Capítulo Dos: Cuatro peces en el estanque.

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El shamisen, a veces también llamado sangen (三絃), es un instrumento de tres cuerdas originario de China (donde recibía el nombre de san-hsien) y que entró a Japón por las islas Ryukyu y evolucionó del típico sanshin de la zona.

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El sol aparece detrás de las montañas tan imponente, tan brillante, que pareciera que la ciudad puede incendiarse en cualquier momento con un pequeño roce sobre las copas de los árboles. Un par de ojos dorados, ocultos entre un par de sábanas viejas y remendadas le observan alzarse antes de cerrarse luego de una noche terriblemente cansada.

Kino, una de sus compañeras, deja caer las pesadas cortinas que apagan todo brillo existente. El amanecer es la hora de dormir de los seres nocturnos como ellos. La casa sobre la colina se apaga lentamente, la luz de las farolas se extingue y el silencio les cubre por completo.

Abajo en el pueblo el barullo comienza, el mercado de las orquídeas abre, entre comillas, las puertas de sus estanquillos. Los restaurantes comienzan con la faena de ofrecer desayunos a los transeúntes.

No hay nada como mirar el sitio de día, con sus personas de ropas sucias y postura encorvada cargando mercancía de aquí para allá. Mujeres robustas o raquíticas, con dientes faltantes o chuecos que gritan a voces la existencia de sus productos, siempre prometiendo mejor calidad-precio que la anterior. Niños que corren con zapatos desgastados entre los visitantes, jugando mientras sus madres trabajan o robando mientras parecen jugar.

― Parecen divertirse. ― Himejima habla sobre las risas de los pequeños. Pareciera seguirlos, aunque sus ojos permanecen inmóviles en un punto inexacto.

―Eso parece. Aunque seguramente ya llevan más dinero en sus bolsillos que nosotros

El comentario hace reír a varios de los hombres con los que comparten la mesa, pero no al joven que en ese momento les coloca el té y aperitivos frente a ellos.

― La mayoría no tiene padres ― comenta ―. Viven de lo que encuentran "al jugar", comen de lo que cae de manos de hombres como ustedes.

― ¿Cómo tú no? ― Los hombres de la mesa vuelven a reír ante el comentario de Shinazugawa, quien mira al chico desde la esquina de la mesa como advirtiéndole que debe cuidar sus palabras. El chico, sin embargo, deja escapar una risa.

―Les dejaría caer algo de mis manos si tuviera.

― ¡Mao, cállate y regresa aquí! ― Un hombre viejo y cansado, de mirada preocupada, aparece tras la ventana que da a la cocina. En cada línea de su arrugado rostro puede haber más tristezas escondidas de las que el chico frente al él carga consigo.

― Señores ―. Mao desaparece tras las cortinas, dejando el desayuno servido entre ellos. Es una persona más en un lugar poco común.

― Estás de mal humor, Shinazugawa. ― Himejima nunca pregunta, afirma las cosas que asume con solo escuchar las voces que le rodean.

― Tsk. Los problemas son problemas, en Japón, y en las tierras del occidente. No necesito que me lo recuerden cuando solo quiero beber té y terminar con lo que se me ha encargado.

― Entiendo.

La conversación se olvida. Mao y el anciano que permanecen en la cocina de un restaurante se vuelven fantasmas sin valor. Solo almas viejas que vagan por ahí, esperando que como el día anterior el negocio continúe a flote.

Cuando el desayuno termina y la mesa de vacía, ellos también se vuelven recuerdos. Desaparecen tras las puertas de un local sin nombre y se mezclan con la gente que va de un sitio a otro a través de las calles del distrito, dejan de ser un grupo y desaparecen entre la multitud como si fueran completos extraños que jamás han compartido una mesa.

El chico del jefe [UzuiZen/Mafia AU]Where stories live. Discover now