Capítulo 26

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Samantha:

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Samantha:

Pasamos la cena charlando a gusto mientras mis ojos de por sí se dirigía a la sortija en mi dedo, no fue por mucho lo que brillaba sino por el significado que este tiene. Jonathan, me nombró que era la sortija de su madre, que fue heredada por su abuela querida y ahora por mí.

—No dejas de mirarla —Captó mi atención desprevenida.

—No —Miré esos océanos hermosos y sonreí—. Para mí, que me regales esto... es maravilloso. La historia que posee, de cómo dos mujeres hermosas en tu familia estuvieron en este preciso momento con los nervios de punta, la adrenalina por todo el cuerpo y vivieron lo mismo que estoy iniciando contigo, amor.

—Jamás me habías hablado de esa manera —Mis mejillas se matizaron de color rojo.

—Tal vez porque me estás dando la oportunidad de poder amarte, sin querer escondernos —Esa hilera de dientes se agrandó—. Independiente de la sortija que hubieras elegido, yo me hubiera casado aún si fueran anillos de papel.

—Me haces amarte hasta la locura —Tomó mi mano y besó mi palma.

Mordí mi labio por ese tierno gesto. Provoca tanto en mí que hace que mi mundo caiga a sus pies.

—No hagas eso —Arqueé las cejas.

—¿Qué cosa? —Pregunté con claro disentimiento.

—Eso en tu boca —Sonreí con malicia al entender a qué se refería, volví a hacerlo con más detenimiento. Esta vez saboreé mis labios con más saliva, los sentí húmedos—. No puedes hacerme esto, sirena.

—¿Recuerdas quién es la dueña de este juego? —Miré para todos los lados y toqué los vellos de su antebrazo con los dedos, rozando lentamente la piel.

—Eres tú, pero me gustaría saber cómo esta inocente sirena, ya no lo es —Sus dedos juguetearon con su barbilla.

Aquello me llevó de inmediato, al inicio de todo, donde un hombre firme y con el semblante siempre ceñudo, por primera vez me hizo sentir intimidada. La sensación de querer indagar en lo prohibido, de sentirlo sobre mi cuerpo, de poseer mi felicidad y no en la demás como siempre lo he hecho. Sonreí sin dudarlo.

—Sucede algo —Negué.

—Solo recuerdos —Me levanté de la mesa, ya hace unos minutos atrás habíamos terminado. Toqué el costado de su barbilla, no rasurada—. Hermosos recuerdos.

—Tal vez deberíamos refrescar otros.

Si he sido capaz de despertar una mujer desconocida cuando le tengo cerca, aún aquella inocente chica inexperta sigue a flote temblando por sentirlo, por dar cada paso.

—Ya sabes dónde encontrarme.

Me giré con lentitud, caminando decidida a nuestra habitación. La gente pasó por mi alrededor, ignorando la esencia que emerge de un hombre, al que siento sus pisadas firmas y demandante detrás de mí. Nuestra distancia era casi de tres metros, pero igual de provocativa y enfermiza de pasión. Miré sobre el robadillo de mi hombro izquierdo, notando como sus pisadas eran igual de lentas que las mías. Sonreí al notarlo con las manos sobre el bolsillo de su pantalón.

No culpes al deseo (disponible solo hasta el 18 de Marzo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora