Capítulo Tres: ¿Por qué te fuiste?

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¿Por qué te fuiste?

—¿Tú sabes hacerlas, Charli?—asiento sonriente—¿Y se las harías por mi?

—No tienes que poner esa cara de perrito abandonado, Charlie...

—Gracias, gracias, gracias.

Río intentando quitármelo de encima cuando me aprisiona entre sus brazos y reparte besos por todo mi rostro. Cuando consigo alejarlo, me acerco a la pequeña y presumida Lana, que me ve con una sonrisa a la que le faltan dientes y un avión de juguete entre las manos.

—¿Unas trenzas quiere la señorita?—escucho su afirmación en voz infantil y la siento de espaldas a mí, entre mis piernas, para cepillarle el pelo con el peine que me tiende y comenzar a dividirlo.

—Lana tiene que ser una de las pocas personas con menos de 14 años a la que aguantas.

Lo miro divertida. Está sentado en el sofá frente a nosotras, con los codos sobre sus rodillas y las manos aguantando su barbilla. Sus ojos vuelan del movimiento de mis manos a mis ojos.

—Con menos de 16—lo corrijo—. Los de 14 todavía no son lo suficientemente grandes como para no ponerme de los nervios.

—Te recuerdo que tú tienes 16.

—Exacto, por eso hay veces en las que no me aguanto—ríe.

—¿A mí tampoco?—llevo los ojos al techo, fingiendo que me tomo mi tiempo para pensar.

Mientras tanto, sigo acariciando y trenzando el fino pelo castaño de Lana. Me tira un cojín que casi me da en la cabeza y me hace reír—¡Venga! No seas mala.

—No te soporto cuando intentas darme lecciones de vida.

—Pero—me mira con expresión confundida—, yo no hago eso.

Lo miro con las cejas alzadas y una media sonrisa, esperando que entienda lo que quiero

decirle.

—Aw. Qué mona eres.

Sonrío tímidamente. ¿Se pensará ahora que me gusta? Gustarme de verdad, digo. Gustarme de querer repetir los besos inexplicables del otro día siempre que lo vea.

Varios minutos después, termino las trenzas de Lana y se va corriendo después de darme las gracias y un abrazo. Veo cómo nos deja solos con una sonrisa que se evapora cuando mi amigo se levanta y me tiende su mano.

—¿A dónde vamos?

—¿Cuándo has dejado de fiarte de mí?

Cuando nos metimos la lengua hasta la campanilla y luego seguimos tan amigos como si nada. Pero no digo nada. Le cojo la mano y dejo que me guíe por el camino que parece llevar a su cuarto.

—Oye... —digo cuando llegamos a su habitación. Lo veo cerrar la puerta y encaminarse a la cama. Palmea el hueco a su lado y me siento junto a él. Quiero hablar de lo que pasó, yo no puedo simplemente seguir mi vida tal cual estaba después de un momento así. Necesito aclarar algunos puntos antes de que se me salgan de las manos algún que otro sentimiento— sobre lo del otro día...

Cojo aire dispuesta a relatar mis argumentos.

—No quiero hablar de ello, Charlotte.

Suelto todo el aire que había almacenado en mis pulmones y lo miro con una expresión decepcionada.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No sé—se revuelve el pelo y mira al suelo—, creo que es inútil. Somos amigos—levanta la mirada hacia mí—, eso no va a cambiar, ¿verdad?—niego. Se mantiene en silencio unos segundos, en los que no hace más que mirarme. Parece que me lee—No tengo ninguna de las respuestas que quieres, Charli... Solo puedo decirte que lo siento, y que no pasará otra vez.

4380 días de distancia | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora