CAPÍTULO 1. La cita.

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Idalia estaba sentada en la orilla de la cama de un cuarto de hotel. No había nadie más en la habitación y las luces estaban apagadas... Solo estaba esperando a alguien.

Era hora. Las 8 de la noche. Este quizás era el momento más difícil de su vida. Pero estaba dispuesta a afrontarlo.

De pronto, escuchó la puerta abrirse y la sombra de un hombre aparecer.

-Hola, mi amor.- Andrés prendió la luz de la habitación, ansioso por saber cuál de sus amantes lo había citado ahí.

-¿Cómo estás, cariño?- respondió Idalia con una sonrisa.

Andrés se puso pálido al ver a su joven esposa sentada en la cama de la habitación.

-Idalia... Tú... ¿Que haces aquí?- preguntó tartamudeando.

-Eso debería preguntarte yo a ti, ¿no crees?- Idalia se levantó y se dirigió a él, quien se había quedado congelado después de ver la pistola que llevaba escondida en una de sus botas. - Cariño, ¿que te pasa?- dijo mientras le tocaba el rostro. -¡Te pusiste pálido y muy nervioso! Acaso... ¿No soy la mujer que esperabas?

Idalia se hecho a reír. Quería mantener su postura firme frente a él.

-Pasa, siéntate. - dijo señalándole la cama.

Sin embargo, Andrés seguía en shock.

-¡Vamos, hombre! ¡Tranquilízate! Al fin ya estas aquí... ¿Qué más te da?

Andrés, con miedo a lo que pasaría se sentó en la cama y miró hacia el suelo.

Ella caminó hacia la pequeña mesa que se encontraba ahí y sirvió dos vasos de whisky. Le ofreció un vaso a su marido pero lo rechazó intimidado.

Ella lo miró, sarcástica, para luego tomarse de un trago el vaso que era para él.

Lo dejó a un lado y se recargó en la mesa.

-Me muero de curiosidad saber... ¿Quién creíste que te cito aquí?- pregunto Idalia.- ¿Alguna empleada de la hacienda? ¿Una chica del pueblo? O no... ¡Ya se!- dijo tronando sus dedos.- ¡La prometida de tu amigo de toda la vida!

Él se puso aún más nervioso, preguntándose si había descubierto todas sus infidelidades.

-Eres tan imbécil, Andrés. Caíste demasiado fácil en mi trampa. Solo bastó con hacerte una carta donde te citaba en este hotel... ¡Y lo peor! ¡Ni siquiera llevaba nombre de quien la escribió! Viniste aquí a ciegas, preguntándote cual de todas tus amantes te había citado...

Él seguía sin saber que responder.

-Mírame. - susurró.

Seguía sin respuesta. Su actitud le resultaba sorprenderte. Verlo así, tan pequeño y con miedo. Siempre solía verlo como un hombre temible, de carácter insoportable, con la paciencia de una hormiga y dispuesto a liarse a golpes a cualquiera. Incluyéndola. Por su mente pasaron cada una de las humillaciones, de los golpes, de las ofensas.

Enojada, se acercó a él, lo levantó del rostro y le pegó la cachetada más fuerte que jamás había dado.

-¡Te dije que me mires! - gritó.

Sentía que su mano estallaría del dolor y comenzó a ver todo de color rojo.

Pero Andrés seguía sin verla. No tenía el suficiente valor. Era un cobarde.

-¡Ah! ¿No me vas a mirar? - preguntó desafiante mientras sacaba la pistola que llevaba escondida en una de sus botas.

Ella le apuntó, con las manos temblorosas, totalmente decidida a dispararle. En realidad no sabía si lo quería matar o si solo quería herirlo, pero en ese instante estaba dispuesta a lo que sea.

Cuando él vio el revolver, se paro inmediatamente y se arrodilló frente a ella mientras lloraba.

-¡Por favor Idalia! - la abrazó de las piernas. - ¡Perdóname!- la miró a los ojos. - ¡Nunca volverá a suceder!

Idalia sintió su corazón romperse en pedazos. Tenía apenas 20 años y sentía que la vida se le iba por un matrimonio arreglado. Nunca se había sentido cómoda con ello, pero era su deber acostumbrarse. Pero ahora... No tenia nada. No tenia familia, no tenia casa, no tenia a nadie.

-¿Sabes? Siempre intento buscarle el lado bueno a las cosas. Doy mi mejor esfuerzo en todo lo que hago. Y sí, no soy perfecta, pero aprendo de mis errores. La idea de comenzar de nuevo no me asusta. Nunca me he quejado de lo que la vida me ha puesto enfrente. ¿Me creerías si te digo que hasta lo malo que me pasa, lo agradezco? Sé que tengo miles de defectos. Pero... No soy una mala persona.- sintió sus ojos estallar del llanto. - No entiendo... ¿Por qué la vida me castigo contigo?

Andrés se levantó y la tomó del rostro.

-¡No! No, Idalia, no digas eso...

Ella negó con la cabeza. Sabia que todo lo que viniera de parte de el era falso. Lo conocía mejor que nadie. No estaba arrepentido ni mucho menos. El jamás le demostró una caricia, una palabra de amor, ni siquiera un trato decente. A Idalia le había tocado vivir bajo su sombra... Pero todo eso acaba hoy.

-Te maldigo, Andrés. No me da remordimiento decirte... Que maldigo el momento en el que te conocí. El momento en que me obligaron a casarme contigo. Y maldigo cada segundo que pasé a tu lado. - dijo mientras quitaba las manos de aquel hombre de su rostro.

Caminó hacia la puerta dispuesta a no mirar atrás.

Cuando estaba apuntó de salir, se quitó las lágrimas fríamente y lo miró a los ojos.

-Y, no te preocupes. Por mi cuenta va que hoy es la última vez que te burlas de mí...

-Idalia, yo...

-Esto no se va a quedar así, Andrés. Voy a hacer que me odies... Te haré la vida miserable. Esta jugada me la vas a pagar. Y la pagarás muy caro...

INDOMABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora