciudadela. Allí vive Eileen Vasilescu, nieta de Samuel Vasilescu, el que fuera alcalde en los años 50 y compañero de instituto de Dean y Castiel antes de la Gran Guerra.

Ileana se detiene delante de una de las mansiones y llama a la puerta. Enseguida aparece una oronda mujer de sesenta años de mejillas sonrosadas que parece salida de un cuento de los Hermanos Grimm.

Eileen e Ileana se ponen a charlar en rumano con esa complicidad que solo tienen las amigas de toda la vida. Adivino palabras sueltas: "casa catalanului", "Dean", "Castiel", "prieteni".

Eileen me mira con una sonrisa de oreja a oreja y me hace pasar. No habla ni una palabra de inglés, pero no hace falta. Está claro que está feliz de ayudarme. Recorremos los pasillos de la mansión, llenos de cuadros, iconos e imaginería religiosa. Ileana me va traduciendo las explicaciones de su amiga: cuando su abuelo volvió de la guerra se aficionó a coleccionar arte.
Los primeros cuadros que obtuvo eran de artistas de la región. Y sí, entre ellos tenía un cuadro de Castiel Novak. Por alguna razón, era el cuadro más querido por Samuel. Y allí estaba. En un lugar privilegiado del lujoso salón.

De nuevo tenía delante el cuadro de la ventana de Dean. ¿Cómo era posible que hubiera dos cuadros iguales? Le comento a Eileen que ayer vi uno igual en el Restaurante Bastión. Ella vuelve a adoptar la sonrisa de abuelita de Caperucita.

-No son iguales.

Efectivamente, cuando me acerco a examinarlo me doy cuenta. Los colores del cuadro son distintos. Y en la ventana de Dean se adivina una silueta. Y no solo eso. La fecha del cuadro es de 1916.

1916. Tres años después del primer cuadro. Un año después de que Dean volviera del frente. El año en el que Dean murió.

No entiendo nada. ¿Por qué volvió a pintar el cuadro con Dean en la ventana? Y Eileen responde que no solo pintó ese. Pintó muchos más, pero se han perdido.
Eileen nos invita a sentarnos. La historia que se dispone a contarnos va a ser larga. Y va a estar llena de respuestas.

Efectivamente, Dean y Castiel se conocieron en el instituto. Los dos eran amigos íntimos de Samuel Vasilescu. Los tres chicos eran inseparables. Pero la amistad de Dean y Castiel era especial. Así lo dice. Especial. Y lo dice con cierta ternura que agradezco.
Los chicos estaban a punto de terminar el instituto hacia 1912 y Samuel notaba que sus dos amigos se iban distanciando de él.
El pobre no entendía por qué. Hasta que un día lo descubrió, lo contó a sus padres y la noticia no tardó en llegar a las familias de Dean y Castiel.
Así fue como John Winchester decidió mandar a Dean a estudiar a Munich, mientras Castiel se quedó en Sighisoara pintando su ventana vacía.

Castiel le juró a Samuel que jamás le perdonaría lo que le había hecho. Pero entonces ocurrió algo que nadie esperaba. En verano de 1914 Gavilo Princip asesinaba al archiduque Franz Ferdinand y a su esposa en Sarajevo y estallaba la I Guerra Mundial.

Samuel, Dean y Castiel se fueron al frente y perdieron todo contacto... Hasta que Dean volvió herido en 1915. Eileen me cuenta que su estado era delicado. Sus pulmones habían quedado afectados por el efecto de una bomba de cloro. Quedó postrado en la cama.

La noticia llegó a Castiel que aún estaba en el frente. El chico hizo todo lo posible por volver a verle antes de que Dean muriera, pero no fue relevado hasta mediados de 1916.
Lo primero que hizo Castiel al poner los pies en Sighisoara fue plantarse en casa de Dean, pero sus padres no le permitieron verle. Ni ese día ni nunca más. Le ocultaron a su hijo que había vuelto...

