Capítulo II

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Después del incidente que Korra había tenido con Lin, se dispuso a llegar muy temprano. Había comenzado a estudiar y necesitaba terminar lo antes posible para poder llegar temprano, ya que la propiedad estaba muy alejada de la ciudad. Al principio acostumbrase a la vida universitaria había sido muy complicado, por ser la mejor universidad del país donde no entraban todos, así que el esfuerzo de la joven había sido el doble y aunque había conseguido una beca deportiva, aún necesitaba mantenerse en un lugar tan caro como lo era Ciudad República.

Solo le faltaba poco para terminar las tareas de la casa, la cual a pesar de estar ubicada en un terreno grande, era muy modesta, solo habían dos habitaciones y tres baños, con una cocina, una sala de estar y una oficina. La mujer era muy organizada con todo, ya que jamás encontró ni siquiera un plato sucio. Al parecer estaba muy bien acostumbrada o su crianza había sido muy rígida.

Korra se preguntaba por qué una mujer tan atractiva se encontraba sola, porque viéndola en persona no tenía comparación con las pocas fotos que habían en el lugar, su rostro era perfecto y su cuerpo según lo que había visto estaba en forma, además sabía por lo que le había dicho el vigilante de la casa, el cuarto que se encontraba en la parte trasera, muy cerca de la piscina era el gimnasio personal de la mujer, al parecer hacía ejercicio diariamente. El lugar siempre estaba con la puerta cerrada y como a Korra no le correspondía nada de lo que tenía que ver con el patio, realmente nunca le había prestado atención.

Ese día se había apresurado tanto al salir que había dejado unos documentos realmente importantes y si no los recuperaba de una vez tendría que esperar hasta el lunes, el temor se había adueñado de la joven, sabia que la mujer debía estar en su casa y realmente se iba a molestar, pero no había otra opción. Miro su celular y vio que iban a ser las siete. Se armó de valor y le dijo al vigilante que le anunciara su presencia a Lin, la mujer al principio se había mostrado poco colaboradora, pero después había accedido. El chico la dejó entrar y Korra accedió por la puerta de atrás como estaba acostumbrada, además sabía que la mujer de ojos verde estaría realmente molesta. La cocina estaba sola, recordaba haber dejado todo en la mesa; pero evidentemente no había nada, sus nervios solo aumentaron, adentrándose más en la casa, no había rastro de sus pertenecías, —esto solo me pasa a mí —murmura para sí misma.
—Hubieras tocado —escuchó la voz que Korra había evitado.
Los ojos azules se fijan en la mujer con una camiseta blanca sin mangas y unos pantalones de pijama a juego; el cabello negro cayendo sobre sus hombros, con algunos mechones desordenados, lo cual demostraba que la mujer no necesitaba de mucho para verse bien, —no quería molestarla.
—Muy tarde muchacha —los ojos de Lin la miran fijamente.
—Realmente, realmente lo siento, no era mi intención, pensé que los había dejado en la cocina.
—Los dejaste —dijo con firmeza.
—¿Lo hice? —preguntó confundida.
—Sí —le entregó un paquete de papeles que tenía en su mano.
—Gracias, realmente los necesitaba, la socio-antropología no es mi gran fuerte —dijo con frustración.
—¿Qué estudias? —preguntó la mujer mayor con mucha curiosidad.
—Administración de empresas.
—¿De lunes a viernes?
—Sí, gracias a Dios todas las tardes, se amolda bien a mi horario de trabajo y no afecta en nada mi desempeño aquí —dijo Korra a la defensiva.
—Tranquila. Respira un poco más lento, no intento dejarte sin trabajo. Aún —dice con una pequeña sonrisa en sus labios, lo cual hizo que la joven se sintiera más cómoda.
—De verdad muchas gracias, le prometo que no volverá a pasar.
—No hagas promesas que obviamente no cumples —dice seria pero sin ningún rastro de irritación en su voz.
—Sí señora, bueno, creo que me iré para que pueda descansar. De verdad, realmente lo siento.
—No te preocupes todavía no era mi hora de dormir. Dale gracias a Dios que llegaste justo a tiempo.
La joven asiente, sin dejar de mirar el largo rostro, recorriendo los rasgos inconfundibles de la mujer, quien obviamente nota la mirada poco discreta de Korra, —¿puedes dejar de mirarme así?
Los ojos de la muchacha se abren impresionados, realmente muy avergonzados, —sí, lo siento. Que pase buena noche y adiós.
La chica vuelve a salir por la cocina apresurada, dejando a una Lin confundida y divertida por el comportamiento de la muchacha.

Pequeña PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora