Capítulo Cuatro: Una declaración a través del tiempo

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Una declaración a través del tiempo

—¿Qué sería tu "algo viejo" el día de tu boda?

—Como si fuera a casarme alguna vez—ríe.

Lo miro con sospecha. Le doy un vistazo a todo su cuerpo: las piernas estiradas hacia arriba, los pies envueltos en unos calcetines de rayas de colores apoyados en la pared del cabecero, las manos sobre su estómago, que se eleva y desciende levemente con su respiración tranquila, la cabeza apoyada en mi regazo, con la vista en el techo.

Veo a mi mejor amigo reír de sus propias palabras. Charlie tiene un odio irremediable e inexplicable al matrimonio. Observo cómo mueve sus pies al ritmo de la música que mi padre usa para cocinar y que se escucha como un eco a través de la puerta cerrada. Le acaricio el pelo con gusto, haciendo que me mire con socarronería.

—¿Ni siquiera conmigo?

La pregunta sale tímida: la digo con la boca pequeña, deseando no haberla dicho cuando ya es tarde. Pero parece que me gusta ponerme en ridículo y me encanta hacerme ilusiones fundadas en nada más que  mis imaginaciones sacadas de unas palabras interpretadas a mi gusto.

—¿Por qué me casaría yo contigo?—no lo niego: me ha dolido. Pero me lo esperaba.

—Porque soy tu mejor amiga—enarca sus cejas—. ¿Sabes la de ventajas que tendría el casarte con tu mejor amiga? ¡Sería genial! No tendrías que ocultar tus defectos, porque ya los sé todos, y podríamos seguir viviendo igual que ahora por el resto de nuestra vida...

Se mantiene en silencio unos segundos, en los que no hace más que mirarme con una pequeña sonrisa y alzar una de sus manos para acariciarme el pelo con parsimonia. Observa mis mechones negros entre sus dedos.

—En ese caso, tú serías mi algo nuevo, mi algo viejo y mi algo prestado.

Frunzo el ceño. ¿Qué? Ancla de nuevo su mirada en la mía.

—¿Cómo?

—Pues—coge aire, se mueve un poco sobre sí mismo, y lo suelta—, serías mi algo viejo porque llevas bastantes años conmigo, y teniendo en cuenta que no nos vamos a casar mañana, llevarás muchos más el día de la ocasión—no le quito los ojos de encima—. Serías mi algo nuevo porque, aparte de mi mejor amiga, serías mi esposa, algo completamente nuevo para nosotros—moja sus labios con su lengua y muerde el inferior antes de terminar—. Y serías mi algo prestado porque estarías dejándote a ti misma en mis manos, como un préstamo.

Estoy tan sumergida en su voz, sus ojos y sus palabras, que lo próximo que digo lo digo sin ser consciente de ello.

—¿Y lo azul? Te falta algo azul, si no no hay buena suerte.

—Tú eres mi suerte, no me hace falta algo azul.

Después de dar vueltas y vueltas con el coche, no queriendo ir a ningún lado, he terminado en mi sitio favorito. El prado no es el mismo: no es el mismo que hace doce años y no es el mismo sin Charlie, pero no me desagrada. Solía venir sola a veces, pensar en lo que fuera que me ocupara la mente y tratar de hacerlo a un lado cuando el sol empezara a ponerse. Ver las puestas de sol me da tantísima seguridad y serenidad... Mucho más aquí, rodeada de plantas verdes y flores amarillas, con un ligero viento que mueve mi pelo corto y me hace abrazarme a mí misma.

He usado mi vestido de novia para tumbarme encima de él y evitar así manchar la ropa de Charlie y Lana. También es un poco como un acto simbólico en el que quiero decir que estoy por encima de la situación. Eso quiero hacerme creer, porque lo he colocado en la tierra con resentimiento pero con ciertas reservas... Esque es muy bonito, joder. Tapo mis ojos con mis antebrazos. No me importa no ver el cielo y sus nubes difuminadas. Me doy cuenta del olor que desprende la sudadera de Charlie. Huele a él, y en este momento me traslado a uno de los tantísimos recuerdos que me rondan.

4380 días de distancia | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora