CAPÍTULO 2. Andrés y Amadeo.

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8 años después...

-¡Hermano, por favor! Necesito de tu ayuda... ¡Tengo que recuperar mis tierras!- dijo Andrés nervioso.

Amadeo suspiró sin dejar de teclear en su laptop.

-Por Dios, Andrés. Sabes que estoy ocupado en el trabajo.

-¡Lo sé! Pero sé también que eres el mejor abogado de la ciudad... Sólo tu puedes ayudarme a quitarle las tierras que me robó a mi ex esposa...

Al parecer, esas palabras llamaron la atención de Amadeo, por lo que cerró su laptop y lo miró curioso.

-¿Después de casi 10 años?- preguntó Amadeo.

-Escucha... Hace unos días hable con un amigo en el pueblo y me dijo que las cosas se están descontrolado por allá. Me dijeron que Idalia se está adueñando de todo, que esta haciendo unas cosas muy raras... Dicen que es mala, manipuladora e incluso me dijeron que se convirtió en una bruja...

Amadeo se echó a reír.

-Mi mamá tenía la razón cuando decía que ese pueblo estaba lleno de supersticiones.

-Pero si lo dicen será por algo, ¿no crees? Temo que Idalia quiere adueñarse también de las tierras que te dejó mi papá...

-Ni siquiera recordaba que existían esas tierras a mi nombre. Lo mejor será venderlas.- dijo Amadeo.

-¿De qué hablas, hermano? ¡Es lo único que nos queda de papá! Bueno... Lo único que te queda.

-¿Y eso qué, Andrés? No tengo el tiempo para encargarme de ellas.

Andrés suspiró, sin saber que hacer. Sabía perfectamente que su hermano era un terco.

-Te sientes solo, ¿verdad?- preguntó Andrés.

Amadeo miró hacia otro lado, evitando contestar esa pregunta.

-Lo sé. Lo siento... Todos tus gestos y tu presencia me hacen saberlo. Tu y yo... Nosotros... No pertenecemos aquí. En las grandes ciudades... Yo sé que te va de lo mejor con tu carrera, en tu trabajo y todo eso... Pero eres mi hermano menor, y aunque nuestros padres se hayan separado desde que éramos pequeños y hayamos tomado caminos diferentes... Te conozco. Mi sangre corre por tu venas, y sé que te sientes desmotivado. Lo de nosotros es el trabajo duro, el liderazgo... Las mujeres.- guiñó un ojo.

Amadeo rodó los ojos. Por un segundo, se había sentido conmovido.

-A ver, ¿por qué ni siquiera te has casado?

-Yo decido por mi, Andrés. Yo decido el rumbo de mi vida, a donde pertenezco y que mujer elijo para mí. No soy como tú, ¿de acuerdo? Lo que yo busco es una mujer fuerte, madura, decidida. No estoy para juegos, teniendo una y otra como lo haces tú.

-Ten cuidado con esas mujeres, ¡se te vaya a convertir en una ex esposa como la mía! - mencionó Andrés riendo.

Pero Amadeo no se reía. No le encontraba gracia al asunto...

-Pero, en fin... Te ayudaré a recuperar esas tierras. Si no me equivoco, ese matrimonio fue arreglado, ¿no es así?

-¡Sí! - respondió Andrés entusiasmado.

-Veamos... ¿Hubo algún punto en tu contra? ¿Alguna vez la golpeaste, le fuiste infiel o te obligó a firmar documentos?

Andrés pensó por un instante.

-Mhh... No.- respondió. - De hecho... Antes de que nos divorciaramos, ¡me apuntó con una pistola! ¡Estuvo apunto de matarme! Si no la hubiera detenido, no sé qué hubiera pasado...

Amadeo analizó la situación.

-Si, eso se puede utilizar en su contra. Si recuerdas algo más, me dices. Pediré permiso en el trabajo para poder irme unos días, en lo que preparo la demanda para presentarnos en los tribunales lo más pronto posible y así tomarla desprevenida.

-¡Ese es mi hermano! - dijo Andrés contento. - Si es así, me voy ¡pero nos vemos en unos días!

Andrés se acercó a él y lo abrazó bruscamente, como de costumbre.

Al poco tiempo ya se había ido.

Amadeo presenció su departamento. Era lujoso y moderno por donde se viera. Se acercó a la gran ventana que le daba la vista hacia la gran ciudad que parecía no descansar por un minuto.

Pero... Por un momento, se miró a él en el reflejo. Su cabello era ligeramente rizado y algunos mechones caían sobre su frente. A pesar de que su piel era blanca, parecía estar pálido. Tenía unas enormes ojeras del cansancio y unos ojos azules que reflejaban tristeza. Sus labios no recordaban lo que era una sonrisa... Acaso... ¿Era eso la felicidad? O más bien... ¿Qué era la felicidad? ¿Por qué no se sentía satisfecho consigo mismo después de haber logrado todo lo que se proponía? ¿Qué le hacía falta para dejar de sentir ese vacío que inundaba su ser cada día más? Por un momento, pensó en las palabras de Andrés. Pero... El nunca había estado en aquel pueblo desde que sus padres se separaron, antes de cumplir los 8 años. Los únicos recuerdos que tenía de ese lugar eran hermosos. Él parecía estar feliz en esos recuerdos, parecía tener un vínculo con la naturaleza y los animales. Pero... ¿Será ese su verdadero yo? ¿O simplemente era la inocencia que vagaba en su niñez?

Amadeo se echó para atrás los rizos que colgaban en su frente y suspiró.

En fin... Iba a averiguar si ese vacío que sentía se podía llenar en los días donde volvería al pueblo donde nació.

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