Decimo Quinta

653 103 6
                                    

— Gracias por darme otra oportunidad, te prometo que no te arrepentirás.

Rodaste los ojos, Kuro te había invitado a su café favorito para poder hablar, y le habías advertido que esa era la última vez que lo escucharías, y que si no tenía nada bueno para decir te alejarias para siempre.

— Te escucho.

Tomaste la taza de capuchino para darle un sorbo mientras él acomodaba sus pensamientos.

— Anoche hable con Ken, discutimos y no se que pasará con nuestra amistad de ahora en más, de verdad me gustaría poder seguir con ella como si nada, pero como dijiste, nos hicimos mucho daño.

— ¿Qué decidieron?

— Él se fue sin terminar de hablar, supongo que nos daremos un tiempo, necesitamos tener las cosas en claro para cuando volvamos hablar.

Asentiste, si bien no era de tu agrado la idea de que "volvieran hablar" sabías que negarles algo así sería demasiado cruel, además no querías hacerle daño.

— ¿Y yo?

Pareció no entenderte así que suspiraste, querías saber lo que significabas para él, qué quería contigo.

— Mira Kuro, tu de verdad me gustas, necesito saber que sientes por mi.

— Kei yo te quiero, ya te lo dije, te he querido siempre, tome malas decisiones — “Muy malas” —. Pero no volveré hacerte daño jamás.

— Jamás es mucho tiempo — dijiste desanimado —. No quiero volver a sufrir por ti, no lo merezco.

— Ni lo harás, Tsuki — tomó tu mano —. Solo quiero lo mejor para ti, si decides que yo no soy bueno esta bien, me alejare, pero permíteme revindicarme.

Miraste hacia otro lado, la idea de negarte era inexistente, te sentiste triste de no poder cumplir con lo que le habías dicho a Akashi.

— Dios esta bien, pero es la última oportunidad Kuro, de verdad lo es, si vuelves a fallar me iré.

La sonrisa de Kuro pareció expandirse con tus palabras, empezó a murmurar que no te arrepentirías, que todo sería mejor a partir de ese momento, y le creíste.

A medida que pasaron las semanas Kenma no dio señales de vida más que para decirle a Kuro que tenían que distanciarse, la frialdad con la que se lo dijo lastimó mucho al mayor, pero estuviste a su lado en todo momento. El te agradeció cada día, pues sin ti nunca habría notado el lío en el que estaban metidos, esa toxicidad los había consumido y ahora le tocaba rehacer su vida.

— ¿Estás bien? — preguntaste una de esas noches que pasaban viendo programas en el sofá cama.

— Sí, la madre de Kenma me ha dicho que no me preocupara, que se ha ido a vivir con un compañero de cátedra.

Tomaste su mano, si bien no había ningún timbre que denotará si algo andaba mal, tu conocías bien a ese hombre.

— Él va estar bien Tetsuro.

— Lo se, lo se Kei — dijo llevando tu mano a sus labios para darte un beso —. Y mientras yo este contigo también lo estaré.

Agradeciste la oscuridad, ya que si estuvieran a plena luz seguramente el habría notado tu increíble sonrojo, solo atinaste a recostar tu cabeza en su hombro y seguir con lo que estaban viendo.

Esa noche durmieron juntos por primera vez en años.

...

Los días pasaban más rápido desde que estabas con Kuro, si bien se veían menos de lo que les gustaría, las veces que estaban juntos el tiempo se les escapaba, una hora parecía un minuto entre charlas y mimos.

Ambos habían llegado a tiempo a cada cita desde que habían "regresado", por eso te preocupaste al ver que estaba tardando más de lo que nunca había hecho.

“— Tranquilo Tsukishima, probablemente hay mucho tráfico, eso es todo.”

O eso era lo que estabas intentando creer, pero al ver que las manijillas del reloj corrían y Kuro no aparecía tu cuerpo se estremeció, un terrible peso apretó tu pecho y decidiste que habías esperado suficiente. Casi desesperado marcaste su número, cada sonido de espera era insoportable, colgaste y volviste a llamar unas tres veces, hasta que al fin contestó, pero no quien esperabas.

— ¿Quién habla?

— Eso no importa, ¿Quién es usted? ¿Dónde está Tetsuro?

Tu voz sonó alterada, más de lo que te hubiese gustado.

— Tranquilicese, soy Kuro Haruka, madre de Tetsuro, él tuvo un pequeño accidente y ahora no puede contestar.

— ¡Un accidente!

— No fue nada demasiado grave, mantenga la calma, ¿Quién es?

— Soy Tsukishima Kei, soy amigo de Tetsuro, puede decirme en qué hospital esta.

— Por supuesto, espere, le enviaré la dirección.

No te detuviste a esperar, te cambiaste de inmediato para bajar a tomar un taxi, el miedo crecía en tu pecho y la sensación no te agradaba para nada. Apenas subiste al auto diste la dirección rápidamente, esperando que así llegar cuanto antes. El viaje fue corto, pero para ti duro una eternidad, bajaste de un salto dandole un fajo de billetes al taxista, luego solo corriste a recepción.

— Hola, ¿Podria decirme donde está Kuro Tetsuro?

— Si señor, un segundo — la chica tecleo algo en su computadora, mientras tu mordías el interior de tu mejilla en un intento de no mostrar tus nervios.

— El paciente está en la habitación número siete del segundo piso, no se preocupe, él esta fuera de peligro.

— ¿Puedo ir a verlo?

— Por supuesto.

Agradeciste con una reverencia y usaste toda tu fuerza de voluntad para no correr por las escaleras, porque tenías todas las ganas de hacerlo.

Al llegar frente a la habitación reforzase que su madre te había contestado, así que no entraste de inmediato, sino que tocaste la puerta, buscando tranquilidad en lo profundo de tu mente.

La puerta se abrió al instante, dejando ver a la madre de Kuro, la recordabas bien, ella había sido testigo de varias tardes románticas en su casa, te había tomado mucho cariño.

— Oh Tsukki-kun, es muy agradable volver a verte — dijo ella dándote un abrazo, siempre había sido así.

— Igualmente señora Kuro.

— Adelante, pasa.

Te adentraste a la habitación con el corazón palpitando a mil por hora, pero al ver la sonrisa de Kuro todo se detuvo, sentiste el peso de tu pecho abandonarte mientras corrías hacia la cama.

— Dios Tetsuro, no sabes lo asustado que estaba.

— Tranquilo Tsukki, mirame estoy bien, es más creo que esto es una exageración — dijo el pelinegro mientras acariciaba tu rostro — solo tuve una pequeña fisura en el brazo y tendré que llevar un yeso por un par de meses, el resto son solo rasguños y heridas superficiales.

Tu asentiste, intentando convencerte de lo que decía, mientras lágrimas caían por tus mejillas. Él seco tus lágrimas con cuidado, acercó tu rostro al suyo y te dio un suave beso en la nariz.

— Estoy bien.

— Lo se.

Su sonrisa te término de asegurar lo que ya sabías, que si ese chico algún día salía de tu vida no sabrías que hacer, esperabas no descubrirlo nunca.

La dramática vida de Tsukishima Keiحيث تعيش القصص. اكتشف الآن