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—𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐄𝐘𝐄𝐒
𝐒𝐓𝐎𝐋𝐄 𝐀𝐋𝐋
𝐌𝐘 𝐖𝐎𝐑𝐃𝐒—
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El corazón de Caliope latía a mil por hora, su mente no paraba de crear escenarios en los cuales todo salia mal y su alma gemela la rechazaba. Podía sentir como las palmas de sus manos comenzaban a sudar y eso no era para nada bueno, no cuando estaba sujeta de las ramas de un árbol a dos metros de altura. Trato de calmar su respiración— y digo trato porque no lo logro —todo parecía dar vueltas, ya no distinguía entre el norte y el sur. El camino de vuelta al pueblo parecía haberse borrado de su mente, era como si su brújula interior hubiera quebrado. Lo único que importaba era encontrar a esa persona ideal y rápido.
Por un momento recordó a su madre explicando que entre más fuerte era el vinculo entre las almas gemelas mayor era la necesidad de encontrarse uno al otro una vez estuvieran cerca. En aquella ocasión le había parecido algo sumamente raro e sin sentido, pero ahora lo entendía. Todo su ser solo tenia una misión; encontrar a su otra mitad. Cada musculo de su cuerpo ya no la obedeciera, su alma había tomado el control de su mente y cuerpo. Dejo de respirar un momento cuando lo sintió, estaba cerca. Era como si estuviera cerca de una hoguera, a medida que se acercaba podía sentir el fogaje contra su piel y cada vez aumentaba más y más, sin embargo no era una sensación desagradable. Como si solo conociera el frió y por primera vez sintiera el fuego.
El bufido de un caballo la atrajo de su mundo. Frente al árbol se encontraba un hombre de cabello blanco como la más blancas de las nieves —Se podría decir que era de una largura media— y ropajes negros. Era alto, mas que su hermano, tenia un aire de intimidación—Aunque a ella eso no le molestaba en absoluto, no veía malicia en el —por lo que podía ver era el dueño del animal que la había sacado de su mundo. Parecía buscar algo con desesperación, como si su vida dependiera de ello. Pero fue algo mas que llamo su atención. Su pecho, mas exactamente donde reposaba su corazón, brillaba. Brillaba como las estrellas del cielo, con rayos de luz tan esplendidos como los del mismo sol. Era como si hubiera volado hasta el sol y hubiera robado uno de sus rayos para guárdalo en su corazón. Bajo la vista y se sorprendió al ver que su propio pecho brillaba con la misma intensidad. No le tomo más de dos segundo conectar los puntos en su mente y darse cuenta de que lo que estaba buscando, ella. Dio un paso hacia al frente para acercarse a el, pero muy tarde recordó que estaba sobre las ramas de su árbol a dos metros de altura del suelo. Soltó un grito de terror y cerro sus ojos, ella no quería morir. No cuando estuvo a punto de conocer a su alma gemela ¿La diosa se estaba riendo de ella?