Y por eso Castiel se plantó en la esquina bajo la ventana de Dean. Iba allí cada día y se pasaba horas con la esperanza de que Dean tuviera fuerzas para levantarse de la cama, mirar al exterior y verle.
Y para entretenerse, pintaba el mismo cuadro una y otra vez.

Eileen detiene su relato. Se ha dado cuenta de que estoy llorando.

-Dígame que se vieron.-Sorbo con mi nariz.-Aunque solo fuera un día... Dígame que Dean supo que Castiel no le había olvidado.-Mis palabras suenan casi como una súplica.

Ella vuelve a sonreír, pero no dice nada. Se levanta y rebusca entre los volúmenes de la librería. Saca un álbum lleno de fotos y documentos. Y enseguida encuentra lo que busca: una carta.

Una carta a Dean Winchester. Escrita por Castiel Novak (firmada como Cassiel Nowak). Con fecha de días antes de la muerte de Dean.

-¿Quieres saber lo que dice?-Pregunta Ileana.-Puedo traducírtelo.

Una carta de Castiel a Dean. Ni en mis sueños más locos habría imaginado encontrar un tesoro así. Pero no puedo evitar preguntarme por qué está en poder de Eileen Vasilescu. ¿Acaso no llegó a su destino?

-Mi abuelo la interceptó.-Explica la anciana.
Cuando Samuel volvió del frente y se encontró con Castiel plantado en la calle, se le rompió el corazón. Se dio cuenta de lo que había provocado con su confesión antes de la guerra.

Intentó disculparse, pero Castiel no quiso ni escucharle. Se pelearon en plena calle y Castiel le rompió la nariz de un puñetazo.

Samuel era consciente de que el dolor que sentía en la cara no tenía ni punto de comparación con el de sus viejos amigos. Se propuso enmendar su error y trató de interceder por ellos plantándose en casa de los Winchester.

Les pidió que permitieran un último encuentro entre los chicos, pero ellos se negaron. Y no solo eso. Le enseñaron la carta de Castiel que acababan de recibir y le pidieron que se la devolviera, para que le quedara claro que sus palabras jamás llegarían a oídos de Dean.

Samuel no les hizo caso. Se guardó la carta y en cuanto tuvo ocasión pidió ver a Dean. En la habitación que ya conocemos, Samuel pidió perdón a su amigo del instituto y, junto a su lecho, le leyó la carta de Castiel en un susurro.
Y es en ese mismo susurro que Ileana empieza a traducirme las palabras de Castiel:


"Querido Dean,

Tus padres no permiten que nos veamos.
Recurro a esta carta para escribir lo que jamás he sido capaz de decirte.
Quiero que sepas que te quiero.
Sí, Dean, te quiero.
Nos habían enseñado que lo nuestro no era amor, pero me he dado cuenta de que lo era. Lo que tú y yo hemos tenido es el amor más verdadero que he sentido jamás.
Por eso no quiero perderte sin decírtelo.
Te quiero desde el primer día que entramos en el instituto y nos escapamos al cementerio a fumar un cigarrillo.
Te quiero desde el día que me calentaste las manos con tu aliento porque yo había perdido los guantes.
Te quiero desde ese beso en el establo de los Sanders.
Te quiero tanto que la idea de volver a verte fue lo único que me mantuvo vivo en las trincheras serbias.
Bastaría con mirarme a los ojos para que lo entendieras. Ojalá pudieras.
No harían falta palabras. Nos miraríamos y volveríamos a ser niños en los pasillos del instituto, antes de la muerte, antes de las bombas, antes de los viejos en los que nos ha convertido todo este odio.
Por eso hace meses que estoy bajo tu ventana, para verte otra vez, aunque solo sea un instante.
Para que tu sonrisa vuelva a hacerme creer que nuestro amor lo significó todo y arrojó algo de luz en este siglo que ha nacido muerto.

Te quiero y pase lo que pase, siempre estaré contigo.
Tuyo, Cassiel."

𝙏𝙖𝙠𝙚 𝙢𝙚 𝙩𝙤 𝘾𝙝𝙪𝗿𝗰𝗵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora